“También para los trabajadores, ya solo queda Vox”, es la frase que repiten como un mantra desde hace varias semanas los dirigentes de la extrema derecha. En su pugna por la hegemonía del conservadurismo español, el partido que preside Santiago Abascal trata de ensanchar su electorado haciendo guiños a las clases obreras consciente de que hasta ahora, según han reflejado los resultados de las últimas citas con las urnas, el voto a Vox siempre ha sido mayor entre las clases alta o media alta que entre los trabajadores.
El partido obtiene sus mejores cifras de apoyo en los barrios y localidades con mayor renta. Y aunque, al poco de nacer, el partido impulsó la creación de un sindicato, Solidaridad, que sigue sin tener apenas presencia en los comités de las empresas del país, sus propuestas económicas están dirigidas, de hecho, a los sectores privilegiados de la sociedad, para quienes Vox plantea bajadas masivas de impuestos. La formación ultra apuesta abiertamente, además, por la defensa de la sanidad y educación privadas.
Estas posiciones distinguen a la extrema derecha española de sus homólogos en otros países europeos como el Frente Nacional de Marine Le Pen que, pese a mantener un discurso xenófobo, homófobo o machista, como el de Vox, sí ha conseguido implantarse en zonas obreras con discursos favorables a las nacionalizaciones o los servicios públicos. A falta de políticas que concuerden con los intereses de esas clases trabajadoras, Vox trata de ganarse el voto obrero con sus intervenciones públicas. Abascal ha llegado a asegurar que los partidos de izquierda “han arrojado sus banderas al suelo y ahora solo les ofrecen colorines, discursos snobs, agendas contrarias a sus intereses y represión”.
En una de las últimas sesiones de control al Gobierno, la secretaria general del partido en el Congreso de los Diputados, Macarena Olona, utilizó una pregunta a la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, para tratar de hacer suyas algunas de las recientes protestas de trabajadores, como las del sector del metal, en Cádiz. “La lucha de los obreros del metal es la reivindicación legítima de una provincia condenada a la miseria”, había tuiteado días antes el líder de Vox, Santiago Abascal.
“Con usted, ministra de Trabajo, los trabajadores han perdido hasta su derecho de protesta”, aseguraba Olona refiriéndose a las actuaciones policiales de los últimos meses en contra de algunas de las movilizaciones de españoles que han visto cómo la crisis provocada por la pandemia ha puesto en riesgo sus puestos de trabajo.
Olona: “Cuando los obreros pierdan el miedo, recuperarán la esperanza”
Olona se refirió a los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, como “sindicatos del Gobierno”, a los que se ha “sobornado” desde el Ejecutivo a través de ayudas públicas y que, según la extrema derecha, “han abandonado por completo a los trabajadores”. “Todo para protegerla a usted, como ha ocurrido en Cádiz o en Castellón”, le dijo la diputada de Vox a Yolanda Díaz. “Con este Gobierno el derecho de huelga únicamente se le reconoce a los juguetes, ministra comunista”, añadió, ironizando sobre la campaña lanzada desde el Ministerio de Consumo en contra del sexismo de cara a las compras de Navidad.
“Cuando los obreros pierdan el miedo, recuperarán la esperanza”, concluyó Olona, insinuando que perder el miedo significa votar a su partido, que en su Agenda España –una suerte de documento político presentado este año– sostiene que “los grandes sindicatos subvencionados abandonan a los españoles” o que para luchar contra el desempleo plantea “reducir drásticamente las cargas sobre las empresas y la regulación abusiva”, la “reducción de las cotizaciones” y del “gasto” público, o que vincula la bajada del paro al freno a la inmigración.
Vox ha tratado además de apropiarse de algunos referentes históricos de las clases trabajadoras ya fallecidos, como el poeta Federico García Lorca o hasta el exlíder de Izquierda Unida Julio Anguita. “Hoy, Federico García Lorca votaría a Vox”, aseguró la propia Olona en tuit el pasado agosto, cuando se conmemoró el 85 aniversario del fusilamiento del reputado autor por parte del bando golpista que se sublevó en 1936 contra el sistema democrático de la II República y que después impuso la dictadura de Franco.
A principios del pasado diciembre, Olona también participó en un acto en Lepe (Huelva) en el que quiso abrazar una suerte de transversalidad para lograr la simpatía de las clases trabajadoras. “Esto no va de derechas ni de izquierdas”, dijo la secretaria general de Vox en el Congreso. Su proyecto, dijo, va del “espíritu de lucha” para defender a los “desahuciados”. A su juicio, “Julio Anguita se sentiría profundamente orgulloso de Vox” y “se avergonzaría profundamente de esos que dicen ser de izquierdas y defender a la clase obrera”.
Espinosa: “Los sindicatos ya no representan a los trabajadores”
En esa misma intervención, Olona habló de los “sindicatos de las mariscadas, absolutamente comprados y sobornados” y sostuvo que Vox “no es un partido, es un movimiento del pueblo y para el pueblo” a pesar de sus propuestas políticas, claramente perjudiciales para las clases obreras, como la supresión generalizada de impuestos que mermarían los ingresos de las administraciones públicas y, por tanto, afectarían de lleno a la prestación de servicios y ayudas a las que se ven necesitadas a acudir los ciudadanos más necesitados.
Al discurso en busca del voto obrero también se ha sumado el portavoz de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros. En la última rueda de prensa posterior a la Junta de Portavoces que ofreció antes de que acabara el año, él habló del “declive” de los sindicatos y del “poco impacto” que tienen “en la vida política”. “Hace unos años los sindicatos eran un referente de ayuda y consulta de los trabajadores. Hoy los sindicatos no se sienten en absoluto por esos sindicatos como lo hacían hace 20 o 25 años. Se puede ver en sus cuotas de afiliación y por eso necesitan de las subvenciones de gobiernos de todos los colores y por eso tienen mucha prevención de que Vox llegue al poder”, sostuvo, antes de anunciar que si la extrema derecha logra gobernar, retirará las ayudas a las centrales sindicales.
El 1 de diciembre, en otra sesión de control al Gobierno, Espinosa de los Monteros afirmó, en la misma línea, que “los sindicatos ya no representan a los trabajadores”. Al Gobierno, le dijo: “No tienen ustedes una sola respuesta para los trabajadores españoles”. Y concluyó: “También para los trabajadores, ya solo queda Vox”.