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El viejo socialismo que alimenta la TDT y los manifiestos contra Sánchez

Irene Castro

21 de febrero de 2021 21:15 h

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El PSOE de Pedro Sánchez es una balsa de aceite en comparación con los tiempos convulsos que han sufrido otros secretarios generales. Atrás quedaron los comités federales plagados de reproches que duraban fines de semana completos. Los contrapoderes en el partido han desaparecido por obra y gracia de las primarias desde que Pedro Sánchez se impuso no solo a Susana Díaz, también a los poderes fácticos del socialismo. La reforma de los estatutos para blindarse le han dado más poder del que nunca ha tenido un líder del PSOE. Y a eso se añade la presidencia del Gobierno. La crítica pública brilla por su ausencia y el secretario general ha llegado al punto de colocar a uno de sus ministros de candidato del PSC, que formalmente es otro partido. Solo en momentos muy puntuales arrecian voces críticas entre lo que queda de las baronías, fundamentalmente Emiliano García-Page desde Castilla-La Mancha y Javier Lambán en Aragón. No es que no haya reproches a Sánchez, a algunas de sus decisiones y sobre todo a sus socios, sino que el partido se configura más que nunca en torno a la imagen de su líder.

En ausencia de las legendarias batallas que se han dado en el partido desde los tiempos de Felipe González y Alfonso Guerra, otras viejas glorias del socialismo que no participan desde hace lustros en la vida orgánica del partido, copan las tertulias de la TDT y firman manifiestos contra el secretario general y presidente del Gobierno, con durísimas diatribas sobre todo a los pactos que los socialistas mantienen con Unidas Podemos y los partidos independentistas.

Entre los habituales de los debates y tribunas en los medios más a la derecha de la prensa madrileña, está el expresidente de la Comunidad Joaquín Leguina, quien impulsó incluso un manifiesto contra el confinamiento decretado por el Gobierno el pasado abril al considerarlo “una medida fascista, ineficaz, humillante, traumatizante y destructiva” fruto de “una visión cortoplacista y chapucera”. Junto a él suele aparecer el exministro del Interior José Luis Corcuera. En su caso, se dio de baja de militancia tras la victoria de Sánchez en las primarias de 2017. O el exalcalde de A Coruña y exembajador de España ante la Santa Sede, Francisco Vázquez, otro guerrista que fue secretario general del PSOE gallego y que hoy coquetea con algunas de las tesis de Vox. A menudo las protestas de estos expolíticos -sin peso ni representación hoy en el partido- surten titulares a la prensa conservadora que apelan a “dirigentes socialistas” encolerizados con la gestión de Sánchez.

A las apariciones mediáticas se ha sumado recientemente el impulso de manifiestos contra la coalición que secundan personalidades de distinto color político y en los que también asoman cuadros del viejo socialismo que en su día tuvieron papeles relevantes en el partido. El último ha sido promovido por La España que reúne -una plataforma que preside el exdirigente vasco Nicolás Redondo- para exigir a Sánchez el cese de Pablo Iglesias como vicepresidente del Gobierno tras sus palabras en las que venía a decir que España era una democracia imperfecta. El manifiesto que exigía la expulsión de Iglesias del Gobierno -y por tanto la ruptura de la coalición y la convocatoria de elecciones- reprochaba también “el ultraje de comparar la situación de Carles Puigdemont y su holgada estancia balnearia en Bruselas, fugado de la justicia española tras su fallida agresión al orden constitucional” con la situación de los exiliados republicanos, que hizo Iglesias en el programa Salvados hace unas semanas. Los firmantes del texto -que son ya más de 8.000 en Change.org- acusan a Iglesias de ponerse “del lado del crimen” y avisan: “La democracia española no se puede permitir la presencia de un pirómano en el Consejo de Ministros. Ante la historia quedará la responsabilidad de quien lo nombró”. 

“El manifiesto no tiene nada que ver con el PSOE. No es un ajuste de cuentas. Las vicisitudes biográficas de cada uno de nosotros (la mía, Joaquín Leguina o Corcuera) tienen poca importancia. Hemos coincidido en este manifiesto. Nos parece malo para España que haya una persona como vicepresidente que cuestiona la democracia”, explica Redondo a elDiario.es en una conversación en la que recuerda que ese texto lo “puede firmar cualquier persona, no solo socialistas”. De hecho, saltó a los titulares porque lo secundaban distintas personalidades y políticos de varios partidos: desde Francisco Igea, vicepresidente de Castilla y León, hasta Manuel Valls pasando por la exportavoz parlamentaria del PP Cayetana Álvarez de Toledo. “Cayetana es una demócrata que ha firmado, no existe ninguna incompatibilidad”, contesta Redondo al preguntarle por la coincidencia de varios socialistas en un mismo manifiesto con el ala dura del PP. 

