CRÓNICA

Un toque de Cosa Nostra en el Congreso

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En política, los ataques personales raramente se dejan sin responder. Tampoco es que por la calle pasen desapercibidos, pero en general la gente tiende a no abrirse la cabeza al oír el primer improperio. Y no suelen llamar a sus amigos para que ajusten cuentas con el autor de la presunta ofensa. En el Congreso de los Diputados, cuentas con la ventaja de que puedes convocar a los tuyos para que zurren al culpable hasta dejarle la cara marcada. Luego, esos mismos políticos invocan el respeto debido a las instituciones y a veces se quejan de que los ciudadanos no los tratan con la consideración que merecen por su gran labor. La culpa es del populismo y otras tendencias malignas que van a echar a perder a la civilización occidental, dicen mientras limpian de sangre el puñal.

Nadia Calviño tuvo un arranque de furia el 15 de diciembre cuando se encontró a Pablo Casado en la entrega de premios de una organización empresarial a la que también asistió el rey. “Estoy asqueada por lo que has dicho de los abusos a menores. No puedes sacar en el pleno los casos de los menores”, le dijo en modo tecnócrata enfurecida, una posición que no suele asumir. Se refería a la sesión de control en la que Casado soltó a Pedro Sánchez ese “¿qué coño tiene que pasar para que usted asuma alguna responsabilidad?”, mezclando el caso del niño de Canet de Mar y el de las menores de un centro tutelado de Baleares que sufrieron abusos sexuales.

La conversación, desvelada por El Confidencial, fue tensa. “No acepto que me digas lo que puedo decir o no”, respondió Casado. Calviño insistió: “No puedes decir mentiras”. A Martínez-Almeida le dijo que su jefe se había comportado como un “desequilibrado”. Al día siguiente, contó a los periodistas que no había dicho asqueada, sino “descompuesta”.

La honra del líder había quedado expuesta por la información y el PP reaccionó con celeridad. Bien mirado, es lo menos que podían hacer, en especial en el momento en que Casado se veía castigado por el desafío de Isabel Díaz Ayuso a Génova. De ahí también que elevara el termostato de la furia al máximo, con coño incluido, una vez que la presidenta de Madrid le estaba comiendo espacio en los titulares.

Lo que pasó después ya fue otra cosa. Todo empezó a adquirir aires de vendeta siciliana con la intención de vengar al líder. No se toca al capo sin sufrir las consecuencias. En una operación obviamente conducida desde arriba, se convocó a las tropas para que sacaran las armas y empezaran a disparar sobre la vicepresidenta económica. Ni siquiera era necesario hablar de economía. Lo que sí era importante es que fueran mujeres las que atacaran a Calviño.

Esta semana, en el Senado y el Congreso, cuatro parlamentarias del PP cumplieron la misión encomendada. Las preguntas que habían planteado tenían que ver con cuestiones económicas, aunque les interesaba más hablar de otros asuntos. “Tapar casos como el de los abusos sexuales a menores tuteladas en Baleares y Valencia sí que es repugnante y asqueante, señora Calviño”, gritó el martes la senadora Salomé Pradas. “A Caperucita Roja se le ha caído la capa y asoma el lobo”, espetó María Salom, empeñada en describir a Calviño como una “radical”, una definición que causaría risas si llegara a Bruselas.

El miércoles en la sesión de control del Congreso, tocaba más acoso. La clave era dar a entender que a Calviño le dan igual los abusos a menores sin que la vicepresidenta haya hablado del tema. “No se preocupe tanto del líder de la oposición. Faltarle al respeto es lo que hizo usted con él”, le dijo Marga Prohens. Lo mismo hizo Belén Hoyo, pero con más drama. Que se viera que estaba indignada. Llegó al extremo de denunciar que Calviño y por extensión el Gobierno “se han puesto del lado de los verdugos y no de las víctimas”.

Calviño respondió quejándose de “la ligereza con la que hablan de temas extremadamente sensibles”. Menuda provocación. Eso dio a Hoyo la oportunidad de indignarse al cuadrado: “Siento vergüenza como mujer y madre”.

El caso de los abusos a menores en Baleares ocurrió en un centro gestionado por la Administración autonómica, regida por un Gobierno del PSOE y Unidas Podemos. Los delitos de explotación sexual se remontan a los años 90, cuando gobernaba el PP en esa comunidad. Si el PP quisiera ahora involucrar al Gobierno central, podría haber probado con el ministro de Interior. En cualquier caso, la Fiscalía y la Policía han negado que exista una única red de explotación sexual que esté detrás de todos estos casos, lo que no quiere decir que no se hayan producido abusos. La investigación judicial está abierta y ya ha habido detenciones.

Lo que ocurre es que ni Marlaska ni las autoridades autonómicas y provinciales de Baleares ni el fiscal o los policías del caso han atacado a Casado por su conducta en el Congreso. Fue Calviño la que puso en duda la honorabilidad del líder del PP y la familia no puede tolerar tal afrenta. Hay que sugerir que hay algo sucio en todo esto que Calviño está ocultando. Ella se ocupa de la economía, pero no vamos a dejar que nos despisten con pequeños detalles sin importancia.

En realidad, la ofensiva contra Calviño sí tiene algo que ver con los temas de su departamento. “Usted ha fracasado en la gestión de los fondos europeos”, le dijo este miércoles Cuca Gamarra. A algunos ministros europeos de Economía les gustaría ser unos fracasados. España ya recibió el visto bueno de la Comisión Europea para empezar a recibir los fondos del plan de reconstrucción y será el primer país en acceder a la primera entrega, 10.000 millones de euros en las próximas semanas.

Toda esa cantidad de dinero pone nervioso al PP, mucho más que lo haya podido pasar a las menores de Baleares.