Crónica

El “tamayazo murciano” dinamita la operación de Sánchez para recuperar autonomías y abre en canal a Ciudadanos

12 de marzo de 2021 22:31 h

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La sombra del transfuguismo es alargada. Da igual el pacto firmado en 1998 y renovado en 2000 y 2006 por todos los partidos. Cada vez que el PP atisba el peligro no importa la letra escrita ni la rúbrica. Pasó en Madrid en 2003. Y ha vuelto a pasar en Murcia. El 'tamayazo murciano' ha dado al traste con la operación diseñada por Pedro Sánchez para recuperar gobiernos autonómicos y ha abierto en canal a Ciudadanos. Lo que ocurra a partir de ahora en el mapa territorial e incluso en el nacional es impredecible porque lo que se atisba se asemeja bastante a un mercado persa porque una vez que ha implosionado el partido de Arrimadas, cualquier cosa es posible. En las Cámaras autonómicas, en las Corporaciones locales  y hasta en el Congreso de los Diputados.

No hay un grupo parlamentario compacto de los naranjas en todo el territorio. Tras el caso de transfuguismo, de libro, que se vivió este viernes en la Asamblea murciana y con el que algunos pretenden hacer del secretario general del PP nacional, Teodoro García Egea, el nuevo lince de la política española, vienen curvas y quizá nuevos sobresaltos.

Y es que tras el terremoto desatado con la moción de censura impulsada por Ciudadanos y el PSOE en la región de Murcia para arrebatar la presidencia a los populares, este viernes llegó la réplica con el acuerdo alcanzado entre el PP y tres diputados tránsfugas de los naranjas para dinamitar los planes de socialistas y liberales.

La vicepresidenta de López Miras, Isabel Franco, que pertenecía al partido de Arrimadas, ha confirmado que votará en contra de la moción junto a dos de sus colegas de grupo y que los tres dirigentes seguirán en el partido naranja hasta que la dirección decida cuándo los expulsa.

Todos habían firmado hace solo dos días la moción de censura registrada por socialistas y naranjas contra el presidente murciano y todos entrarán ahora en el Gobierno popular.

“El PP ha comprado las voluntades de tres personas a cambio de poder”, denunció Edmundo Bal, el portavoz adjunto de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados culpando al partido con el que siguen gobernando en Castilla y León, Andalucía y el Ayuntamiento de Madrid. Su colega murciana Ana Martínez Vidal, hasta ahora portavoz en el Ejecutivo regional, fue incluso más lejos al decir que “para algunos la dignidad tiene un precio: 76.000 euros brutos anuales y un chófer en la puerta de su casa”.

Lo mismo creen en el PSOE  donde, sí, el secretario de Organización, José Luis Ábalos; su segundo en Ferraz, Santos Cerdán y el secretario general de la Presidencia, Félix Bolaños, estuvieron al frente de una operación –la de la moción de censura– que partió de Ciudadanos y para la que los socialistas exigieron garantías de que iba a salir adelante. Tanto en el Ayuntamiento de Murcia, donde parece que sí prosperará, como en la Cámara regional. Hasta que los “naranjas” no mostraron la firma de los seis diputados de Ciudadanos y la de los cuatro concejales no dieron el sí a la moción. Cuando todo parecía ir bien para los intereses del PSOE eran otros –y no los verdaderos negociadores– quienes intentaron anotarse el tanto y atribuirse el diseño de la operación, pero cuando descarriló se quitaron de en medio para apuntar raudos sobre los responsables del fracaso. Nada nuevo en los códigos “monclovitas”.

En efecto, fracasó en Murcia porque la misma diputada naranja que el jueves por la noche negociaba con los socialistas murcianos el programa del que iba a ser el nuevo gobierno, la mañana del viernes se reunía con López Miras para aceptar una consejería en su gabinete. El transfuguismo es exactamente eso. Para el PP, papel mojado. Y para algunos cargos naranjas, una ocasión de poner precio a su escaño.

Y el plan tuvo también efectos no deseados en Madrid para PSOE y Ciudadanos porque la popular Díaz Ayuso decidió convocar elecciones anticipadas ante el temor de que le impulsaran también una moción de censura, algo que no estuvo jamás en el guion monclovita porque Arrimadas se cerró a ello siempre en banda, y aunque la izquierda corriera finalmente a registrarla para impedir la convocatoria electoral.  