El exconcejal en el Ayuntamiento de Madrid, Antonio Miguel Carmona, que también secunda el texto contra Iglesias, impulsó una recogida de firmas contra el pacto del PSOE con Unidas Podemos y ERC para eliminar de la ley Celaá la referencia al castellano como “lengua vehicular”. Preguntado por elDiario.es, Carmona ha preferido no hacer comentarios sobre ese escrito que suscribió, entre otros, el exvicepresidente Alfonso Guerra. Carmona es otra de las voces habituales de ese socialismo que campa por los platós.

Los ataques al sanchismo por parte de estos expolíticos metidos ahora a tertulianos de radio y televisión contrastan con su comprensión con los partidos de la derecha y no se paran ante casi nada.

En una de sus entrevistas más sonadas, el exministro Corcuera estaba atizando al presidente del Gobierno en el programa Espejo Público y un escalofrío recorrió el plató de Susanna Griso cuando el invitado empezó a sufrir una especie de convulsión y admitió que le había saltado el desfibrilador llevándose la mano al corazón. Pese a los intentos de la presentadora por cortar la entrevista, Corcuera pidió acabar su argumentación contra Sánchez:

“Es absolutamente inconcebible que con estos datos salga el presidente del Gobierno el 4 de julio en las elecciones autonómicas de Galicia y diga: ”La pandemia se ha terminado, los problemas sociales y económicos serán duros, pero los venceremos pronto“. Oiga, pero ¿qué patente de corso tiene este que lo primero que tiene que hacer es borrar su intervención en la moción de censura? -se preguntó antes de proseguir-. Porque la intervención del señor Ábalos y del señor Sánchez está basada en lo que el Tribunal Supremo ha dicho que no vale, esa es la verdad, y fíjese que se lo dice uno que tiene amigos en una situación comprometida. Yo soy amigo de Manolo Chaves, muy amigo de Pepe Griñán, de Magdalena Álvarez, de Gaspar Zarrías… Soy amigo ahora porque creo que no se llevaron un duro y si el Tribunal Supremo fallara en su contra seguiré siendo amigo de ellos porque la amistad adquiere valor cuando quien la recibe está en una dificultad”. Griso lo interrumpió por fin y le pidió que se marchara del estudio para ser atendido por un médico de Antena 3, ante el asombro general de quienes estaban en el plató.

Buena parte de la distancia de la ‘vieja guardia’ del PSOE con Sánchez comenzó durante su primer mandato como secretario general, cuando renegó de muchos dirigentes involucrados en causas judiciales como el caso ERE o las tarjetas black de Caja Madrid. 

Otro de los que rompió el carné del PSOE fue Francisco Vázquez, flamante alcalde de A Coruña durante 23 años y posteriormente embajador de España en el Vaticano. Su ruptura se debió a la ley de memoria histórica, que consideró “estalinismo puro” en una entrevista en ABC en la que cuestionó que el PSOE tome “banderas ajenas como el ecologismo y la ideología de género”. Habitual en 13 TV, Vázquez dijo en una de sus últimas apariciones que es Sánchez quien ha roto con “los valores históricos del PSOE” y le acusó de sacar el debate de la memoria democrática para “tapar el pacto presupuestario con los terroristas de Bildu y los golpistas de ERC”.

Casado y Olona aprovechan los manifiestos

Las soflamas de los antiguos dirigentes socialistas a menudo son utilizadas por los rivales políticos de Sánchez. Pablo Casado saca a relucir a menudo las discrepancias de la vieja guardia socialista en sus duelos con Sánchez y lo hizo este miércoles en el Congreso: “Haga caso a esas doscientas personalidades de izquierdas que le dicen que cese esa infamia ya y saque a Podemos del Gobierno, y así lo que vamos a conseguir es, primero, acabar con la jaula de grillos de Moncloa y, segundo, que los españoles recuperemos el sueño”. También lo aprovechó la diputada de Vox Macarena Olona en su ‘cara a cara’ con Iglesias: “Lo que tenemos es un pirómano en el Consejo de Ministros. Así le han calificado de manera certera doscientas personalidades que han suscrito recientemente un manifiesto exigiendo su destitución como vicepresidente, entre ellos notables socialistas, como el señor Felipe González o don José Luis Corcuera [el expresidente no firmó ese texto aunque sí reconoció que Iglesias metía ”la pata“]. Y tienen toda la razón porque es usted un auténtico pirómano, cuya única aportación a España son sus constantes intentos de desestabilización de nuestra gran nación desde el Gobierno”.

