A Fernando Rodríguez Villalobos (La Roda de Andalucía, 1952) no le ronda la idea de abandonar la política, y menos aún la Diputación de Sevilla que preside desde hace quince años. Reivindica la experiencia como un valor y asegura estar “animado” a seguir en la política. Afirma que podría haber llegado donde quisiera, pero desde que en los 80 hablara con un carpintero de Alhama de Granada, solventara su duda de si afiliarse al PSA o al PSOE, y se enrolara en la política de la mano de Manolo Martín (luego alcalde de Loja), tiene muy claro que su lugar está en la política local, en la gestión en la proximidad. Se estrenó como alcalde en 1983, logrando diez de los once concejales de su localidad natal, y a siete votos se quedó de hacer pleno. En época de redes sociales, defiende la importancia del contacto con el ciudadano, y frente a la estrategia 2.0 prefiere el puerta a puerta. Para él, no es lo mismo ver los resultados desde un escaño en un hemiciclo que palpar la ilusión y la satisfacción de los vecinos por la calle.
Las elecciones municipales están a la vuelta de la esquina. ¿Ve posible que el PSOE reedite la presidencia en la Diputación en los 72 municipios sevillanos?
El aire que sopla para el PSOE es fresquito. Para otros partidos, en cambio, el aire es subsahariano. Pero hay que tener una cosa clara: una cosa es ganar, que podrían ser más municipios, pero otra cosa es gobernar. El PSOE es el enemigo a batir, es el partido al que más atacan porque es el que ha tenido más poder. Después de las generales la gente está animada y hay buen ambiente electoral, pero hay que evitar caer en el “que esto ya está hecho”, ¡ojo!
Podría pasar como el 2D, en el que el PSOE ganó pero no lo suficiente para gobernar en Andalucía
El 2 de diciembre nos pusimos una vacuna, que estaba en plena efectividad en las elecciones generales, pero hay que seguir recordando a la gente las secuelas del 2D. Si no queremos que eso ocurra, a votar. El principal enemigo del PSOE no es el PP o Ciudadanos, es la abstención.
¿Cree que va a haber una alta representación de Vox en los municipios?
En las grandes y medianas ciudades sí, pero no en los municipios pequeños. El problema no es sólo que no tienen estructura, la razón fundamental es porque se ponen de acuerdo entre las derechas. Pero las cosas son más sencillas en los pueblos. Por ejemplo, si alguien se va a presentar por un partido, le advierten desde otro: nos disputamos 400 votos y si tú te vas a llevar 150, al final no sacamos concejales ni tú ni yo. Todo se resume en un vamos a llevarnos bien.
Después de las elecciones, ¿seguirá?
Eso lo tiene que decir la mayoría de los concejales electos. Si dicen que no les va mal conmigo, me imagino que seré refrendado por los órganos de dirección del partido. Los que pertenecemos a un partido, y no a un club de amigos, tenemos una reglas de juego, pero la base de esa regla de juego es la militancia, en este caso, los concejales. Algunos deben pensar... si el presidente debe ser quien lleva muchos años y no lo hace mal, que respeta la autonomía local, que se le llama y viene, pero tiene un problema, que es mayor. ¿Es suficiente eso para que no acceda a repetir? Eso no debe ser así, al contrario, ser mayor es experiencia. Yo estoy animado. Saco como conclusión que parece que no sé hacer otra cosa. He podido ser consejero, estar en el Congreso o en el Senado, pero siempre he optado por lo local. Estar sentado en un hemiciclo para intervenir una vez al año no me convence, aunque los hay que trabajan mucho. Me gusta la cercanía, me gusta hablar con la gente. Me gusta la sensación y el positivismo que te da ver el sueño del vecino hecho realidad, ver cómo puedes transformar tu pueblo.
Tras el cierre del ciclo electoral con las europeas y las municipales, ¿se abrirá una batalla interna en el PSOE andaluz entre sanchistas y susanistas?
No veo que seamos tan torpes como para liarnos en una guerra de familias. Después quedan muchos cadáveres y no se resuelve el problema. Lo que hay que hacer es convencer y hacer ver el papel que cada uno tiene que jugar. Susana Díaz y Pedro Sánchez tienen cada uno su papel, son los dos complementarios y se tienen que entender por obligación. Para ganar unas generales, Andalucía ha aportado más que nadie, y la que más actos ha organizado ha sido Susana Díaz. Algo habrá sumado. Confío en el entendimiento, aunque algunos no lo quieran. Creen que a río revuelto, ganancia de pescadores.
Los que se mueven en el fango, de un lado y de otro, nunca han triunfado en mi partido. En el PSOE han triunfado los moderados, los que tienden puentes y razonan, aunque luego voten a quien les dé la gana, porque es un partido con democracia interna. Después de los avatares sufridos, lo que tiene que llegar ya es el entendimiento y el puente. La provincia de Sevilla y Andalucía están en torno a Susana Díaz, que es lo mismo que en torno a Sánchez, y como sigamos con el sanchismo y susanismo, no arreglamos nada. Eso lo han entendido todas las partes.
Se acaban de cumplir 40 años de las primeras elecciones municipales. ¿Cuál es su balance de este aniversario?
Los ayuntamientos fueron los agentes más activos en la transición democrática. Tuvieron un gran protagonismo, pero también fueron los más sacrificados. Se dio un gran paso en la Constitución del Estado con las comunidades autónomas, pero había que ver cómo las alimentábamos y la tajada más grande se la llevaron y la perdieron los ayuntamientos. Eso aún no se ha resuelto y cuarenta años después lo que hace falta es una Hacienda en condiciones y un reparto proporcional en función de los servicios que se prestan y de las competencias. Los alcaldes no quieren nada extraordinario.
