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ANÁLISIS

El misterio de la vicepresidenta sigue intacto

Tras 330 páginas de lectura el misterio Soraya sigue ignoto. Las periodistas Gabriela Bustelo y Alejandra Ruiz-Hermosilla han tratado de hacer una biografía no autorizada de la mujer más poderosa de España, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, pero como admite uno de los prologuistas, el presidente de Prisa, Juan Luis Cebrián, se ha quedado en “una meditación sobre el poder”, además de demostrar en sucesivas páginas el patente menosprecio que las autoras profesan por el expresidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero.  

En todo caso el libro, con el título de La vice-presidenta, da muestras de que solo alguien imbuido en la esencia del poder como Sáenz de Santamaría tiene capacidad para silenciar a críticos y aduladores. “Es curioso que una persona que fue durante muchos años portavoz parlamentaria y gubernamental haya sabido salvaguardar su intimidad, e incluso su perfil político, de las tormentas de mierda que caen sobre los personajes públicos desde la explosión de la sociedad digital”, señala Cebrián como si no se hubieran desplazado a periodistas de El País porque su trabajo incomodaba a la vicepresidenta.

Las opiniones de Cebrián sobre la vicepresidenta son paradigmáticas. El presidente de Prisa le abrió las puertas del Club Bilderberg a la vez que coincide con el dirigente del PSOE Ramón Jáuregui en que “no es una líder política” y niega la participación de Sáenz de Santamaría  en la operación financiera que salvó a Prisa de la bancarrota.

Aunque Cebrián alaba la labor de la segunda de Rajoy como portavoz del Gobierno, según las autoras del libro lanza una carcajada tras decir que “la política informativa de Rajoy la lleva Mauricio Casals”. Una broma con carga de profundidad tras la publicación en El Español de una declaración en comisaría del presidente del grupo ZED, Javier Pérez Dolset, en la que asegura que el presidente del periódico La Razón habría cobrado dinero a empresarios del Ibex para “reconstruir las relaciones con la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, que estaban deterioradas”. 

El libro recoge una fuente del Partido Popular que no quiere decir su nombre que asegura que “es fantástico que estén, al mismo tiempo, Prisa, Atresmedia y Mediaset en contra de todo el mundo menos de Soraya. Esto se explica porque ella se considera hija política de Mauricio Casals”.  

Poco  más deja entrever esta biografía, a pesar del papel de la vicepresidenta con los medios de comunicación –nunca antes ha habido tantos cambios de director de rotativos bajo la presión política– o su gestión al frente del Centro Nacional de Inteligencia, en medio de una guerra entre agentes de la policía y el CNI con un personaje como el pequeño Nicolás de por medio.

No se desgranan las relaciones entre la vicepresidenta y los principales dirigentes empresariales del país, especialmente en los sectores eléctrico, financiero y mediático, y tampoco se profundiza en su papel a la hora de ayudar a Mariano Rajoy, como ministro de Presidencia y portavoz del Ejecutivo de Aznar, a gestionar la catástrofe medioambiental del Prestige. Incluso la comunicación de los casos de corrupción del Partido Popular son expuestos en el libro como un ente extraño al universo de la vicepresidenta, a pesar de que fue durante cuatro años portavoz del Gobierno, trasladando la responsabilidad a la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez de Castro.    

La “gran polémica de fondo en torno a Sáenz de Santamaría”, según las autoras de esta biografía, ha sido admitir que fue un error la campaña de recogidas de firmas impulsada por el PP contra el Estatut catalán, cuando fue ella junto a Federico Trillo los que firmaron el recurso de inconstitucionalidad que presentó el PP contra la norma catalana.

Antes Bustelo y Ruiz-Hemosilla recogen una retahíla de situaciones –algunas cercanas al ridículo como cuando las periodistas consideran que la vicepresidenta vaya sin su marido al bar Toni2 por la noche es “un síntoma inequívoco de la modernización del Partido Popular”–  que califican como controvertidas como prometer el cargo en lugar de jurarlo, la contratación de su marido por Telefónica, la famosa foto de portada de El Mundo, la parada en sitio prohibido del coche oficial para comprar ropa en Primark que publicó eldiario.es, la decisión de no cogerse todo el tiempo de baja maternal o la elección del despacho que ocupó con anterioridad el almirante Luis Carrero Blanco.

