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En busca de la accesibilidad perdida

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Las personas ciegas encontramos en las plataformas como Netflix un pequeño oasis de accesibilidad audiovisual. Sobra decir que ver una serie o una película con audiodescripción es una experiencia completamente diferente a seguir un contenido sin dicha implementación. Incluso los subtítulos son una rica fuente de información para los ciegos. Imprescindibles para los sordos.

Gracias a esos dos elementos de accesibilidad en Netflix, en mi vida hay un antes y un después en cuanto al disfrute de contenido audiovisual. Pero con casos como el que expongo hoy aquí me pregunto: ¿cuántos más trabajos de accesibilidad han quedado en agua de borrajas, relegados en un disco duro de un distribuidor, de un productor o de alguna plataforma?

El sector audiovisual es complejo. La industria audiovisual es heterogénea. En ella intervienen una extensa cadena de actores. Desde que una película se concibe sobre el papel hasta que la disfrutamos en los cines o en las plataformas discurre por estructuras tan caprichosas que lo que me sorprende es que alguna de ellas llegue a ver la luz con un mínimo de accesibilidad. Directores, productores, exhibidores… La accesibilidad sigue dependiendo de la buena voluntad o de la concienciación de cada uno de ellos. En realidad, desde que apareció la audiodescripción no se ha avanzado. Es necesaria, pero ¿no se audiodescribe todo lo que se publica o no se publica todo lo que se audiodescribe? Esto, que parece un galimatías, no solo no lo es, sino que esconde una realidad de la que pocos somos conscientes. No hay un camino pautado que lleve a la difusión de contenido audiodescrito.

Recientemente ha llegado a Netflix, habiendo pasado anteriormente por otras plataformas como Filmin, 'Swing!', dirigida por Miguel Ángel Font Bisier. Un creador que apuesta desde hace años por ofrecer productos audiovisuales inclusivos. Sabía que el director valenciano había contemplado la accesibilidad desde la fase de guion, hecho que rara vez ocurre. Los subtítulos para las personas sordas se diseñaron en coordinación con el color del vestuario de los personajes de la película. Así, en todo momento, no hay dudas sobre quién dice qué. Un método de trabajo ideal, a lo que debiera aspirar el sector, que, no sabemos bien por qué, finalmente no ha llegado a los espectadores. La audiodescripción, junto al doblaje en español, se perdió por ese tortuoso camino que va desde las manos del director hasta la pantalla de nuestro smartphone. ¿Cuántos proyectos con accesibilidad se habrán quedado por el camino sin que lo sepamos? Tiempo, dinero, esfuerzo tirados por el desagüe. Mientras, los espectadores vamos en busca de la accesibilidad perdida.

Las personas ciegas encontramos en las plataformas como Netflix un pequeño oasis de accesibilidad audiovisual. Sobra decir que ver una serie o una película con audiodescripción es una experiencia completamente diferente a seguir un contenido sin dicha implementación. Incluso los subtítulos son una rica fuente de información para los ciegos. Imprescindibles para los sordos.

Gracias a esos dos elementos de accesibilidad en Netflix, en mi vida hay un antes y un después en cuanto al disfrute de contenido audiovisual. Pero con casos como el que expongo hoy aquí me pregunto: ¿cuántos más trabajos de accesibilidad han quedado en agua de borrajas, relegados en un disco duro de un distribuidor, de un productor o de alguna plataforma?