Un 30 de junio cualquiera, es perfectamente posible que uno vaya dando un paseo a los pies de los Pirineos por la localidad de Benasque (Huesca) y, de pronto, le asalte una serie de notas musicales que a quien más a quien menos le resulte familiar. Si uno sigue caminando, es también posible que se tope con unos “danzantes que llevan un traje típico aderezado con un pañuelo en la cabeza en el que se inserta un ramo de flores”. Así describe José Antonio González Serena en la Revista Aragonesa de Musicología la indumentaria tradicional que se usa en dicha localidad para bailar el tradicional Ball Benàs, una composición musical en la que, tal y como apuntan los últimos estudios realizados por el historiador Antonio Merino Mora, se podría haber inspirado el famoso Himno de Riego, que ejerció de himno nacional en el Trienio Liberal (1820-1823), la Primera República (1873-1874) y la segunda (1931-1939). No obstante, el catedrático en Musicología de la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB) Francesc Cortès i Mir prefiere coger la cuestión con pinzas y seguir otorgando la autoría de la música a José Melchor Gomis.
En conversación con este medio, Cortès i Mir, autor, entre otros libros, de Músicas en tiempos de guerra (Edicions UAB), asegura que “aunque es posible que Gomis pudiera haberse inspirado en algunas canciones populares, hay que tomarlo con cautela”.
Lo que está claro es que fue durante la Segunda República cuando se popularizó definitivamente el himno, aunque nunca estuvo exento de detractores, variaciones y alguna que otra polémica. Víctor Sánchez Martín, historiador de la Universidad de Alicante, habla de ello en La polifonía hímnica de la II República y el Himno de Riego: Himnos, culturas políticas y construcción nacional. Subraya que, a pesar de que es cierto que el Himno de Riego “generaba cierto consenso entre la coalición republicana al representar la lucha histórica contra la monarquía”, también lo es que “dicha coalición mostró diferencias notables que generarían una singular polifonía hímnica”. El catedrático Cortès i Mir cita los ejemplos más claros de esa incomodidad que suscitó el himno. “Se trata”, explica, “de los grupos anarquistas —la FAI, la CNT o el POUM—, que no se sentían identificados con el sentimiento popular nacional que transmitía la canción y que para ellos era del todo ajeno”.
Pero, ¿a qué se refiere Sánchez Martín con la “polifonía hímnica” que tuvo lugar durante el segundo período republicano? Concretamente a que, durante los primeros días de la República, “el protagonismo fue para La Marsellesa”, un modelo para los republicanos de los distintos países. “La prensa socialista”, por su parte, “hacía hincapié en sus propios elementos simbólicos”, por lo que trataba de imponer La Internacional. También escribe el propio Sánchez Martín que La Marsellesa no tuvo protagonismo únicamente el 15 de abril, el día después de la proclamación de la República,, sino que el 30 del mismo mes se publicó en los diarios de Barcelona y Tarragona que se adoptaba el himno francés hasta que se resolviera cuál iba a ser el himno definitivo español. Es probable, remata, “que esta disposición precipitara que el día 5 de mayo el Himno de Riego se estableciera como oficial”.
No obstante, a pesar de que las autoridades republicanas lo legitimaran por completo, no dejaron de surgir otras canciones con la aspiración de convertirse en símbolos nacionales. Es el caso, por ejemplo, del Canto Rural a la República Española, obra de Oscar Esplá y con letra de Manuel Machado.
¿Quién fue el general Riego?
El origen del himno, más allá de esa posible conexión con el Pirineo aragonés, hay que irlo a buscar al año 1820. La letra fue a cargo de Evaristo Fernández de San Miguel (1785-1862), un militar y noble español que se unió —siendo uno de los primeros en hacerlo— a la insurrección que encabezó el asturiano —y también noble y militar liberal— Rafael del Riego (1784-1823), quien da nombre a la canción, contra el monarca absolutista Fernando VII (1874-1833). Las proclamas de Riego iban en la dirección de recuperar la Constitución de 1812 (La Pepa) y de instaurar una monarquía constitucional. Finalmente, murió en el intento. Sin embargo, esa lucha del general contra el absolutismo fue la que lo convirtió en un ejemplo para muchos y lo que hizo del Himno de Riego un valor de consenso para, primero, la Primera República y, después, la segunda. “La oficialidad de la canción”, concluye Cortès i Mir, “terminó cuando Francisco Franco la derogó”. Fue entonces cuando se impuso en España La marcha Granadera o Marcha Real como himno oficial español.