¿Para cuándo esa necesaria modificación de la financiación local?
Hay que modificarla ya y hacer una ley de financiación justa de las haciendas locales. Si no me quiere dar más dinero, bien, pero quíteme esa competencia. Hasta ahora no se ha hecho por el peso del Estado y de las autonomías y, en segundo lugar, porque a los alcaldes siempre se les han acusado de tener manga ancha, porque gastábamos. Sin embargo, los ayuntamientos han sido claves para que Bruselas aprobara las cuentas del Estado, porque la deuda pública se ha corregido gracias a las entidades locales. A eso hay que sumar que después de la aplicación de la Ley de Estabilidad y del techo de gasto, los ayuntamientos han logrado 7.000 millones de superávit, de los que un 25% corresponde a Andalucía, 52,8 millones de la provincia de Sevilla. Los ayuntamientos han sido responsables, han saneado sus cuentas, pagan a los proveedores en tiempo y forma, y hemos demostrado que sabemos hacer los cosas. Y si hemos ayudado al Estado para que resuelva sus problemas con Bruselas, ya va siendo hora de que se nos tenga en cuenta.
¿Cuáles son los retos más inmediatos?
El más inmediato es evitar los desequilibrios y brechas territoriales e impedir el riesgo del despoblamiento y que se cierren pueblos. Las imágenes de los pueblos donde sólo se ve una lagartija entre escombros, digo, ¡malo, ahí ya no hay vida! Andalucía ha resistido bien y eso ha sido porque los gobiernos autonómicos y provinciales hemos apostado por el equilibrio territorial aplicando coeficientes correctores para un reparto más equitativo de los recursos, favoreciendo así a los pueblos más pequeños y rurales en detrimento de las grandes urbes, porque estas sí tienen músculo. Nunca hay que olvidar que el vecino de El Madroño tiene el mismo derecho a disfrutar de servicios de calidad que el de Tomares.
Hay una España vaciada y también una Andalucía que se vacía. Y una de las razones de la despoblación va ligada al empleo
Para que la gente no se vaya es vital que tenga la vida más o menos resuelta, que tenga para comer y para vivir. Con independencia de los servicios que deben tener, como un colegio, un centro de salud, es necesario potenciar que los pueblos tengan vida a través de la generación de riqueza y empleo. Ahí tienen que intervenir todas las administraciones para evitar la despoblación. En algunos puntos de España es irreversible, pero en Andalucía aún no.
¿La alternativa es sólo el turismo?
Hay que estar atentos porque la despoblación se da tanto en municipios muy pequeños como en los que no lo son tanto. Hay zonas, en especial, las del cultivo del cereal, donde no se genera tanto empleo, este está mecanizado y la gente se va. No ocurre en zonas donde hay olivar o producto hortofrutícola. Hay que reaccionar y ofrecer al emprendedor bases para que se asiente en los municipios con su pequeña empresa. Todos los pueblos tienen que tener suelo productivo para tener un miniparque o minipolígono industrial de forma que, si un municipio vive del espárrago, un empresario pueda tener espacio para poner una envasadora. Si no lo tiene, se va a otro sitio, y una empresa hoy en día se deslocaliza en 24 horas. Esto es una cuestión que trasciende a las comunidades autónomas, es una cuestión del Estado. ¿Eso podría dar lugar a un plan estratégico en el que estuvieran implicadas todas las administraciones? Pues sí, pero cada una proporcionalmente a sus presupuestos y competencias. Tenemos que estar todos a una para evitar la despoblación, es un problema muy grave y ya se le ven las orejas al lobo.
La supresión de las diputaciones ya no está en el debate electoral. ¿Qué ha pasado?
Los partidos políticos que más han criticado el papel de las diputaciones, como Ciudadanos, ya tienen poder local y se ven con posibilidad de estar en las diputaciones. ¡Que le pregunten ahora a un alcalde de pueblo que hay que quitar las diputaciones! Lo que hay que plantearse es si hay que adaptarlas y cómo, porque es una herramienta al servicio de los pueblos que tiene una función extraordinaria. A lo mejor habría que cambiar el modelo de representación, que no estuvieran representantes de la ciudad de Sevilla pero sí los de los pueblos más pequeños. El problema es que la composición del área metropolitana es el partido judicial más potente y con más músculo de la provincia, y es donde menos interviene la diputación. Esa reforma la firmaba mañana.
El PSOE también planteó en su momento la desaparición de las diputaciones, pero ahora se ha esfumado por completo del discurso político.
Lo achaco a que ahora no toca hablar de las diputaciones, sino de Europa y las elecciones en las comunidades y las municipales. Ahora se trata de ver qué proyecto y qué programa tienen los candidatos para cada escenario. Las diputaciones quedan relegadas a un segundo plano porque van a estar en función de los resultados electorales. Creo que esta institución no debe desaparecer, es una herramienta al servicio de los pueblos y tiene una función extraordinaria, siempre que la dirección de esta casa no esté pensando en que sea una plataforma para llegar a otra cosa.
¿Qué otros cambios propondría para mejorar las diputaciones?
Las diputaciones tendrían que reforzar su estructura ya que somos quienes estamos en el auxilio y el apoyo de los municipios más pequeños en la prestación de servicios. En este sentido, sería conveniente no poner el límite en las localidades de menos de 20.000 habitantes, sino ampliarlo hasta los 30.000. Eso estoy convencido de que la mayoría de los partidos lo aprobaría.