La Dirección General de Tráfico está a punto de cerrar su peor año. A la crisis institucional que se llevó por delante la cúpula del organismo, empezando por su exdirectora María Seguí, que dimitió el pasado verano acusada de beneficiar a su marido –un científico que trabajaba en un grupo de un equipo universitario especializado en siniestralidad– se une ahora el repunte de las víctimas mortales en los accidentes de tráfico.
La DGT ya no podrá presumir, como venía haciendo cada mes de enero, de cerrar el ejercicio con los mejores datos desde 1960, cuando se inauguraron los recuentos oficiales. Esa estadística que fue mejorando desde 2004 hasta 2013 con una evolución espectacular –los muertos en la carretera bajaron durante las dos legislaturas del Gobierno de Zapatero de 6.000 a menos de 1.500– ya escondía una trampa en 2014 y 2015: en los dos últimos años de Seguí la DGT celebraba el récord a principios de enero sin esperar a computar las muertes de los heridos graves de diciembre que fallecían durante las semanas posteriores.
Si se hubiera esperado a contabilizar esos fallecimientos en hospitales para cerrar el balance, la tendencia ya se habría dado la vuelta en 2014. Ese año murieron 1.247 personas en todo tipo de carreteras, 17 más que en el ejercicio anterior. En 2015 volvió a subir: fueron 1.248 los muertos en vías urbanas e interurbanas.
El nuevo dato registrado el miércoles por la DGT rompe una estadística de 13 años consecutivos de disminución de muertos en las carreteras interurbanas, las que vigila y son competencia de la Dirección General de Tráfico y que patrulla la Guardia Civil.
Según la estadística oficial de la institución adscrita al Ministerio del Interior, hasta el martes 20 de diciembre perdieron la vida 1.131 personas en las vías interurbanas (no se cuentan las carreteras de titularidad municipal), según el balance provisional que computa fallecidos y heridos durante las 24 horas posteriores a cada accidente. Desde 2004 esas gráficas siempre habían ido mejorando año a año al cierre de cada ejercicio, independientemente de lo que después sucediese con los heridos.
Los datos oficiales de la DGT señalan que el martes ya se había igualado el número de muertos en vías interurbanas de todo 2015 (1.131, incluidas las de aquellos heridos que fallecieron durante el mes de enero de 2016). Pero los atestados de tráfico siguen recogiendo víctimas: faltan 11 días para cerrar el ejercicio y todo el mes de enero para seguir la evolución de los hospitalizados más graves.
La barrera de 2015 se superó este miércoles 21 de diciembre. La víctima 1.132 fue un técnico de conservación de carreteras, un hombre de 30 años que perdió la vida después de que la furgoneta en la que viajaba fuese arrollada por un camión que transportaba coches nuevos.
El siniestro tuvo lugar en el kilómetro 253 de la Autovía A3 a la altura de Villagordo del Cabriel (Valencia). Este accidente, como todos los que se produjeron en las últimas horas, será incorporado este jueves al cómputo oficial de la Dirección General de Tráfico que se actualiza a diario, y será entonces cuando las tablas de datos certifiquen que se ha roto la tendencia prolongada iniciada en 2004 cuando el Gobierno de Zapatero convirtió en asunto de Estado los accidentes de Tráfico y situó a Pere Navarrro al frente de la DGT.
Al balance provisional de fallecidos de 2016 falta por sumar aquellas víctimas mortales producto de siniestros que tienen lugar en vías municipales, donde la competencia de tráfico la ejerce cada policía local. En esas vías urbanas, de las que todavía no hay datos de 2016, perdieron la vida en 2015 441 personas, una cifra idéntica a la de 2014.
Así que las estadísticas solo pueden empeorar en lo que queda de un año que aún tiene por delante la operación especial de Navidad. Tráfico prevé hasta el 9 de enero 16,7 millones de desplazamientos, tres millones más que durante la misma campaña en 2015. El nuevo director general de Tráfico, Gregorio Serrano, prometió la pasada semana que la institución va a poner todos los medios posibles para evitar nuevas muertes durante las fiestas y hacía ver que ahora falta concienciar a la ciudadanía.
A diferencia de lo que sucedió con sus antecesores Pere Navarro y María Seguí, Serrano no es un técnico sino un político de la máxima confianza del ministro del Interior, José Ignacio Zoido, al que ya acompañó como portavoz adjunto del PP en el Ayuntamiento de Sevilla cuando Zoido era alcalde.
Este licenciado en Derecho y especialista en legislación tributaria tiene por delante el reto de recuperar el crédito de una institución que había ganado prestigio en toda Europa y que en los últimos meses ha sido criticasa por las asociaciones de automovilistas, las autoescuelas, y casi todo el sector. Incluido, el propio Navarro, uno de los hombres más respetados en la casa que el pasado verano advirtió de que la DGT había perdido su credibilidad.