“Me preocupa lo que digo yo, lo que digan otros me da igual, quien lo quiera utilizar que lo utilice. También pone a otros partidos en reflexión porque el PP tendría que apoyar a Pedro Sánchez. Es un toque de atención a otros partidos también”, responde Nicolás Redondo sobre el uso que hace la derecha de ese tipo de posiciones de la veterana dirigencia socialista. El exdirigente vasco sostiene que su posición no ha cambiado: dejó la primera línea política por sus discrepancias en tiempos de José Luis Rodríguez Zapatero y tras fracasar su candidatura en Euskadi que pretendía desbancar al nacionalismo en una alianza con el PP de Mayor Oreja. Años después, su sucesor, Patxi López, sí acabaría alcanzando ese acuerdo para hacerse con la lehendakaritza. 

Leguina, sobre Vox: “En algunas cosas tiene más razón que un puño y en otras, no”

“Casado es un demócrata; Iglesias no”, responde Leguina a este diario, interpelado sobre la utilización que hizo el jefe de la oposición y la diputada de la extrema derecha. ¿Y Vox? “Vox es un partido de derechas. En algunas cosas tienen más razón que un puño y en otras, como acabar con las autonomías, no. No es en todo de extrema derecha”, justifica el expresidente madrileño. Francisco Vázquez, por su parte, participó junto al PP en un acto de homenaje a la Constitución el pasado mes de diciembre con un grupo afín a Vox. El exalcalde coruñés, que ya dejó clara su preferencia electoral por Ciudadanos, denunció “una mayoría rupturista, con pautas totalitarias” del Gobierno de Sánchez “con los comunistas de Podemos y en torno a partidos independentistas y vinculados al terrorismo”.

Tanto Leguina como Corcuera niegan que sus críticas mediáticas o la firma de ese manifiesto menoscaben al PSOE. “Perjudicar al PSOE es lo que está haciendo Pedro Sánchez metiendo en el Gobierno a señores que están fuera de toda órbita. Están fuera de la Constitución y contra Europa. Este señor dice que Puigdemont es lo mismo que los exiliados, ¿cómo puedes convivir con gente así que saca los pies del tiesto?”, se pregunta el expresidente regional. 

“Me preocupa que use el argumento de que los que defendemos la Constitución y la jefatura del Estado coincidimos con la derecha. ¿A mí qué me importa? Puedo ir con cualquiera que defiende el orden constitucional. No puede ser un fascista. No iré con nadie que pretenda socavar la Constitución por métodos ilegales”, explica Corcuera: “El que usa la violencia para defender algún tipo de idea, ese es un fascista”.

“Contribuí en la medida de mis fuerzas en la construcción del PSOE antes de la muerte de Franco. Tengo especial preocupación por que ese partido siga siendo útil para la sociedad. Como jamás he estado en otro partido, será su responsabilidad”, agrega Corcuera, que admite que “antiguos dirigentes del PSOE y sindicalistas de la UGT ven con extremada preocupación lo que está ocurriendo en un gobierno de coalición -el único caso de Europa donde un Partido Socialista gobierna con comunistas-”. El exministro sostiene que en los últimos días Iglesias les ha dado aún más razones al “insistir en cuestiones que nada tienen que ver con la democracia como es el control de los medios de comunicación”: “Viene a ratificar todo lo que viene en ese manifiesto”.

Felipe González y Alfonso Guerra también hacen apariciones críticas con una cierta frecuencia, aunque con un tono más mesurado que el de sus excompañeros de partido, casi siempre para arremeter contra los socios de gobierno, Unidas Podemos y ERC.   

Pero los movimientos de la vieja guardia hace tiempo que dejaron de tener efecto en Ferraz. “Fueron importantes, pero fueron porque tenían unas siglas y una historia detrás. Puedes ser Felipe González, Joaquín Leguina o Pedro Sánchez pero en parte también lo eres porque tienes una organización detrás. Eres ministro o presidente autonómico pero por el partido”, señalan fuentes de la actual cúpula socialista, que recuerdan que “la última vez que el partido se paralizó por algo que decía Felipe González” fue en 2016, cuando aseguró en una entrevista en la Ser que había hablado con Sánchez de la abstención, y posteriormente se produjeron las 17 dimisiones de la Ejecutiva con la que pretendían forzar su salida de la secretaría general. “Luego se demostró que era una pieza más del engranaje”, rememoran esas fuentes sobre la operación para descabalgar a Sánchez y darle el Gobierno a Mariano Rajoy. “Se vio cuando se puso, con los demás, en la primera fila en el acto de presentación de Susana. La militancia al votar a Pedro también votaba contra esa primera fila, no contra su legado”, sentencian.