El XXXV Congreso de Teología organizado por la Asociación Juan XXIII valora la sensibilidad del papa Francisco con inmigrantes y refugiados y sus denuncias contra la insolidaridad de Europa, así que le pide que, “por coherencia”, abra las puertas del Estado vaticano a esas personas.
“As? tendrán credibilidad sus denuncias”, se argumenta en el mensaje de conclusiones de esta reunión, celebrada entre el jueves 10 y hoy, en la que se ha reflexionado sobe las religiones, la violencia y los caminos de la paz.
Los participantes se comprometen a luchar contra el modelo económico neoliberal “injusto y violento”, a colaborar en la acogida de inmigrantes y refugiados con las organizaciones implicadas, a abrirles las puertas de sus casas y comunidades y a destinar una parte de la colecta del Congreso a tal fin, informa la asociación de teólogos.
Reclaman el desarme militar de los Estados y el “rearme moral” por medio de la cooperación con los países del Sur, la solidaridad, la acogida y la apertura de fronteras a todos los inmigrantes, refugiados y desplazados por el hambre, la intolerancia religiosa y la persecución política.
En esta línea, piden a las confesiones y a sus dirigentes que eliminen las fronteras religiosas que separan y trasmitan mensajes y ejemplos de solidaridad, superen la endogamia y desarrollen “un macroecumenismo de la no violencia activa, la hospitalidad y la lucha por la justicia”.
Denuncian que los conflictos armados y la violencia de gobiernos y organizaciones terroristas están causando muertes, el deterioro de la naturaleza, la eliminación de manifestaciones culturales milenarias, éxodos masivos y persecución de minorías.
En algunos de esos conflictos, las religiones tienen un papel “importante, a veces decisivo”, y se convierten en “fuente de violencia” o, al menos, en justificación y vehículo de la misma.
La violencia más extrema es la de género, aseguran, un “instrumento permanente de poder y de dominación del patriarcado contra las mujeres”, según estos teólogos, que también recuerdan a los niños “robados con la complicidad directa de instituciones católicas”.
Además, destacan la violencia contra los homosexuales, bisexuales y transexuales.
“La jerarquía católica, sin embargo, lejos de condenar la violencia patriarcal y homófoba, tiende a guardar silencio -opinan- (...) Ella misma la ejerce contra las mujeres y las minorías sexuales al negarles el acceso al ministerio ordenado, excluirlas de los ámbitos de responsabilidad, negarles los derechos sexuales y reproductivos e imponerles una moral represiva”.
Por el contrario, propone un cambio religioso que reconozca la igualdad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos de la vida religiosa y reconocimiento de las diferentes identidades sexuales, étnicas, culturales y religiosas, diálogo, cultura de paz y hospitalidad.
“Sólo así -auguran- dejarán (las religiones) de ser fuentes de violencia y se convertirán en caminos de paz”.