La portada de mañana
Acceder
El jefe de la Casa Real incentiva un nuevo perfil político de Felipe VI
Así queda el paquete fiscal: impuesto a la banca y prórroga a las energéticas
OPINIÓN | 'Siria ha dado a Netanyahu su imagen de victoria', por Aluf Benn

Solo la mitad de los jóvenes irá a las urnas en una campaña que casi no habla de ellos

Beatriz tiene 24 años y en las próximas elecciones generales no va a votar. “No me representa ningún partido, entonces prefiero no ir. Creo que son todos más o menos iguales. Unos más de derechas y otros más de izquierdas, pero todos lo mismo”, dice. Solo el 49,5% de los jóvenes menores de 25 años y el 62,1% de los que tienen entre 25 y 34 están convencidos de que irán a votar en las próximas elecciones generales. En la primera franja de edad, el 14% no votará “con toda seguridad. Entre los 25 y los 34, el porcentaje baja hasta el 8,3%.Este grupo de edad representa en torno al 15,5% del total y el 18,8% de los que tienen derecho a voto. En otras franjas, el porcentaje de los que están convencidos de ir a depositar su papeleta crece sustancialmente: un 64,9% entre los de 35 y 44 años; el 66,8%, de 45 a 54; el 73,2% para los de 55 a 64 años; y el 68,6% en el caso de los mayores de 65.

Son los datos que recoge el barómetro del CIS publicado en enero y que preguntaba directamente por este asunto. El sondeo que elabora el Gobierno refleja una tendencia universal: la tasa de abstención entre el electorado joven es mayor que en cualquier otro grupo de edad. La falta de identificación con los partidos, la desafección por la política, la ausencia de propuestas a su medida son algunas de las causas que mencionan los expertos.

Con todo, la abstención que muestran las encuestas podría ser, en realidad, mayor. Ese 49,5% de menores de 25 que tienen decidido votar “podría estar indicando que no llegaría al 40%”, señala el técnico estadístico del Instituto de Estudios Sociales Avanzados del CSIC Manuel Trujillo. ¿Los motivos? “Uno, que está mal visto decir que te abstienes, cuando se supone que es un deber; dos, que los abstencionistas son menos propensos a contestar a las encuestas; y tres, que uno puede estar decidido a ir a votar, pero que luego pase algo y no vote”. Las encuestas postelectorales, explica el experto, se ajustan más a la realidad. Por ejemplo, en las últimas andaluzas, según datos del CIS, el 46% de los electores de 18 a 24 años reconoce que no votó. Es, con diferencia, la franja de edad donde se registra mayor abstención. La siguiente es la de aquellos ciudadanos que tienen entre 25 y 34 años: dicen que no acudieron a las urnas el 34,6%. 

“Tienen menos experiencia, no se han relacionado con los partidos políticos o no tienen claro qué piensan sobre muchos temas”, explica la profesora de ciencia política de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) Gema García Albacete. Esta experta continúa su argumentación: “Las personas desarrollamos una identificación partidista. Tenemos partidos a los que preferimos y, a base de votarlos, desarrollamos más apego”.

Esa identificación tarda en formarse, según el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Joan Font a lo largo de “dos o tres elecciones”. “Una de las cosas que nos lleva a votar es el piloto automático de que tenemos que quedar bien con nuestro grupo, nuestro partido o con esa colectividad a la que sentimos que pertenecemos. Eso les pasa a algunos adultos, pero no en el caso de los jóvenes”.

Víctor tiene 30 años, es fisioterapeuta, vive en Valencia y solo votó en las primera elecciones tras cumplir los 18. “Decido no votar porque no me creo a nadie”, dice. “No veo que miren por el bien de todos” y “de las cosas que dicen que van a cambiar, un gobierno u otro, al final no hacen ni la mitad para ayudar a la gente”, lamenta. Y ejemplifica esa lealtad de la que hablan los expertos: “Tengo discusiones con mi abuela o con mi familia, que toda la vida están votando a un partido y se quejan de lo que hacen los otros, pero no ven lo que hace mal el suyo”. “De lo que hacen en campaña a lo que dicen... como luego la gente se olvida, porque si eres de un partido, eres de un partido aunque te la metan doblada”, explica.

Menos abstención en 2015

“Los jóvenes son más propensos a la rebeldía, de una forma más o menos romántica, pero hay una cuestión que creo que tiene que ver con que es más fácil cuestionar el statu quo si tú no lo has elegido”, indica García Albacete. Un argumento que pondría luz sobre el aumento de la participación en las elecciones generales de diciembre de 2015. En aquellos comicios, la abstención de los jóvenes de entre 18 y 34 años fue del 34%, ocho puntos menos que en los de 2011, aunque siguió siendo más alta que en los tramos de más edad, según datos de Metroscopia. “Tuvo bastante que ver con las manifestaciones que hubo desde 2011 y con el surgimiento de nuevos partidos”, señala Trujillo. Pero aquella tendencia se revirtió en unos meses. Para las siguientes elecciones, en junio de 2016, la abstención de los menores de 34 volvió a subir hasta el 39%. “Aunque estos partidos tienen más voto joven que los demás, están dejando de sentirse representados”, apunta el estadístico.

