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La imagen que confirma que las mascarillas con la foto de nuestra cara no son una buena idea: “Es tan inquietante como pensaba”
Las mascarillas se han convertido en las últimas semanas en un elemento esencial de nuestra vida cotidiana y la transición hacia la “nueva normalidad” con la que conviviremos durante los próximos meses. Una barrera que ha marcado estos días tanto los tan esperados recuentros tras el confinamiento como, especialmente, las primeras citas de la época post-covid.
A falta de un mejor método para suplir la pérdida de la mitad de nuestra expresividad facial, no se han echado en falta los primeros intentos de remediar la 'distancia emocional' que generan estos nuevos complementos. Desde la reivindicación social y política, hasta la expresión artística y religiosa, las mascarillas se han convertido en el reflejo de la identidad y la diversidad cultural de sus portadores. Aunque no siempre con la misma fortuna...
El último intento de luchar contra la tendencia a la uniformidad en el universo las mascarillas lo ha protagonizado el cineasta estadounidense Christopher Miller a través de su cuenta de Twitter, en la que ha subido una fotografía mostrando su nueva e “inquietante” protección contra el virus. “He hecho una mascarilla con una foto de mi cara impresa en algodón y tengo que decir que es tan inquietante como pensé que sería”, ha reconocido el director 21 Jump Street y The Lego Movie en el mensaje con el que ha acompañado su selfie estrenando mascarilla.
Una conclusión sobre la que Miller ha querido despejar cualquier duda adjuntando una segunda fotografía en la que posaba portando un segundo prototipo de mascarilla personalizada, en la que ha optado por un modelo más pequeño con el fin de “disminuir la distorsión” con un resultado igual de decepcionante. “Es un poco menos espeluznante, pero solo un poco...”, reconoce acerca de este segundo intento, del que no rescata ni su funcionalidad: “Además, no puedo desbloquear mi teléfono con ninguna de las versiones”.
La idea viral del cineasta no es la primera que trata de dotar de cierta personalidad a las mascarillas que se han convertido la segunda piel de ciudadanos de todo el mundo. Un estudio fotográfico de Chennai (India), STM photo studio, también ha desarrollado un exitoso modelo de mascarilla muy similar al de Miller. E incluso antes de que la amenaza del coronavirus se convirtiera en la pandemia que es hoy, empresas como la estadounidense Fade ID Mask, ya ofrecía mascarillas con rostro gracias a las cuales aseguran el correcto funcionamiento de las opciones de reconocimiento facial para el desbloqueo de teléfonos móviles.
Acerca de esta funcionalidad, que tanto concernía a Miller, la tecnológica Apple anunció hace unos días la actualización de sus sistemas operativos para iPhone y iPad que permita el desbloqueo de estos dispositivos para quienes aquellos usuarios que utilicen mascarillas, de forma que el propio terminal acelerará el tiempo de acceso al código secreto del propietario una vez que se detecte el complemento en su cara.
Las mascarillas se han convertido en las últimas semanas en un elemento esencial de nuestra vida cotidiana y la transición hacia la “nueva normalidad” con la que conviviremos durante los próximos meses. Una barrera que ha marcado estos días tanto los tan esperados recuentros tras el confinamiento como, especialmente, las primeras citas de la época post-covid.
A falta de un mejor método para suplir la pérdida de la mitad de nuestra expresividad facial, no se han echado en falta los primeros intentos de remediar la 'distancia emocional' que generan estos nuevos complementos. Desde la reivindicación social y política, hasta la expresión artística y religiosa, las mascarillas se han convertido en el reflejo de la identidad y la diversidad cultural de sus portadores. Aunque no siempre con la misma fortuna...