Andalucía tiene fama de muchas cosas. Y no todas le hacen justicia. Pero que es una tierra acogedora y solidaria se ha podido constatar en un encuentro celebrado en la capital con motivo de la llegada de refugiadas ucranianas. Desde el inicio de la invasión rusa, más de 6 millones de ucranianos - mujeres y niños en su mayoría - han abandonado su país huyendo de los horrores de la guerra. Algunos de ellos han recalado en Sevilla. Y han encontrado un hogar en la Fundación Madre Trinidad.
Esta casa - que es “el país de nunca jamás” para quienes la han visitado - ha llegado a acoger hasta 38 personas procedentes de Ucrania. Allí encontraron alimento, compañía, un techo donde dormir. Lograron saciar sus necesidades básicas, pero aún les faltaban recursos para poder reconducir un presente truncado a golpe de bombas. Para poder desarrollarse profesionalmente dando salida a los proyectos que tenían en su lugar de origen. Es en este punto donde intervienen agentes sociales y empresariales de la sociedad sevillana.
Una cadena solidaria
Todo comienza con una llamada. Bárbara Moral, vecina de Sevilla, se asoma a la Fundación Madre Trinidad para conocer la realidad de los nuevos inquilinos. Descubre entonces historias dramáticas de mujeres como Natali, Julia o Lidia. Con carreras y proyectos vitales frustrados por la guerra. Abogadas, médicas, enfermeras, peluqueras altamente formadas y decididas a emprender una vida digna fuera de su país.
Conmovida por la valentía de sus iguales ucranianas, contacta con María José Andrade, directora de Mujeres Valientes. Y a partir de ese momento se comienza a tender una red de sororidad que les ha devuelto la esperanza por construir un futuro.
Para dar a conocer el tejido de herramientas y ayudas con el que ahora cuentan las refugiadas ucranianas en Sevilla, se ha organizado un acto a orillas del Guadalquivir, en la Fundación Valentín de Madariaga. Allí se han encontrado mujeres de dos países distintos, con idiomas, circunstancias y vivencias diferentes, pero con un punto en común: “la valentía, la fuerza y la capacidad de superación”, en palabras de Vanesa Muñoz, presidenta de Empresarias Sevillanas.
Precisamente, el primer eslabón de esta cadena solidaria lleva la firma de su asociación, volcada en visibilizar y poner en valor el papel de las mujeres en el tejido empresarial de la sociedad sevillana. Tal y como ha explicado Muñoz, durante un año todas las refugiadas formarán parte de esta entidad de empresarias y se beneficiarán de las actividades formativas que se pongan en marcha. De esta forma, dispondrán de recursos e instrumentos para que puedan “integrarse con normalidad en la vida social”, así como desarrollar plenamente su proyecto vital durante su estancia en Andalucía.
Estrechar lazos y sortear barreras
Junto a esta iniciativa, el CEO de la Fundación Finnova, Juan Manuel Revuelta, también se ha ofrecido a orientar a las refugiadas para que puedan acceder a los fondos europeos a través de diferentes programas. Asimismo, al encuentro han asistido representantes de la Administración como Ana González Pinto, Delegada Territorial de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación en la Junta de Andalucía; Sonia Gaya, Teniente de Alcalde y Delegada del Área de Presidencia y Hacienda del Ayuntamiento de Sevilla, o Marta Gómez, asesora de programa del Instituto Andaluz de la Mujer en Sevilla. Todas ellas han dado la bienvenida a las mujeres ucranianas y han coincidido en que desde sus instituciones trabajarán para “no dejar ninguna atrás”.
Pero aún hay más. Las muestras de apoyo materializadas en el encuentro de Mujeres Valientes han generado otros gestos altruistas surgidos de manera espontánea a raíz de este evento. Es el caso de Fundación ALSA o de Sandra Jiménez, de XTRARED, que se ha ofrecido a crear sus perfiles en LinkedIn, entre otras propuestas de empresas sevillanas. Así hasta conformar una auténtica oleada de solidaridad que ha emocionado hasta las lágrimas a buena parte de las mujeres participantes, tanto sevillanas como ucranianas.
El acto, salpicado por las risas de los niños refugiados que acompañaban a sus madres, ha culminado con intercambios de teléfonos y tarjetas de contacto, con abrazos y palabras de apoyo sincero que se trasladaban a través del traductor del móvil. Y así, sobre las diferencias ha logrado imponerse un lenguaje universal: el de la solidaridad. Y el de la fuerza de mujeres imparables, valientes, unidas desde un lado y otro de Europa por la voluntad de hacer avanzar juntas a la sociedad.