Como siempre antes de entrar a quirófano, se lava las manos, se pone los guantes y abre las puertas con la espalda. Pero, desde hace cinco años, en la sala de operaciones la espera alguien más. Un aparato enorme, sofisticado, con forma de araña y muchos brazos, que a cualquier persona normal le parecería sacado de una película de ciencia ficción. Es el robot Da Vinci. La tecnología con la que la cirujana torácica María Rodríguez consigue cada día mejorar la vida de los pacientes de cáncer de pulmón. Gracias a él, entre otras cosas, en lugar de estar una semana ingresados, se pueden ir a casa al día siguiente sin apenas dolor: “Recuerdo que la primera vez que me senté en el robot pensé: 'Esto es el futuro, en esto me tengo que formar sí o sí'”.
Lo consiguió. Esta médica de treinta y cinco años de la Clínica Universidad de Navarra es la única en Europa que tiene la acreditación de la American Association for Thoracic Surgery en Cirugía robótica. “En la consulta, hay pacientes que lo primero que me dicen es: 'Pero, usted es muy joven, ¿cuántas cirugías ha hecho?, ¿qué edad tiene?, ¿cuál es su currículum?'. Siempre les cuento la misma historia…”. La de una carrera meteórica marcada por una disciplina y una capacidad de trabajo incansables. La primera la adquirió sin darse cuenta gracias a los caballos, cuando su padre la llevaba desde muy niña a hacer doma clásica. La segunda, viene de mucho más dentro, del centro del tórax, del corazón. Siempre quiso ser médica, por eso, cuando era estudiante de la Complutense no le importaba dedicar sus vacaciones de verano a visitar a centros punteros en cirugía, como el Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York.
Hoy es incapaz de saber a ciencia cierta cuántas horas ha podido estar manejando el robot dentro y fuera de quirófano durante el tiempo que pasó en el Hospital Brigham and Women“s Hospital de Boston. ”Muchos días, cuando salía de una guardia o tenía un día libre iba a practicar con él. Fue un proceso muy largo, solo en simulación hice más de 300 horas“, recuerda quitándole importancia. Este robot es uno de los sistemas de cirugía mínimamente invasiva más vanguardistas: ”Permite quitar nódulos más pequeños conservando más parte del pulmón, te da mucha libertad de movimientos, más precisión, más comodidad… Muchas veces, estamos en quirófanos siete horas de pie, en posturas incómodas“. Gracias a él, puede operar sentada y tener una visión perfecta, pero siempre le gusta recordar que es solo un instrumento más: ”No opera por ti, no toma decisiones, ni habla con el paciente ni es capaz de transmitirle confianza. Los cirujanos somos lo que lo manejamos y nos valemos de esta tecnología para mejorar nuestras habilidades“.
Detrás de una gran mujer siempre hay un gran hombre
Es lunes y María ha estado toda la mañana pasando consulta, sin parar. A mediodía, ha ido a casa a comer con su marido: “Siempre intentamos buscar un equilibrio entre la vida personal y la profesional, comer juntos, una tarde para nosotros sin responder llamadas…”. Francisco ha sido uno de sus grandes apoyos durante los años de formación en Estados Unidos en los que aprendió a operar con el robot. “Irme a Estados Unidos era uno de mis sueños. Él se pidió una excedencia en su trabajo y se vino conmigo. Me cuidaba, se encargaba de la casa, de cocinar, de limpiar… Yo no tenía tiempo para nada que no fuera trabajar, si no hubiera sido por él no sé cómo habría sobrevivido. Había semanas que trabajaba noventa y seis horas a la semana, que no tenía tiempo de nada”. Han roto con el cliché. Detrás de una gran mujer siempre hay un gran hombre.