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En varios momentos del debate definitivo los moderadores buscaron con la mirada a alguien que interviniese en los bloques previamente definidos por las cinco principales formaciones políticas. Esa necesidad de arrastrar a los intervinientes define en parte un enfrentamiento dialéctico en el que no han faltado una pelea que se ha parecido más a una sucesión de escarceos que a una tensión continuada.
Rivera se ha llevado la foto al sacar un trozo de adoquín arrancado de las calles de Barcelona durante las protestas de las últimas semanas. Los momentos más tensos para Pedro Sánchez han llegado cuando todos sus oponentes le han exigido que explicase con quién piensa pactar si gana las elecciones pero sin escaños suficientes para gobernar. El candidato socialista ha salido de la encerrona sin desvelar sus planes ni cerrar la puerta al independentismo y sin un solo gesto de empatía con Pablo Iglesias.
Con los focos todavía calientes, el PSOE ha filtrado un recuento de parte según el cual Sánchez habría recibido 159 ataques de otros candidatos frente a los 60 golpes que habría encajado Casado, los 45 recibidos por Rivera, los 33 de Abascal y los 21 golpes que tuvieron a Pablo Iglesias como destinatario.
La novedad es que los ataques se han cruzado también dentro del mismo bloque ideológico. Rivera ha acusado a Abascal de beneficiarse de los chiringuitos que critica. A Casado le ha recordado la corrupción que imperó en la Calle Génova en los tiempos de sus predecesores, a lo que el candidato del PP ha reaccionado con una frase que en varios momentos de la contienda ha sido usada por todos los candidatos: “a mí usted no me de lecciones”.
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