ENTREVISTA
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Camille Froidevaux-Metterie, filósofa y politóloga
“Es inquietante que siga asustando que las mujeres muestren sus pechos en público”
Después de que Rioberta Bandini se preguntara por qué dan tanto miedo las tetas de las mujeres y que impulsara la revolución feminista “sacando un pecho fuera puro estilo Delacroix”, una francesa precisamente, filósofa, investigadora y profesora de ciencias políticas, viene orientando su obra en las transformaciones de la condición femenina desde una perspectiva fenomenológica que sitúa la cuestión del cuerpo en el centro de la reflexión. Camille Froidevaux-Metterie (París, 1968) es una de las voces más activas del feminismo, y esta semana ha presentado en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla su único libro traducido al español 'Pechos. En busca de una liberación' (La Oveja Roja), una investigación sociológica y fotográfica sobre la relación de las mujeres con sus senos.
Licenciada en Sciences Po, doctora en Filosofía Política por la EHESS, profesora de Ciencias Políticas y agente en misión Igualdad y Diversidad en la Universidad de Reims Champaña-Ardenas, sus libros Le Corps des femmes: la bataille de l’intime y Un corps à soi tratan de los esfuerzos de las mujeres por reivindicar sus cuerpos en una sociedad dominada por mandatos patriarcales. “No es muy frecuente en la vida de una filósofa poder enseñar su propio trabajo, su reflexión”, se congratula antes de participar en la Noche de las Ideas del Institut Français, que reúne desde 2015 a destacadas voces francesas e internacionales . “Hay enfoques diferentes porque el contexto social es diferente y eso enriquece mucho”, comenta a SevillaelDiario.es.
¿Podría explicar qué significa poner el cuerpo en el centro del pensamiento feminista?
Mi enfoque filosófico es el de la fenomenología feminista. Es una palabra algo complicada pero significa algo muy simple: que el cuerpo forma parte integrante de la subjetividad y que para las mujeres, específicamente, su dimensión encarnada produce efectos más bien negativos en la sociedad patriarcal en términos de discriminación y de violencia. Si he elegido trabajar concretamente sobre los pechos en mi último ensayo es porque me parece el órgano emblemático de esta condición de objetivación, de cosificación. Es decir, una mujer definida como un cuerpo. También estudio una visión de alienación, es decir, mujeres encerradas en su cuerpo para una función maternal y sexual cuando los pechos simbolizan por sí mismos esas dos funciones.
La reivindicación de los cuerpos centra precisamente su libro 'Pechos. En busca de una liberación'. ¿Cuál era su objetivo en este ensayo?
Mi metodología de investigación consiste en recoger relatos de experiencias vividas. En este caso, pedí a chicas y mujeres (la menor, de siete año, y la mayor, de 77) que me contaran su historia en relación con sus senos. Desde la pubertad en que emergen, son inmediatamente sinónimo de sexualización en las niñas. Es una transformación íntima pero de cara a la sociedad es percibida así, y el pecho es el emblema de esa nueva disponibilidad del cuerpo.
¿En qué consiste la reapropiación del cuerpo de las mujeres?
Es un punto importante porque, en la perspectiva del feminismo encarnado, que es la mía, se trata de hacer visible y comprensible todos los mecanismos a través de los cuales las mujeres son reducidas a su cuerpo-objeto. Lo que propone el feminismo fenomenológico, y Simone de Beauvoir define, es que ese mismo cuerpo, esa misma dimensión encarnada, también debe ser el lugar de una liberación, una reapropiación del cuerpo. Se trata de que las mujeres de hoy en día, y específicamente para la nueva generación feminista (que desde hace unos diez años ha decidido recoger estos temas de una manera intensa después de varias décadas ocultados y olvidados), puedan reapropiarse una a una, sujeto por sujeto, de todas esas dimensiones de las reglas, los senos, la maternidad, el sexo, el envejecimiento, etc.
Cuando la mujer enseña sus pechos sin finalidad maternal ni sexual, los hombres sienten que el patriarcado se les escapa de las manos
¿Cree que la joven generación feminista está consiguiendo reducir esa cosificación de las mujeres?
No, por desgracia. Creo que estamos justo en un momento de cambio porque, por una parte, tenemos los vestigios aún muy sólidos del sistema patriarcal, con todos los mecanismos a través de los cuales las mujeres están encerradas en una función del cuerpo. Por ejemplo, acabo de lanzar un nuevo ensayo sobre el tema del parto y cómo desde que se está esperando un niño la mujer desaparece completamente de la vista pública. Es uno de los mecanismos por los cuales el patriarcado sigue designando a la mujer a una condición de inferioridad, es decir, que se sigue esperando de ella que sea primeramente, antes que nada, un cuerpo disponible sexualmente, y también desde un punto de vista maternal.
Esos vestigios siguen funcionando de forma muy eficaz, también alimentados por la dinámica neoliberal y comercial que trata de reinventar constantemente las mismas normas. Así, las jóvenes de hoy en día en las redes sociales se ven bombardeadas constantemente por obligaciones estéticas que cambian cada seis meses, que le obligan a seguir ese movimiento, comprando los productos necesarios para suscribirse a esas reglas y esas normas estéticas. Esas mismas redes sociales también se podrían coger para tomar distancia y reflexionar sobre esas obligaciones. Por eso digo que estamos en un tiempo de cambio, porque las jóvenes hoy en día se ven entre el peso de esas obligaciones patriarcales por un lado, y también una expectativa muy fuerte para liberar los cuerpos.
