Aunque no existe un acuerdo entre los investigadores acerca del momento en el que los antepasados de los Homo sapiens sapiens se iniciaron en el bipedalismo —algunos sitúan el hito en los 10 millones de años, otros en los 4,4 y otros, posteriormente—, sí que parece claro que fue el Homo erectus, hace un millón y medio de años, el que empezó a caminar como nosotros. Desde ese punto, el camino formó parte del ser humano. Caminar está en su ADN y, en nuestros días, hasta existen unas pulseras que cuentan los pasos que uno da en su día a día. Casi nadie reconoce hoy “caminar poco”. Eso sería casi una declaración de intenciones contra la salud propia y la del planeta. Significaría utilizar mucho el coche, emitir muchas partículas que dañan la capa de ozono. Ser un sedentario. Hubo alguien en 2007 que llevó a la máxima expresión eso de caminar. Fue Christoph Rehage, un alemán que anduvo 4.500 km, desde China hasta su Alemania natal, y estableció en ese camino un récord mundial. Nadie ha caminado más que él. Sin embargo, esos 4.500 están muy lejos de los 22.387 km que unen Ciudad del Cabo (Sudáfrica) con Magadan (Rusia), los dos puntos del planeta más lejanos que pueden conectarse sin necesidad de un barco.
4.492 horas. Ese es el tiempo que, tal y como desveló Interesting Engineering, separa ambos puntos. Si fuera posible caminar sin parar y sin dormir, un humano tardaría más de seis meses en completar el recorrido. Entre la ciudad siberiana de Magadan y la africana de Ciudad del Cabo, en el Cabo de Buena Esperanza, hay 16 países que habría que cruzar en la aventura que representaría dicho viaje. De sur a norte, la expedición partiría de Sudáfrica, pasaría por Botswana, Zimbabue, Mozambique, Malawi, República Democrática del Congo, Sudán del Sur, Sudán y Egipto. Esos son todos los países africanos que habría que patearse antes de penetrar en Asia por la península del Sinaí a través del Canal de Suez para topar, después, con Israel, Siria, las partes asiáticas de Turquía y Georgia, Kazajstán, Mongolia y, por fin, la ansiada Rusia. En jornadas de seis a ocho horas, se calcula que una persona tardaría 1.153 días en llevar a cabo la ruta.
Pero la inabastable caminata no es la única dificultad que entraña el recorrido. Para completarlo, el aventurero tendría que enfrentarse a tramos en los que, entre otros peligros concernientes a la naturaleza —tales como animales peligrosos, espesas selvas y llanuras eternas— le sería difícil la supervivencia. Hasta cuatro de los 16 países se encuentran, en este 2020, en guerra. Desde Sudán del Sur, el país más joven del mundo, hasta Siria, donde el conflicto, activo desde el 2011, se ha cobrado ya la vida de 380.000 personas; pasando por el Sahel (que comprende Sudán, uno de los países que habría que cruzar) e Israel, donde la lucha con Palestina parece no tener fin. Todo eso, sin contar las numerosas bandas armadas y grupos terroristas que siembran el miedo en las distintas regiones, algunas de ellas, entre las más empobrecidas del planeta.
España, el país que más camina
No es por casualidad que Paquillo Fernández, uno de los mejores atletas que ha dado el deporte español, ganara la plata olímpica en Atenas 2004… caminando. Tampoco que una de las poesías más conocidas y reconocidas de Machado empiece con aquello de Caminante, son tus huellas, que Galdós anduviera y anduviera para escribir sus crónicas, o que el tristemente poco celebrado Manuel Chaves Nogales definiera su periodismo de una forma tan sencilla como “andar y contar”. España es un país de caminantes y así lo demuestra el estudio de la marca Fitbit. Según la investigación, los españoles dan más de 9.000 pasos al día y encabezan el ránking mundial en ese sentido, muy cerca de los 10.000 pasos que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) para poder considerarse una persona no sedentaria. Además, España ocupa una meritoria séptima posición entre los países que más actividad física realizan.
Quizás, el camino más largo del mundo sea una hazaña demasiado ambiciosa, incluso, para un español, un suizo (segundo país en el ránking de Fitbit) o un ciudadano de Hong Kong (tercero). Para no fracasar en el intento, habría que tener la posibilidad de invertir más de tres años de la vida de uno en la expedición, algo que no está al alcance de casi nadie.