Pecata minuta para la vicepresidenta que tiene una guerra descarnada contra la ministra de Defensa y secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, y a la que se apunta como la causante de que se haya defenestrado al grupo de ministros que formaban el llamado G-8, que se habían opuesto a la acumulación de poder de Sáenz de Santamaría: José Manuel García Margallo, Ana Pastor, Jorge Fernández Díaz, Miguel Arias Cañete, José Manuel Soria, José Ignacio Wert, Alberto Ruiz-Gallardón y Ana Mato. Ninguno de ellos está en el Gobierno hoy en día. 

Solo el exministro de Exteriores García Margallo se ha atrevido a dar su opinión en el libro para remachar una idea que se repite: la falta de ideología de la vicepresidenta. “Cuando Soraya llegó a Madrid en el año 2000, si hubiera sido el PSOE quien buscaba asesores jurídicos en vez del PP, Soraya habría aterrizado en el PSOE, donde se habría instalado con absoluta tranquilidad. Si tú le preguntas en qué cree políticamente, no hay manera. Yo no he sabido nunca en qué cree”, sostiene Margallo en el libro.

Esta visión la comparten otros políticos. El portavoz de Ciudadanos en el Congreso, Juan Carlos Girauta: “Es inimaginable el rajoyato sin Soraya. Tiene la misma consideración que Rajoy respecto de la lucha de ideas. Es decir: cero”. Gaspar Llamazares, que fue coordinador general de Izquierda Unida, añade que “ideológicamente, esa opinión de que lo mismo le da estar en IBM que en el PP es la que había en el Congreso de los diputados”. El expresidente del PP de Cataluña Alejo Vidal Quadras coloca el ascenso de Sáenz de Santamaría como prueba de que “el PP ha caído en manos de tecnócratas carentes de algún tipo de base ideológica”.   

“Está muy bien casada”

Uno de sus principales valedores, el presidente del PP vasco, Alfonso Alonso, trata de ubicarla aportando más confusión cuando la sitúa en el “ala liberal del partido pero sin hacer bobadas”. Es Alonso el político de su partido, junto a Celia Villalobos, que más se atreve a definir a la vicepresidenta, aunque sus frases no dejen de sonar a un machismo rancio sin mucha profundidad –“No va de mujer en su trabajo. Está muy bien casada. Tiene una dimensión de madre y de mujer que trata de preservar”– o de su forma de ser: “Es sencilla, normal, cero gilipollas”.

El presidente del PP vasco recuerda los problemas y obstáculos que le pusieron otros miembros del partido cuando la nombraron portavoz parlamentaria. “La recibieron de aquella manera. Era una época muy dura, antes del Congreso de Valencia. Cuando la nombraron, había un prejuicio absoluto”, comenta.

Joan Ridao, portavoz de ERC entonces, cuenta que lo resume todo el tono ofensivo de algunos compañeros suyos en el Grupo Popular, que la tildaban de “la niña de Rajoy”. Mucho ha cambiado la situación.

Ahora Alonso no tiene duda en señalar que Sáenz de Santamaría “va a ser presidenta del Gobierno. Tiene ambición y vida propia. Tiene liderazgo y capacidad de trabajo”. Para ello primero tendrá que acabar con el padre. Cebrián insiste en que “ella es una persona muy fiel a Rajoy. Toda su carrera política la ha hecho a la sombra de Rajoy”.

Todavía hay demasiados aspectos para desgranar la carrera de la mujer más poderosa de España. Hay demasiados silencios y temores a las repercusiones que pueda suponer opinar sobre la vicepresidenta. Excelente estudiante, abogada del Estado, con un pragmatismo que evita que la encasillen políticamente y una capacidad de utilizar su poder y sus contactos en la alta dirección de las empresas en su beneficio político. Una de las posibles sucesoras de Rajoy es hoy la imagen de cómo funciona el poder político-empresarial en España, aunque las autoras del libro se empeñen en definirla como frases como “Soraya no es una mileurista, pero piensa como una mileurista y encarna a la perfección el abandono del guerracivilismo por la confrontación generacional que define la España del Siglo XXI”.