Hospital Militar de Sevilla: historia de un disparate que enfila el final con demasiados interrogantes abiertos

Sevilla —
19 de diciembre de 2020 21:22 h

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La última crisis económica lo hizo embarrancar, y ahora otra crisis, la del coronavirus, ha permitido acelerar los plazos para su reapertura aunque sea parcial. La del Hospital Militar de Sevilla, el Vigil de Quiñones, es la historia de un disparate de 16 años de espera, de abandono y de expolio; la cuestión ahora es que tenga un final feliz de verdad. Para eso es clave que no se produzca una nueva crisis, la de los servicios públicos. Porque interrogantes como cuál será la dotación de personal y de dónde saldrán estos trabajadores siguen rodeando a estas instalaciones a pocas fechas (en teoría) de su inauguración.

La cuestión es que se espera reabrirlo en enero con 150 camas de hospitalización y 27 de UCI para el tratamiento de pacientes con Covid-19. El virus, de hecho, es lo que ha permitido darle un impulso de 8,2 millones de euros. Las obras se pusieron en marcha en agosto por el procedimiento de urgencia al amparo de la normativa aprobada por la Junta de Andalucía con motivo de la pandemia.

Hasta ahí todo correcto, sólo un ligero retraso (inicialmente se apuntó la apertura para diciembre) que para nada es grave si tenemos en cuenta que el Ministerio de Defensa traspasó el Vigil de Quiñones a la Junta en 2004 y que desde entonces se prometió varias veces su puesta en servicio como un hospital más del Servicio Andaluz de Salud (SAS). Las dudas surgen porque, con la inauguración a la vuelta de la esquina, nadie tiene detalles sobre cuestiones básicas como de dónde se va a sacar el personal sanitario o cómo va a ser su gestión.

Especulaciones abiertas

Y claro, eso propicia que cada cual haga sus especulaciones: están en juego los servicios públicos, denuncia CCOO; en las bolsas de empleo ya no quedan médicos para contratar, advierte el Sindicato Médico Andaluz; nos tememos que en realidad se trate de un hospital de campaña, al estilo Ayuso en Madrid, reprocha el PSOE-A; lo importante es abrirlo y no será tan difícil ponerlo en servicio, resalta el Colegio de Médicos de Sevilla. El consejero de Salud y Familias, Jesús Aguirre, lo único que ha reiterado es que tendrá la suficiente dotación de personal y medios, sin entrar en más detalles, que todo indica que se darán durante una visita que el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, tiene previsto realizar en breve.

Lo cierto es que las obras continúan en el Hospital Militar, un edificio de 13 plantas que llegó a tener unas 750 camas operativas. Ahora volverá a echar a andar utilizando tres niveles para hospitalización (las plantas 4, 5 y 6), uno para UCI (planta 2) y otro para tres salas de radiología (planta 1). Completar las instalaciones queda para más adelante, para lo que Salud incide en que ha reservado 26 millones de euros en el presupuesto de 2021.

Eso es lo que se sabe, lo cual no despeja muchas dudas. No al menos para CCOO, que ha llevado a cabo varias acciones de protesta (la próxima, el 22 de diciembre) “y si no recibimos respuestas, volveremos a la carga”, avanza Luis González, secretario de Acción Sindical del Sindicato de Sanidad y Sectores Sociosanitarios de CCOO en Sevilla. ¿Y qué es lo que más teme? Pues que haya servicios externalizados, como el de cocina (“si es así, los menús pueden ser precocinados”), pero también los de mantenimiento, lavandería y limpieza, entre otros.

El otro temor es que se haga como con el famoso hospital Isabel Zendal de Madrid, con traslados de trabajadores de otros centros. “Ninguno de los hospitales de Sevilla está en condiciones de ceder personal para abrir el Militar, al revés, necesitan más trabajadores”. ¿Y de dónde van a sacar el personal médico y de enfermería?, se pregunta, cuestiones sin respuesta porque el consejero Aguirre, asegura, se ha cuidado mucho de ser explícito.

Demasiadas dudas

Esta misma pregunta también se la hace el presidente del Sindicato Médico Andaluz (SMA), Rafael Carrasco, que añade alguna que otra duda: “No sabemos cómo va a ser el proceso de contratación, cómo se va a dotar de personal y cómo va a ser el funcionamiento”. De paso, advierte de que las bolsas para contratar médicos ya están vacías por los refuerzos que se han hecho por el coronavirus. “Nos preocupa la cuestión de los facultativos, no quiero ni pensar que vaya a haber traslados forzosos porque no sobran en ningún sitio”.

Lo normal, indica, es que se informe de estas cuestiones en Mesa Sectorial, pero hasta la fecha, nada de nada. “Y médicos no hay”, insiste, “no estamos en el mejor momento para captar profesionales”, aunque deja la puerta abierta al apuntar que “todo depende de lo que se ofrezca”. ¿Y qué se puede ofrecer? “Si se hace una oferta de movilidad va a haber gente, y si se hace una oferta de contratación atractiva pueden venir de otras comunidades”, explica Carrasco, quien también recuerda que el actual Gobierno andaluz cambió la norma de compatibilidades, de manera que médicos que hasta ahora sólo trabajaban en el sector privado pueden hacerlo también en el sector público.

Tampoco tiene mayores noticias de cómo se van a hacer las cosas en el Militar el presidente del Colegio de Médicos de Sevilla, Alfonso Carmona, quien tiene claro, no obstante, que lo importante es la “bendita noticia” en sí de la reapertura de un centro “que han dejado que se caiga y lo destrocen”. Reconoce que sí, que las bolsas para la contratación de médicos “se han agotado”, pero también está convencido de que “la oferta hace a la demanda. Lo importante es que haya hospital, lo del personal creo que no va a ser tan difícil”. Y está convencido de que no habrá traslados forzosos, porque “eso sería vestir un santo desvistiendo a otro”.

En lo que coinciden todas las partes es en que ha sido una “vergüenza” que se dejase morir al Vigil de Quiñones y en que ya era hora de que reabriese, sobre todo si se tiene en cuenta que todos ubican a la provincia de Sevilla a la cola de España en número de camas hospitalarias por habitante. Así que esta historia enfila su final; lo que ahora no quiere nadie es encontrarse una sorpresa final en la última curva.