¿Cómo de cerca está el fin de la censura de los pechos?
Observo que las demandas de visibilización y de liberación se lanzan constantemente y hay una reivindicación permanente de la libertad de las mujeres frente a su cuerpo. En los veranos, y específicamente en el contexto actual en que cada vez son más largos y cálidos, se ve a mujeres que quieren deambular en el espacio público sin un sujetador o quieren bañarse en la piscina o en el mar sin tener ningún tipo de ocultación superior. Pero aún es algo muy curioso de observar la ocultación del pezón, que parece el lugar desde donde se articula la simultaneidad entre función sexual y maternidad. Sigue siendo muy difícil hacer público esa desnudez. He observado, por otra parte, que en las playas de España es mucho más fácil ver a mujeres sin cubrirse la parte superior, pero en Francia desde hace muchos años ya no se hace topless. Ha desaparecido y casi es imposible verlo. Es curioso que en una sociedad donde la impregnación católica es más potente que en Francia haya mayor libertad de las mujeres que hacen topless en las playas.
Hace unos meses en España hubo cierta polémica cuando la cantante Amaral enseñó los pechos durante un concierto, ¿qué le parece eso?
No conozco ese caso, pero es inquietante que siga asustando que las mujeres muestren sus pechos en público ¿Por qué da miedo eso? La mujer está reapropiándose de su cuerpo y, particularmente, del pecho. Si hay una parte del cuerpo de la mujer que normalmente pertenecía a los hombres, ese era el pecho, pero mostrándolo y asumiendo que lo enseña en una finalidad ni maternal ni sexual atestigua esa posesión de su cuerpo. En un nivel subliminal, cuando la mujer enseña sus pechos sin finalidad maternal ni sexual, los hombres sienten que el patriarcado, y los cuerpos de las mujeres, se les escapa de las manos. Sí recuerdo a Rihanna exponer su cuerpo de mujer embarazada de forma muy hiperbólica, casi flagrante, de provocación y potencia. Quizás esa idea de la potencia del cuerpo de la mujer es lo que asusta a los hombres.
Todas las mujeres viven en una paradoja diaria entre la cosificación y la reapropiación de sus cuerpos
¿Cómo pueden compaginar las nuevas generaciones de mujeres abanderar la búsqueda de la igualdad mientras la imagen sigue siendo tan importante en una sociedad como la actual?
Todas las mujeres viven en una paradoja diaria entre la cosificación y la reapropiación de sus cuerpos. El mismo día se puede estar en una posición totalmente cosificada, como recibir miradas sobre su cuerpo y sintiéndonos puramente un cuerpo-objeto, y el mismo día practicar una actividad deportiva intensa siendo un cuerpo-sujeto. Esta misma mañana he visto remando con mucha fuerza en el Guadalquivir a una joven que, seguramente, por la noche pueda ser agredida verbal o sexualmente. Esa es la paradoja: al mismo tiempo somos cuerpos-sujetos, cuerpos-objetos. Y por eso esa misma generación de mujeres está al mismo tiempo sumergida por las normas estéticas de las redes sociales y al mismo tiempo hacer una reivindicación de su libertad, de poder elegir de lo que quieren hacer con su cuerpo.
Históricamente, después de haber estado durante décadas e incluso siglos en la incapacidad de salir del canon de la estructura designada a nuestro cuerpo, ahora estamos extirpando ese potente armazón. Y en ese mismo movimiento donde intentamos quitárnoslo para liberarnos, al mismo tiempo nos quedamos aún presas. Creo que el busto ha salido del la estructura pero todavía hay gente que no ha conseguido salir de la potencia de esas obligaciones patriarcales. Es una paradoja, pero es la paradoja de las mujeres hoy en día.
Este sábado se conmemora el Día Internacional por la Eliminación de la Violencia hacia las Mujeres. ¿Cree que el movimiento feminista debería centrarse más en esa reapropiación del cuerpo femenino?
El movimiento feminista es de una enorme diversidad y pluralidad. El feminismo no es solamente algunas políticas de igualdad o de lucha contra la violencia sexista. El feminismo no son unas políticas, sino que es política. Es un proyecto de transformación de toda la sociedad que pasa por la liberación de las mujeres pero intenta transformar toda la sociedad en todos los ámbitos de la existencia social. Para ello hay una enorme pluralidad de propuestas teóricas, de lucha, que no siempre están de acuerdo en algunas cuestiones como el lugar de los hombres en el feminismo, el tema de llevar el velo en Francia, o qué pasa con las personas trans, o la prostitución, etc.
Un día como el 25 de noviembre es importante porque permite ver todo esas luchas y reunirnos todas en las grandes manifestaciones que se organizan en Francia, igual yo supongo en España, en las cuales todas vamos a desfilar con nuestras propias convicciones y también con nuestras diferencias como feministas, a presentar en el espacio público la fuerza de esta dinámica, más allá de la pluralidad de las expresiones que se pueden mostrar.
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