Mientras llega alguna solución que vaya un poco más allá de la ocurrencia de Esperanza Aguirre, que dijo en precampaña que había que evitar que las personas durmieran en las calles de Madrid porque ahuyentan a los turistas, la realidad es que existen en España unas 8.000 personas que pernoctan al raso. Y muchos de ellos sufren agresiones. “Vivir en la calle es lo peor que hay”. La primera investigación sobre delitos de odio contra personas sin hogar concluye que el 47,1% de las personas entrevistadas informan de, al menos, un incidente o delito relacionado con la aporofobia, como se suele denominar el rechazo y la hostilidad hacia los pobres, durante su experiencia de vida en la calle.
Los resultados de la investigación del Observatorio Hatento apuntan en qué medida la intolerancia hacia las personas sin hogar está presente en nuestra sociedad. Más allá de la violencia estructural que implica vivir en la calle, esta situación viene acompañada de un tipo de violencia directa que pretende humillar a las víctimas. Según la investigación, casi la mitad de las personas sin hogar habrían sufrido agresiones, humillaciones e intimidaciones motivadas por la intolerancia y los prejuicios de sus agresores hacia su situación de extrema exclusión social.
“No me dio tiempo a nada, me comí la paliza”; “se fueron tan contentos y se contaba uno a otro que le habían pegado a una vagabundo”; “invisible no eres, porque te ven, pero te miran con asco, con miedo”. Son frases de personas sin hogar que han padecido esa experiencia. Un 81,3% de las personas sin hogar entrevistadas había pasado por este tipo de situaciones en más de una ocasión, uno de cada tres ha sido insultada o ha recibido trato vejatorio, y uno de cada cinco ha sido agredida físicamente.
La investigación, pionera según el observatorio de los delitos de odio contra personas sin hogar, está basada en entrevistas a 261 personas sin hogar en Barcelona, Bilbao, Comunidad de Madrid, Donostia, Murcia y Sevilla. Un 47,1% de las personas entrevistadas informan de, al menos, un incidente o delito relacionado con la aporofobia durante su historia de sinhogarismo. Se han identificado diferencias significativas en los datos de victimización entre mujeres y hombres. Mientras un 60,4% de las mujeres entrevistadas informan de al menos un incidente o delito de odio, este porcentaje desciende al 44,1% en el caso de los hombres.
Pocas denuncias, pocas sentencias condendatorias
El origen también parece jugar un papel discriminante, de tal forma, que el porcentaje de victimización entre las personas sin hogar con nacionalidad española alcanza un 57,8%, en el caso de las extranjeras, el 33,3% habría sufrido algún incidente o delito por aporofobia. Sólo 15 personas de las 114 que contaron de manera detallada algún incidente o delito de odio presentaron una denuncia. Ninguna de ellas nos informó de una sentencia condenatoria. De las 47 personas que contaron una agresión física, sólo ocho de ellas refieren que presentaron denuncia, lo que supone un 17%.
Dormir y vivir en la calle tiene un componente de violencia estructural, que además se ve agravado por la violencia directa de la que son objeto. Es fundamental no olvidar que el derecho a la vivienda se relaciona directamente con la calidad de vida, la seguridad y la salud de las personas, de forma que interacciona con los demás derechos fundamentales. Una sociedad democrática no puede permitirse abandonar más allá de los márgenes a parte de su ciudadanía.
El Observatorio Hatento está integrado por organizaciones de atención a personas sin hogar y de defensa de derechos: RAIS Fundación, APDHE, ASSÍS Centre d'Acollida, la Asociación Bokatas, la Asociación RAIS Euskadi, UNIJEPOL y la Asociación Zubietxe. El proyecto comentado está cofinanciado por el Mecanismo Financiero del Espacio Económico Europeo (EEA Grants).
1. Casi la mitad de las personas sin hogar habrían sufrido agresiones, humillaciones e intimidaciones motivadas por la intolerancia y los prejuicios de sus agresores hacia su situación de extrema exclusión social. Dormir y vivir en la calle tiene un componente de violencia estructural, que además se ve agravado por la violencia directa de la que son objeto.
2. Determinados factores de carácter personal o sociodemográfico parecen ser indicadores de un mayor grado de vulnerabilidad frente a los incidentes y delitos de odio. Ser mujer, tener un origen español, llevar más tiempo en situación de sin hogar y tener problemas de consumo de alcohol parecen relacionarse con una mayor probabilidad de haber sufrido este tipo de experiencias. Conocer los mecanismos que subyacen a esta relación facilitaría la prevención de este fenómeno y la protección de las personas más vulnerables.
3. Identificar las pautas más habituales y las especificidades de los delitos de odio que se cometen contra las personas sin hogar, respecto a tipo de agresores, localización, momento del día, etc., es fundamental en el diseño de las políticas de seguridad y protección.
4. Fomentar la confianza en los servicios y recursos actualmente disponibles, adaptando sus respuestas a las necesidades y características de las personas sin hogar es básico si queremos reparar el daño sufrido y apoyar a las víctimas de este tipo de delitos.
5. Las organizaciones de atención a personas sin hogar deben tener un papel ineludible respecto a la prevención y abordaje de los incidentes y delitos de odio. Sin duda, el apoyo emocional a las víctimas debe ser una prioridad, teniendo en cuenta el importante impacto que este tipo de experiencias tiene sobre las personas que las sufren.
6. Acercar la realidad de las personas sin hogar a la ciudadanía, rompiendo estereotipos y fomentando la empatía es un paso imprescindible para prevenir los incidentes y delitos de odio.
7. Es fundamental no olvidar que el derecho a la vivienda se relaciona directamente con la calidad de vida, la seguridad y la salud de las personas, de forma que interacciona con los demás derechos fundamentales. Una sociedad democrática no puede permitirse abandonar más allá de los márgenes a parte de su ciudadanía.