El verano pasado saltaban las alarmas porque la librería sevillana Caótica iba a ser desahuciada. Gracias a la movilización de sus lectores y la ciudadanía, consiguieron salvarla en el mes de agosto y Caótica pudo pagar el alquiler que tenía pendiente. Pero este no fue un caso aislado y no todos los establecimientos han tenido la misma suerte. Y un verano después, tres librerías se han visto obligadas a cerrar de manera definitiva. Panella, Yerma e Isla de Papel acumulan entre las tres 80 años de historia y este mes de julio se han despedido para siempre de la ciudad de Sevilla y sus lectores.
José lleva trabajando entre los libros de Panella desde los 17 años. Sus padres fundaron la librería en 1978 y él ha continuado ese legado familiar. Cuenta que la decisión de cerrar Panella fue “un dolor muy grande”. De hecho, han intentado “aguantar” y afirma que “teníamos que haber cerrado antes”. Finalmente, no han podido “aguantar más, la situación ya no se podía sostener”.
En la librería trabajaban él, su mujer, su hermana, su hijo y tres empleados más. Ocho personas que han abordado sus tareas “en familia” y ahora tienen que tomar caminos diferentes y “empezar de cero”. “Soy autónomo, así que ahora me quedo con una mano delante y otra detrás”, cuenta José.
También lo lamenta por todos esos clientes “fieles y de confianza” que se han quedado desolados ante la noticia. “Me decían que no se lo creían, que éramos su librería de barrio”, cuenta. Para Juanma, cliente, era “mucho más que una librería” y sigue sin “asimilar la noticia”. “Se están perdiendo los lugares que hacían especial la ciudad de Sevilla”, defiende otro de los clientes.
“Entrabas en la librería y el olor a papel y tinta eran embriagadores”
Isa, que se vino a vivir a Sevilla de una ciudad mucho más pequeña hace unos años, cuenta que llegar y ver “tantas librerías, todas únicas y diferentes” fue “un sueño”. Lamenta mucho el cierre de las librerías de barrio porque para ella son “un espacio como ningún otro, una muestra viva de las ganas por compartir la cultura y quererla tanto”.
Isa ha tenido “la suerte de vivir experiencias maravillosas en estos espacios”. No solo como clienta, sino en actos culturales como las presentaciones de libros en las que ha podido conocer a gente similar a ella y sentirse “como en casa”. Cuenta que Isla de Papel era “una de las paradas obligatorias que hacía con una amiga cercana cuando nos acercábamos al centro”. Y que pudo encontrar muchas obras de editoriales que no están “en otras casas y tiendas más grandes”. Para ella es “tristísimo” que vayan a cerrar.
Gracia, doctora en psicología, tenía Yerma como su librería de referencia para encontrar y pedir libros muy específicos de su área. “Si no lo encontrabas, acudías allí y ellos hacían la magia”, asegura. Cuenta cómo incluso dos libros muy difíciles de conseguir para su tesis (estaban publicados en EEUU) los pudo obtener gracias a ellos. “Entrabas en la librería y el ambiente con la música jazz y el olor a papel y tinta eran embriagadores”, comparte sobre sus ratos en Yerma.
También fue un lugar especial para Carmen y sus amigos, que estudiaron filosofía en la Universidad de Sevilla y muchas veces, en sus ratos libres, “nos íbamos simplemente a ver libros”. Está “muy agradecida” al librero y la librera porque “aunque a veces no compráramos nada, nadie nos echó de allí en ningún momento”. “Ha sido como una casa, cualquier cosa que necesitabas ibas a Yerma y sabías que lo iban a encontrar”, asegura.
“Siempre que cierra una librería es malo para la cultura”
Manuel Padilla, presidente de la Asociación del Gremio de librerías de Sevilla y Provincia, asegura que el cierre de estas librerías ha sido “un jarro de agua fría, nadie se esperaba que cerraran”. Cuenta que desde la pandemia “ha costado remontar” y “ha sido difícil afrontar todos los préstamos”. Reivindica que tampoco ayuda que “los concursos públicos de bibliotecas se los lleven grandes empresas y no las librerías de barrio” o que “ayudas del año 2020 no hayan empezado a llegar hasta este 2023”.
También defiende que es necesario el apoyo de las instituciones, no solo a nivel económico, sino también a nivel cultural. Cree que no se hace el suficiente trabajo para “fomentar la lectura y la importancia de estos lugares”. Lugares que para él son “espacios abiertos en los que todo el mundo puede tener acceso a la cultura”.
Según cuenta el presidente, las tres librerías estuvieron “hasta el último momento moviéndose”. Organizaban eventos culturales como presentaciones de libros, clubes de lectura o distintas ferias del libro. Por eso, para él “siempre que cierra una librería es malo para la cultura”, porque son “mucho más que solo libros”.
El resto del gremio está “un poco asustado” ante este tipo de noticias, pero también están “apoyándose los unos a los otros” y harán “todo lo posible porque esto no siga pasando”.