“Los jóvenes no se sienten representados por las fuerzas políticas actuales, eso es evidente”, coincide el consejero de comunicación de Escaños en Blanco, Oliver Navarrete. “Incluso los partidos más nuevos ven cómo poco a poco pierden votantes al no ver los resultados que tanto ansiaban. Esto a su vez es peligroso porque se habían levantado muchas esperanzas en torno a estos nuevos partidos, que han defraudado muy rápido a unos votantes muy jóvenes que pueden caer en la apatía hacía todos y pueden ser carne de abstención que, a su vez, de una forma u otra sabemos que beneficia a los partidos mas votados al elevar el umbral mínimo para obtener escaño y esto perjudica a la pluralidad democrática”, añade. Según el CIS, el 43% de los votantes de Podemos y el 38% de los de Ciudadanos tendrían menos de 35 años. Serían el 23% y el 24,1% en el caso de PP y PSOE, respectivamente.

Font apunta también a los estímulos que llegan del entorno. “Hay gente que tiende a ir a votar siempre -quien vive en municipios más pequeños, los de más edad, etc.- y gente que se moviliza o desmoviliza más o menos en función de si tiene estímulos para votar, si es una elección decisiva, si la gente que esta alrededor saca el tema de las elecciones en las conversaciones, etc.”, explica. En ese segundo grupo estarían los jóvenes. Al tratarse de una tendencia global, el investigador pone como ejemplo los procesos electorales en EE.UU., donde “en las presidenciales, la abstención es parecida a la de los adultos”. No ocurre así en las legislativas. De hecho, de cara a las de noviembre de 2018, la agencia de comunicación Acronym lanzó una campaña para promover que los jóvenes fuesen a votar. En un claro tono irónico y bajo la consigna 'Knock The Vote', un grupo de personas mayores emplazaban a los jóvenes a quedarse en casa para que nada cambiara. La Eurocámara ha lanzado una iniciativa similar, #Estavezvoto, para tratar de aumentar en las próximas elecciones europeas la tasa de participación juvenil de 2014, cuando el 73% de los electores de entre 18 y 25 años no acudieron a las urnas, mientras la abstención total fue del 57,46%. 

Jaime, arquitecto de 28 años y residente en Madrid, se ha apeado del argumento de que “si no votas no te puedes quejar”. Él ha votado en elecciones anteriores “a cinco o seis partidos distintos”, algunas veces “a partidos minoritarios como forma de protesta”. Para estas generales la abstención es la opción que más le atrae porque “las razones que me llevan a no votarles tienen más fuerza que las razones por las que les votaría”. “Considero que no teniendo una opción política con la que te sientas representado, es completamente lícito no votar, porque votar en blanco tiene unos efectos y votar nulo es como no votar. Y, para no votar, no votas”, explica.

Los jóvenes, “una minoría”

En las últimas elecciones, los electores de menos de 25 años suponían el 14,4% del total. Si se amplía el rango hasta los menores de 35, el porcentaje llega al 21,7%. “Los jóvenes están empezando a ser una minoría. Lo podemos ver en la publicidad: hace 20 años iba enfocada a ellos, ahora va enfocada a la gente de mediana edad, quien tiene dinero y quien, desde el punto de vista demográfico, es la mayor parte de la población. Esto se refleja en todo. Los jóvenes pierden sus espacios, no tiene fuerza en los partidos, los abandonan y pierden su capacidad de influencia”, explica Trujillo. Por ejemplo, en 1998 había 11,1 millones personas de entre 18 y 34 años, el 27,8% del total. En 2018, los 7,2 millones de personas en ese rango de edad representaban el 15,5%. Los partidos tampoco se esfuerzan en recuperarlos porque “es muy costoso movilizar ese voto”, señala García Albacete. Esto provoca que “en el debate público, sea el tema de las pensiones o las mujeres, estén mucho más presentes que el paro juvenil, por ejemplo, que es bestial”, dice Font. 

“No veo tantas políticas que apelen a mí como joven”, lamenta Jaime. “Creo que todos dicen lo mismo, sobre el acceso al mercado laboral, la vivienda... todo de la misma manera. Y me interesa como joven, pero no exclusivamente”, explica. En su caso, si percibe cierto intento por “hacer mensajes que es muy obvio que están destinados a mí por ser joven”, aunque le “molesta que simplifiquen los mensajes, como si los jóvenes no fuésemos capaces de leer por encima de un tuit”. “Ahora no se lo que hay”, admite Víctor, “como no me interesa...”. Y repite: “De lo que dicen a lo hacen...”.