Donald Trump. Geert Wilders. Marine Le Pen. El auge de la extrema derecha trae a 2017 la sombra de los años 30.
El islamófobo de extrema derecha holandés Wilders ha mejorado sus resultados. No tanto como auguraban las encuestas, pero ya es la segunda fuerza política holandesa. En Austria, le extrema derecha de Norbert Hofer fue finalmente derrotada en segunda vuelta llena de tensión. En Francia, hace unos meses se daba por seguro que pasaría a la segunda ronda Marine Le Pen con François Fillon. Hoy, lo que se da por seguro es que pasarán Marine Le Pen y Emmanuel Macron: es decir, Marine Le Pen se da por descontado como finalista en las presidenciales francesas, sólo falta por saber con quién llegará.
La extrema derecha está creciendo, adobada de elementos antiestablishment –Trump–; islamófobos –Wilders–; nacionalistas –Nigel Farage–; xenófobos –Le Pen–, se alimenta de los perdedores de la globalización y de la austeridad dictada por instancias como la troika –sin pasar por las urnas–.
¿Y qué hay enfrente? Arquitecturas institucionales –estatales o europeas– en crisis; partidos políticos tradicionales en crisis y nuevas formaciones surgidas como reacción a los recortes sociales, económicos y de derechos que apelan a veces electorados semejantes, con recursos comunicativos y argumentativos en ocasiones parecidos pero con programas y fines políticos opuestos.
“En los años 30 entraron en crisis los sistemas liberales europeos, amenazados por el fascismo y la derecha reaccionaria después de la crisis del 29”, reflexiona el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias: “Había además un desafío geopolítico sobre quién sustituiría a una Gran Bretaña muy debilitada después de la gran guerra. Los aspirantes eran Alemania y EEUU, al tiempo que la URSS demostraba su capacidad para industrializarse. La respuesta fueron diferentes estilos de keynesianismo; tanto en Estados Unidos como bajo sistemas totalitarios como Alemania o Italia. Hoy el debate contradictorio sobre la soberanía y la geopolítica vuelve. No imagino en el corto plazo una gran guerra pero aquellos grandes debates vuelven a ser claves”.
Iglesias introdujo el paralelismo en el debate sobre el Consejo de Europa, este miércoles en el Congreso: “Estamos en una época en la que conviene recordar los años 30, cuando los regímenes liberales entraron en crisis y se salió de ella con alianza de la clase trabajadora, liberales y fuerzas políticas patriotas, que fueron la base de sostenibilidad del proyecto político de Europa. Hay que dotar de significado a la palabra soberanía”.
El coordinador federal de IU y diputado de Unidos Podemos por Madrid, Alberto Garzón, señalaba en un artículo en eldiario.es: “Las clases populares de Europa son parte de las grandes perdedoras de la globalización y, por eso mismo, buscan, a veces de forma consciente y otras de forma intuitiva, proyectos políticos de protección ante la expansión de la pobreza, inseguridad, precariedad e incertidumbre”. Y añadía: “La extrema derecha ha conseguido llegar a las víctimas de la globalización a través de proyectos políticos que implican promesas de protección construidas mediante discursos que llevan a guerras entre pobres (entre los de muy abajo y los de abajo de una sociedad). En política un espacio político no ocupado por un actor será ocupado, tarde o temprano, por otro. Esto es insistir en una obviedad: la extrema derecha ha llegado a las clases populares porque la izquierda anticapitalista no lo ha hecho”.
A diferencia de los 30, cuando el sistema liberal en crisis era disputado por el modelo fascista y el modelo soviético, en la actualidad, ¿cuál será el contrapeso fundamental de la extrema derecha o el “autoritarismo oligárquico”? ¿Los partidos tradicionales reconstituidos? ¿Las fuerzas políticas patriotas de las que habla Iglesias y las anticapitalistas que menciona Garzón?