No es un problema del futuro. Es de ahora. Es de ya. Así lo dicen los datos de la Agencia Europea de la Contaminación. Cada año, entre 350.000 y 450.000 personas mueren de forma prematura en la Unión Europea por culpa del aire contaminado. Por situar el dato, es el equivalente a toda la población, por ejemplo, de Palma de Mallorca. En el caso concreto de España, la situación también es preocupante, aunque en menor medida que la de la gran mayoría de los países de la Unión. Así, el Informe de la Calidad del Aire de 2020 cifra en unas 30.000 las muertes prematuras en el año 2018 en nuestro país, mientras que en otros como Italia, Polonia o Alemania, la cifra rebasa las 50.000 y, en el caso del país germano, llega hasta las 80.000. A pesar de que el estudio recoge tres parámetros a los que se puede atribuir todas esas muertes —las partículas muy pequeñas en suspensión (PM2,5), el dióxido de nitrógeno (NO2) y el ozono (O3)—, hasta un 83,3% se deben, únicamente, a esas partículas PM2,5. Por eso es uno de los mejores índices para valorar la salubridad del aire.
Pero, ¿por qué son tan peligrosas? Fuentes del Observatorio de la Calidad del Aire explican que, al tratarse de las partículas más pequeñas respirables, “cuando las inhalamos a través de los orificios buconasales traspasan todos los filtros y nos llegan a los pulmones”. Pero no acaba ahí la cosa. Una vez en ellos, en los pulmones, “también traspasan los tejidos y terminan en la sangre”. Estas partículas tan microscópicas, que mataron en 2018 a 23.000 españoles antes de tiempo (más de un 75% de los fallecimientos prematuros por aire contaminado, siempre según el informe europeo), son, sobre todo, de origen antropológico, es decir, producidas por el ser humano mediante actividades como la industria o la conducción de vehículos diésel. Sin embargo, o bien la cifra de muertes no es conocida por la mayoría de los ciudadanos, o bien no los impresiona lo suficiente. En el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), solo un 0,3% de los españoles considera el medio ambiente como su principal preocupación.
La calle corrobora el dato. La mayoría cree que “la contaminación es un problema”, pero reconoce que “podría hacer más para ponerle solución”. Parece inevitable escurrir el bulto, sorprenderse con la alta cifra de defunciones prematuras para, acto seguido, aceptarla y asumirla como algo intrínseco a nuestro tiempo. Casi sin solución. No obstante, esa concepción fatalista se encuentra lejos de la realidad según asociaciones como, sin ir más lejos, Ecologistas en Acción, que aseguran que la mejor forma de eliminar o —cuando menos—, aminorar en gran medida la densidad de PM2,5 en el aire es “la reducción de su principal fuente de emisión, el tráfico rodado”. Ello comportaría, a su vez, una disminución de las enfermedades respiratorias y cardiovasculares que provocan dichas partículas.
Un 41% de españoles respiran por encima de sus posibilidades
Otro estudio, en este caso del Banco Mundial, cifra en el 41% la cantidad de españoles que respiran un aire cuyo índice de PM2,5 se sitúa por encima de los valores recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que pone el tope en 10 μg/m3 (microgramos por metro cúbico). Eso quiere decir que cerca de la mitad de los españoles se exponen a diario a unas condiciones ambientales dañinas para su salud. Aunque es un porcentaje más alto que, por ejemplo, el de Portugal —donde solo un 16% de la población se expone a niveles demasiado altos de PM2,5—, la salubridad del aire español es, teniendo en cuenta el índice que propone el Banco Mundial, de las mejores de toda la Unión Europea. Algunos ejemplos: hasta el 98,4% de los italianos vive en zonas donde la calidad del aire es peor que la que recomienda la OMS; en Alemania, el 89,2% de los ciudadanos; en Austria, un 85,1%; en Bélgica, el 91,9%; en Francia, el 78,2% y en Países Bajos, el 99,6%. En cuanto a la media de la zona euro, se sitúa en el 77,4%.
De todos modos, hay que tomar los datos con cautela. Si bien es cierto que la media anual de PM2,5 española es de 10,1 μg/m3 —al borde de lo recomendado por la OMS—, también lo es que se trata, efectivamente, de una media calculada a partir de los valores de todas la geografía española. En unas provincias (Cádiz, Huelva, Almería, Baleares) el porcentaje de contaminación es ínfimo. Por su parte, son otras como Madrid, Barcelona, el País Vasco o Galicia las que hacen subir la media. En cualquier caso, el Informe de la Calidad del Aire de 2020 da motivos para el optimismo, tanto en suelo español, como en el resto de la Unión Europea. Los últimos informes referentes a las muertes prematuras causadas por la polución (2018) apuntan a que disminuyeron en 60.000 desde el 2017. En España, muchas áreas geográficas siguen dando pasos para limitar la contaminación en el ambiente. Pero no es suficiente. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU advierte que el volantazo ecológico tiene que ser global y drástico para asegurar la viabilidad del planeta. No es un problema del futuro. Es de ahora. Es de ya.