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La espera de los 1.083 días: Sevilla encara con drones y ley seca el regreso de una Semana Santa que se augura masiva

Antonio Morente

8 de abril de 2022 20:13 h

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Los nazarenos de la hermandad de Pino Montano fueron los primeros que, este Viernes de Dolores, se vieron por las calles de Sevilla después de una espera que se ha prolongado exactamente 1.083 días, los que van desde esta jornada hasta el Domingo de Resurrección de 2019. Más de 35 meses después, la capital hispalense se ha reencontrado con una de sus fiestas mayores para reconciliarse con la vida después de dos años largos de pandemia, un evento que se augura masivo, que arranca con el tiempo jugando a dos bandas (temperaturas altas el Domingo de Ramos, lluvia Lunes y Martes Santo) y en el que debutarán los drones sobre todo para controlar las bullas que se puedan producir.

El Ayuntamiento de Sevilla ya lleva un tiempo avisándolo: se espera una gran afluencia de público tras dos años sin celebración. “La Semana Santa más esperada”, resumía este viernes el alcalde, Antonio Muñoz, que pasaba revista a los servicios que se van a desplegar. La gente tiene muchas ganas y está dispuesta a actuar casi como si se hubiese recuperado una normalidad que en realidad todavía no es completa, como evidencia el goteo continuo de nuevos casos de coronavirus. Pero si ya en 2021 las calles se llenaron y los templos se abarrotaron cuando la cosa todavía estaba mucho más complicada, se da por hecho que habrá un gentío constante incluso de turistas, como avanzan unos hoteles a más del 80% en los días grandes como en la era prepandémica.

400 millones de euros

Será una Semana Santa en la que no será obligatoria la mascarilla en el exterior por mucha gente que se concentre, ya que la Junta de Andalucía no ha impuesto obligaciones y lo que ha hecho es recomendar su uso si hay aglomeraciones. Pese a ello, será una celebración que dejará imágenes como las de costaleros y músicos con mascarillas, o el consejo de alejarse en lo posible de los instrumentistas de viento por aquello de que corra el aire lo más posible.

Que la gente tiene ganas de normalidad ya se ha visto esta Cuaresma, un largo tiempo de vísperas que ha servido para reactivar buena parte de la economía asociada a una celebración que, incluyendo el turismo, mueve en Sevilla la nada despreciable cifra de 400 millones de euros según los cálculos que hizo el gobierno local en 2019. Todo un ecosistema empresarial de pequeños negocios y artesanos ha vuelto a respirar tras dos años en los que no pocos han pasado sus apreturas por la falta de actividad.

Tecnología y ley seca

Sevilla vuelve así a su rutina festiva y lo hace con pocas novedades, ya que los dispositivos están muy engrasados con la práctica de los años. Lo más vistoso va a ser la incorporación de drones, que podrán utilizar tanto la Policía Local (para analizar los flujos y taponamientos de calles) como la Nacional por necesidades de seguridad. Son siete unidades que, capaces de recorrer 300 metros en diez segundos, están equipadas con cámaras diurnas e infrarrojas para visión nocturna.

Y es que este año se ha reforzado la apuesta por una tecnología que lleva tiempo incorporando cuestiones novedosas, cada vez con mayores aplicaciones específicas para la celebración de grandes eventos. El Ayuntamiento, en este sentido, exhibe un arsenal en el que se incluyen elementos como una plataforma Smart, más de un centenar de cámaras, luces antipánico, control por GPS de los cortejos y monitorización a través de redes sociales. Entre las cámaras las hay especiales para facilitar conteos de aforo en tiempo real con mapas de calor, para así detectar las zonas con mayores concentraciones.

Lo que también regresa con la Semana Santa es la ley seca, que se traduce en medidas para evitar el consumo de alcohol en la vía pública y la celebración de botellones, especialmente en la Madrugada, para lo que por lo pronto los comercios ubicados en las calles con más afluencia no podrán vender (desde una hora antes del paso de una hermandad) ni hielo ni bebidas susceptibles de ser consumidas en la vía pública. Se salvan de la prohibición agua, refrescos (de medio litro como mucho, eso sí), cafés, lácteos e infusiones en vasos de cartón para consumo unipersonal.

Esta singular ley seca se endurece ya en la propia Madrugada del Viernes Santo, cuando bares y locales de ocio de estas zonas más céntricas tendrán que bajar la persiana a la 1. Este año se hará una excepción con los establecimientos ubicados en cinco puntos muy concretos (Álvarez Quintero, Argote de Molina, Placentines, Bilbao y Plaza Nueva), que podrán cerrar a hora habitual siempre y cuando reúnan varios requisitos: cumplimiento de aforo, clientes sentados, nada de bebidas alcohólicas y servicio de vigilancia privado.

Un ejército repartido en seguridad y servicios públicos

De velar por el cumplimiento de todo lo anterior, y de que toda la Semana Santa discurre lo mejor posible, se encargarán 2.594 policías nacionales y 977 guardias civiles, a los que se une la tropa que moviliza el Ayuntamiento de 6.000 efectivos de los servicios de emergencias y del resto de áreas municipales. Por ejemplo, la empresa de limpieza (Lipasam), se refuerza con 331 contrataciones para estos días, y los autobuses urbanos de Tussam incrementan su frecuencia con respecto a los días laborables. Hay también seis puntos de asistencia sanitaria (con tres equipos de intervención rápida), los recorridos de todas las hermandades serán zonas cardioprotegidas con desfibriladores, se instalan ocho puntos equipados con WC y se habilitan aparcamientos para carritos de bebé y una sala de lactancia.

Hasta las empresas de patinetes y bicicletas eléctricas suspenderán su actividad durante estos días en las paradas que tienen en el centro para así eliminar obstáculos al paso de los peatones. A esto se añade que se han señalizado 29 cruces en el casco histórico en los que se insta al público a no usar sillitas o trípodes que dificulten la movilidad, que se regula con las más de 2.000 señales específicas que se han colocado para estos días.

En total, el Ayuntamiento hispalense calcula que el discurrir de las 71 hermandades de penitencia afecta a más de 1.730 calles de la ciudad, por las que pasarán los más de 65.000 nazarenos que integran los cortejos. Todo ello, después de 1.083 días aguardando para poder ver de nuevo nazarenos desfilando, 35 meses largos tras los que terminó el tiempo de la espera.

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