Su preocupación ahora, aparte de conocer sus habitaciones, es que no verán a diario a su abuela, y la de ella, como la del 99% de las abuelas del mundo, es que coman bien, según repite una y otra vez. Los gemelos dependientes de un pueblo de Sevilla de los que nadie se hacía cargo acaban de empezar su nueva vida tras 21 años a cargo de ella, la anciana luchadora que solo quería que alguien se ocupara de ellos porque ella ya no se sentía capaz, a sus 77 años, con problemas de visión y audición. Hace apenas unos días, la Consejería de Igualdad y Políticas Sociales de la Junta resolvía el Programa Individualizado de Atención (PIA) de la Dependencia de ambos declarando la extinción del Servicio de Ayuda a Domicilio que venían recibiendo y reconociendo el derecho de acceso al servicio de atención residencial en el centro de una fundación en la capital hispalense como modalidad de intervención más adecuada entre los servicios y prestación de acuerdo a la situación de ambos.
Era, sencillamente, lo que pedía esta abuela desde que presentó una demanda de procedimiento de modificación de la capacidad, allá por octubre de 2019, una vez “sus niños” habían cumplido los 18 años aquel verano de hace tres años. “Ay, qué lastima”, repite en la mañana en que, después de tanto tiempo, deja el cuidado de sus nietos en otras manos. “Usted coge el autobús y les viene a ver cuando quiera”, le calman las trabajadoras que componen el comité de bienvenida a los nuevos usuarios. “Nosotros somos los niños nuevos”, dice uno de los gemelos, a la vista el más ilusionado a su llegada al centro residencial procedente de su pueblo. Su hermano, algo más introvertido, solamente sonríe a la pregunta de si le gusta alguna chica o chico. Todo con el ánimo de que tanto la abuela como los jóvenes se sientan cómodos a la hora de este nuevo paso en sus vidas.
“La abuela ya no los podía cuidar”
La madre de los chicos, con un 74% de grado de discapacidad y diagnóstico de retraso psicomotor, apenas acude a la entrada del centro, llorando y con la mirada perdida. “Van a estar muy bien”, le tranquiliza Mariam Vázquez, la letrada que lleva cuatro peleando en los juzgados y en los servicios sociales para que sus vecinos estén bien atendidos. Tampoco puede evitar que se le escapen las lágrimas. “La abuela ya no los podía cuidar”, comenta a las empleadas del centro, que no paran de rellenar papeles y preguntar por sus cotidianeidades para conocer todos los detalles de la vida de los gemelos, que nacieron con una dependencia severa en una familia muy desestructurada y que, desde su mayoría de edad, han sido protagonistas de una larga lucha burocrática que finaliza hoy, el mismo día en que empieza su nueva vida, bajo la curatela representativa de una fundación de tutelas.
A la entrada, bajo un calor sofocante, los trabajadores bailan con otros usuarios dependientes para amenizar la mañana. El trajín de papeleo es constante, aunque faltan algunos documentos para que sus expedientes estén en orden. Un juzgado aún debe resolver el incidente de nulidad que interpuso la letrada por uno de los gemelos, pero parece que todo está bien pese a la tardanza de los trámites, iniciados en octubre de 2019. “Ellos van a dormir en la misma habitación”, tranquiliza a la abuela una de las empleadas. “Pero que les den bien de comer. Llevo con ellos 21 años”, contesta la mujer, preocupada con lo suyo. Son los usuarios 100 y 101 del centro, que ya acoge a otras personas tuteladas por la fundación que se ha hecho cargo de ellos desde el punto de vista legal y cuya representante, también presente, cumplimenta los contratos de ingreso de ambos jóvenes.
Paco Candela, macarrones, ver Canal Sur
Ataviados con sus gorras, y con una bolsa en la mano con un bote de colonia y unas camisetas que les regaló la abogada, el más hablador comenta muy contento que van a ir a un campamento el lunes, que les tiene que recoger el taxista que les suele llevar y traer. La abuela asiste a la reunión y les traslada a los gestores del centro que cuiden de sus “hermosuras de ojos claros”. “Venís a vuestra nueva casa. Os estábamos esperando con los brazos abiertos. Lo vais a pasar muy bien”, insisten desde la residencia para que la mudanza no sea demasiado brusca. La 'fisio', la psicóloga, la enfermera, la trabajadora social, todas tratan de animar a los jóvenes. “Queremos ver las habitaciones”, insiste el joven, divertido. Su hermano, menos expresivo, levanta el pulgar y esboza una leve sonrisa, que repite cuando le preguntan si lleva pañal. “¡No, pañal no!”, presume.
“Si no me muero, vendré a verlos”. La abuela asiste al repaso de gustos y aficiones de los jóvenes, que tan bien conoce, para prepararles desde el centro actividades lo más acordes posibles a sus preferencias. Paco Candela, los macarrones, dar un paseo, ver Canal Sur,... “Son unos chicos buenos, nobles, tranquilos”, les comenta la abogada a preguntas de las trabajadoras del centro. Ellos son conscientes del cambio. Para la abuela y la abogada terminan muchos meses de incertidumbre, que empezó a acabar a raíz de la información de elDiario.es Andalucía, hace apenas 15 días, que preguntó por el caso a la Consejería y a la fundación que asumirá finalmente las tutelas después de un tira y afloja con el juzgado. “Es mejor así, porque vuestra abuela ya no puede cuidaros”, resume una empleada. Ese era el objetivo de la anciana y el empeño de su abogada. El final del camino también es el inicio de otro, el de estos dos jóvenes gemelos que, a partir de ahora, compartirán su día a día lejos de su casa de siempre, pero con buen ánimo y, sobre todo, la tranqulidad de su abuela cuando ella ya no esté.