Encontrar trabajo en estos tiempos es algo bastante complicado. La situación económica del país es difícil y la contratación es algo improbable, si acaso en ciertas temporadas aumenta, sobre todo el turismo, pero lo que es trabajo de calidad poco. Y si a esto le añadimos que quien busca trabajo es una persona con discapacidad, apaga y vámonos.
Recuerdo que el año pasado, en mi desesperación por encontrar un trabajo de lo que fuera, eché currículum hasta de repartidor, generalmente no suelo poner que soy una persona con discapacidad, porque creo que estoy capacitado para hacer cualquier trabajo al que opte, así que por un momento tuve suerte y me llamaron de una empresa de seguros.
Allá que fuimos, mi ingenuidad y yo, a probar suerte y hacer la mejor entrevista posible. Me atendió un chico un poco más joven que yo, impecablemente vestido, parecía sacado de una revista de negocios, con un peinado perfecto, uña cara perfecta, unas manos perfectas, era un estiloso maniquí de traje azul oscuro, casi negro, y corbata roja.
Yo iba arreglado para la ocasión, por mi parte no iba a quedar, incluso me corté el pelo semanas antes, casualidades de la vida. Me dio la mano y ya noté cierta incomodidad ya que, como todos sabéis, me faltan dedos en la mano derecha y cuando das la mano, se nota.La cosa no parecía ir muy bien si hacemos caso a mis propias sensaciones.
Estuvimos hablando sobre mis inquietudes para el puesto y me estuvo comentando ciertas cosas que debía saber. Después de eso me hicieron un test, de aptitud imagino, en un ordenador en el que me pasé 40 minutos. Para acabar me agradeció el tiempo invertido en ir hasta allí y la predisposición. No volví a saber nada más de ellos.
Es curioso porque yo, desde el primer momento sabía que no me iban a dar el puesto. Estamos demasiado acostumbrados a una “perfección” de los comerciales, donde no importa el talento personal que uno tenga, ni el trato ofrecido, lo único que parece importar es que la imagen de la empresa quede impecable. Por eso los retrones no tenemos cabida en el sector comercial, o tantos otros. Y eso es un problema porque hay gente que tiene mucho talento, además de un carácter maravilloso, para el mundo comercial, pero tiene la mala suerte de ser retrón.
Y es que vivimos en un mundo basado en las apariencias, en lo que se ve y no en lo que se es. Y cualquier cosa que se salga de lo previsto es automáticamente desechada, sin cuestionarnos si lo que estamos haciendo es lógico.
Se habla mucho de integración y muy poco de oportunidades. Las que necesitamos como colectivo para acceder a la sociedad con los mismos derechos y oportunidades, no sólo a trabajos específicos y creados para nosotros. Porque como ya dije hace unos posts, vosotros, algún día podéis ser nosotros. Y está en todos poner los cimientos para construir una sociedad más justa y alejada de los prejuicios que ponen barreras entre unos y otros. Porque en definitiva se trata de derribar barreras y que todos podamos ser felices.
Encontrar trabajo en estos tiempos es algo bastante complicado. La situación económica del país es difícil y la contratación es algo improbable, si acaso en ciertas temporadas aumenta, sobre todo el turismo, pero lo que es trabajo de calidad poco. Y si a esto le añadimos que quien busca trabajo es una persona con discapacidad, apaga y vámonos.
Recuerdo que el año pasado, en mi desesperación por encontrar un trabajo de lo que fuera, eché currículum hasta de repartidor, generalmente no suelo poner que soy una persona con discapacidad, porque creo que estoy capacitado para hacer cualquier trabajo al que opte, así que por un momento tuve suerte y me llamaron de una empresa de seguros.