Murcia seguirá siendo por tanto territorio del PP, Madrid puede tener mayoría de derechas con apoyo de Vox y la moción impulsada en solitario por los socialistas en Castilla y León se quedará en poco más que una salida improvisada de coste aún incalculable para el PSOE de la región. Para ese viaje...

Los planes de Sánchez para recuperar gobiernos autonómicos han resultado una ruina para el socialismo y está por ver si se lleva por delante a Ciudadanos. De momento, los críticos han forzado a Arrimadas a convocar una reunión extraordinaria de la dirección nacional el próximo lunes, en la que es probable que los naranjas vivan su particular 1-O de 2016 en el que los socialistas se abrieron en canal ante las cámaras de todas las televisiones e impulsaron la dimisión de su líder nacional.

Quien más acusará el golpe del “tamayazo murciano” es sin duda Ciudadanos, un partido cuya descomposición se aceleró tras el hundimiento de las elecciones catalanas del 14F y cuya líder pretendía reconstruir desde la centralidad y la vocación de partido bisagra con el que nació después de que Albert Rivera lo hubiese convertido durante la recta final de su mandato en la muleta del PP. Está por ver si Arrimadas aguanta las embestidas de un sector crítico ávido de ajustar cuentas con la dirección nacional tras el descalabro catalán, hasta dónde llegará la opa del PP a sus cargos, si aguantará compacto el grupo parlamentario del Congreso de los Diputados, si afrontará un cambio de estrategia o dirección o si está a tiempo de enarbolar la bandera contra la corrupción y las prácticas mafiosas que denuncian del PP y ante las que han sucumbido tres diputados suyos. 

El PSOE derrapa también porque, en su intento por salir del rincón de la izquierda republicana y secesionista aglutinado en torno a Pablo Iglesias, buscaba en Ciudadanos a un potencial aliado en el Congreso que le permitiera situar a Sánchez al frente de la centralidad, con pactos a izquierda y derecha, frente a un Casado abrazado a la ultraderecha y el neofranquismo de Abascal. Y esto, a sabiendas de que el entendimiento con los de Arrimadas elevaría la tensión con sus socios de coalición.

Con la edición 2021 del “tamayazo” todo cambia“. En la política del sobresalto y la trapacería todo giro de guión es posible pero de momento,  el PP mantiene el poder institucional en la región de Murcia y las primeras encuestas anticipan que está bien situado para conservarlo también en Madrid, tras las elecciones del 4 de mayo. Isabel Díaz Ayuso rozaría, con Vox de compañero de viaje, la mayoría absoluta en Madrid, donde pasaría de 30 escaños a entre 59 y 63, según un sondeo de Metroscopia publicado por El Confidencial. Ciudadanos quedaría sin representación al no obtener el 5% de votos necesarios para lograr escaños, igual que Unidas Podemos, en el límite para entrar, mientras que el PSOE sumaría entre 41 y 43 escaños, y mejoraría un punto su resultado de 2019. Vox, por el contrario, frenaría su tendencia al alza y lograría entre 13 y 14 diputados, lo que supondría que Ayuso se ”zamparía“ a Cs y achicaría el espacio de los de Abascal.

El émulo del “trumpismo” en Madrid –Ayuso llegó a copiar esta semana hasta el lema del expresidente norteamericano “socialismo o libertad”– ha conseguido instalar el relato de víctima de una traición de Ciudadanos que, echado en los brazos de la izquierda “socialcomunista”, pretendía arrebatarle el gobierno regional “por la puerta de atrás”. Esa opción jamás se barajó en un horizonte cercano. “Si hubiéramos querido impulsar la moción de censura, se hubiera registrado a las 9 de la mañana, como se hizo en Murcia”, asegura uno de los negociadores que estuvo en las entrañas de la “operación murciana”. 

Y hasta aquí el mapa que deja una semana en la que Sánchez lanzó un órdago, Casado se revolvió en Murcia y Ayuso le respondió con un plebiscito. El que resulte mañana, se verá. Todo cabe ya. Ah, no se olviden de las palomitas.