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Andrea Morricone: “Se habla de verdadera guerra entre cineastas y compositores, pero no es cierto que sea tanto”

El apellido Morricone, indisolublemente unido a la historia del cine, remite a una de las páginas más brillantes de la historia contemporánea de la música, la que escribió el llorado Ennio Morricone, fallecido hace exactamente tres años. Pero el legado del compositor italiano sigue vivo, además de en la memoria de cinéfilos y melómanos, en el trabajo de su hijo Andrea, músico también. Romano de 58 años, dirige actualmente el espectáculo Ennio Morricone - The Official Concert Celebration, que llega este jueves a la Plaza de España de Sevilla en el marco del Icónica Fest. Será la primera de sus citas españolas y la única prevista en Andalucía.

Andrea Morricone atiende a Sevillaeldiario.es por videoconferencia desde su casa en Italia. Una expresión ligeramente irónica acompaña sus palabras, en las que se filtran a cada momento referencias a clásicos griegos, como Aristóteles o Aristófanes, con los que parece estar muy familiarizado.

No obstante, cuando se le pregunta qué supone ser compositor bajo la alargada sombra de un padre genial, su expresión se vuelve seria. “Mi padre es una figura muy importante, pero mi visión de la música es distinta, es otro discurso. Soy Andrea Morricone, un músico, un ser humano. Naturalmente, no me interesa nada de lo que tenga que ver con la idea de matar al padre, lo que me interesa es Andrea Morricone”, afirma.

Música y ajedrez

“Mi padre es pasado, ha dejado obras maestras en la Historia de la música. Y yo, como músico e hijo suyo, lo que me interesa es estar en condiciones de ofrecer al público la música de mi padre del mejor modo posible”, agrega el artista, formado bajo la tutela de maestros como Irma Ravinale, Ada Gentile e Iván Vandor, y educado en el Conservatorio de Santa Cecilia en Roma, aunque el mayor magisterio lo recibió, naturalmente, en casa.

De hecho, Andrea Morricone debutó junto a Ennio en el filme Cinema Paradiso, en el que aportó el Tema d’amore.  “Es un recuerdo muy hermoso, compartir con mi padre este tema. Él estaba fascinado con esta composición, le venía siempre a la cabeza aquella melodía, y yo, que todavía era estudiante, le decía: papá, por favor...”, Aquel trabajo les valió un premio de la Academia Británica (BAFTA) y el David de Donatello en Italia.

Pero no todo era música en la vida de ambos. Para Ennio Morricone, por ejemplo, el ajedrez era una práctica habitual y muy importante, y solía retar a su hijo a largas partidas. “Sí, comparto esa pasión, jugaba con él y también hemos llegado a jugar con grandes campeones, incluso recuerdo que gané un campeonato cuando era joven”, dice Andrea con mal disimulado orgullo. “Y hay una cierta semejanza entre ajedrez y música, es algo que está presente en el teatro griego antiguo: energía, espacio y tiempo”.

El gran ausente

De ello se habla también en el documental Ennio, el maestro, del cineasta siciliano Giuseppe Tornatore, precisamente el director del citado Cinema Paradiso. Sin embargo, misteriosamente, en el elenco del documental aparecen leyendas como Bernardo Bertolucci, Dario Argento, los hermanos Taviani, Oliver Stone, Quentin Tarantino, Bruce Springsteen, Hans Zimmer y Pat Metheny, y no aparece Andrea Morricone. La llamativa ausencia tiene una explicación simple: “No me lo han pedido. Simplemente, no me invitaron a hablar”, dice, aunque subraya que “con Tornatore tengo una buena relación desde hace mucho tiempo”.

Ahora, Andrea Morricone gira por el mundo con Ennio Morricone - The Official Concert Celebration, un recital en el que repasa algunos de los temas más emblemáticos en la vasta producción de su padre, pertenecientes a las bandas sonoras de clásicos como La Misión, El bueno, el feo y el malo, Érase una vez en América o Los Intocables, que interpreta una orquesta sinfónica y filarmónica con un coro de medio centenar de voces. Entre las piezas magistrales que él prefiere, destaca L'estasi dell'Oro, Unce upon a time in America o Malena, “en el que interviene el saxo soprano, y que debe sonar con placer, profundidad, alegría, abierta participación”, apunta.

La música de dentro

La sonrisa de Andrea Morricone se ensancha, por otra parte, cuando se le plantea la vieja cuestión de las difíciles relaciones entre directores y músicos. “Se habla de verdadera guerra entre cineastas y compositores, pero no es cierto que sea tanto”, comenta. “Hay un contraste entre ambos, cierto, pero es de naturaleza dialéctica. Y ese contraste puede ser un motor para la obra cuando se da una convergencia de intereses. Pensemos en Tornatore y Morricone, Spielberg y John Williams. O Kubrick acudiendo a Strauss…”.

La trayectoria personal de Andrea Morricone ha seguido su propia filmografía, con trabajos tan notables como Liberty Heights (1999), Here on Earth (2000), Funny Money (2006), En busca de la tumba de Cristo (L'inchiesta) (2006) o Brando (2007), pero todo parece indicar que la responsabilidad de mantener viva la llama de la memoria de Ennio seguirá recayendo durante mucho tiempo sobre sus espaldas.

El tiempo de la entrevista se acaba, pero aún queda un momento para preguntarle qué música suele escuchar habitualmente Andrea Morricone en casa, en su coche o en su teléfono móvil. “Ninguna”, responde simplemente, soltando una carcajada y encogiéndose de hombros. “Escucho la música que viene de dentro. Es cuestión de un poco de habilidad, y un poco de conocimiento, pero consigo hacerlo”. 

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