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El legado anisero de Sevilla

“En Constantina había 16 destilerías de anís, 5 bodegas de vino y 2 fábricas de alcohol”, recuerda Mª Amparo García, titular de la empresa Anís La Violetera. Esta es la radiografía de cómo las “ricas aguas” de este municipio de la Sierra Morena sevillana acogieron en la primera mitad del siglo XX a una industria de vinos y licores que por entonces producía casi 300.000 litros anuales de anís. 

“Antes había una decena de destilerías de anisados en Estepa y todas, menos nosotros, han desaparecido”, cuenta Ignacio Nieto quien, junto a su hermano José Luis, continúa al frente de Anís Bravío que fundó su abuelo en 1928. 

La provincia de Sevilla cuenta con numerosas empresas familiares como El Clavel (Cazalla de la Sierra), Anís Los Hermanos (Carmona) o Destilerías Rigo (Fuentes de Andalucía) que, pese a los avances tecnológicos, mantienen las técnicas tradicionales para destilar anís. Sin embargo, los cambios en los hábitos de consumo han provocado una caída que, según el Informe del Consumo Alimentario de 2023, sigue la tendencia decreciente en la mayoría de las bebidas espirituosas.

“Al igual que el coñac o el ponche, el anís está en desuso. Tampoco se puede competir con el ron, la ginebra o el whisky que se combinan con refresco. Si fuera posible, tendría más éxito”, afirma Nieto. Para García este decaimiento se produce “por un poco de todo” y también echa de menos una asociación que defienda los intereses de la industria de los anisados en la provincia de Sevilla. “Las sociedades de Despeñaperros para arriba cuentan con unas infraestructuras en las comunicaciones que aquí no hay. Esto encarece el transporte y se une a los altos impuestos a las bebidas espirituosas”.

Todo al anís

El anís se sitúa en la cola en volumen de mercado (7,7% en contraposición al líder de ventas, el whisky con 19,7%) aunque el consumo per cápita se mantiene estable. La buena noticia para el sector de los anisados es que crece un 6,5% en facturación en comparación con el ejercicio de 2022 como indica el mencionado informe del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.

“Cada vez vendemos más y el target está cambiando. También nos beben los jóvenes de la zona aunque parezca extraño”, dice Javier Muñoz que, junto con su socio José Antonio Espinar, dirigen La Flor de Utrera. 

Este negocio se fundó en 1960 cuando el abuelo de Espinar, también Antonio, adquirió una destilería en desuso en la localidad de Utrera. Tras la desaceleración en el consumo de anís de la década de 1980, la empresa ha aumentado las ventas “por cuatro” en los últimos años siguiendo la estrategia de “mantener la calidad y darlo a conocer”. 

Muñoz apunta a que hay otras empresas de anisados que han buscado alternativas y han apostado por la ginebra. “Nosotros quisimos poner en valor el anís. Si en el bar se veía; se bebía”.

Esta postura más optimista de los compañeros de Utrera también anima a la familia Nieto a seguir con el objetivo de “afianzarse y no desaparecer”. “Es una bebida muy presente en la hostelería a la que intentamos darle más calidad y valor añadido”, dice Nieto.

“El anís es muy marquista. En el bar no se pide la bebida sino la marca ”, dice Nieto. De ahí que en el colectivo imaginario tres marcas sean la referencia. Con este otro inconveniente, las empresas sevillanas mantienen su afán por mantener la tradición anisera en la provincia y hacerse un hueco en el mercado. Funciona el boca-oreja y también las ferias y muestras organizadas por la Diputación de Sevilla que les sirven de escaparate y para la captación de nuevos clientes.

El impulso de las cremas

“Por ser un producto barato no te van a recordar, pero sí por la calidad”, resalta García. Esta es su política para conservar la industria del anisado en su pueblo. “Si en 1995 no decido continuar, se pierde la cultura del anís en Constantina”, aclara.

La tendencia general a un consumo de bebidas de menor graduación alcohólica hace que el anís dulce, entre 35 y 40 grados, predomine en ventas frente al seco que ronda los 50% aunque para las empresas este último sea el de mayor cariño. 

Nieto prefiere más el seco de Bravío, de 55%, pero reconoce que su “buque insignia” es el anís dulce. En Flor de Utrera sucede lo mismo. “Nuestro anís seco, que estaba hasta denostado, es el mejor producto y el que el sibarita del anís va dando a conocer”. Sus esfuerzos iniciales se volcaron en incentivar esta bebida aunque no perdieron la oportunidad de adaptarse al mercado y lanzar su elixir de canela destilado. “Es un macerado de anís y canela que recuerda a los postres sevillanos como los pestiños, las torrijas y a los pestillos”, dice Muñoz.

En sus instalaciones de Estepa, la familia Nieto elabora principalmente unos 12.000 litros de anís, pero la destilación de las cremas, de menor graduación alcohólica, ha favorecido un aumento de la producción. Así, la gama de productos incluye cremas de “sabores propios” como la de mantecado, polvorón o crocanti, todas ellas con un porcentaje de alcohol del 15%. Incluso han hecho una crema de tocino de cielo en honor a las monjas de Santa Clara del municipio estepeño.

En Anís La Violetera, la especialidad de la casa es la crema de guindas (21,6%) y también elaboran cremas de pasas y castañas. “En Constantina siempre se ha usado el aguardiente para macerar guindas, ciruelas…”, dice García, que destila semanalmente en unos alambiques de más de 150 años. Siguiendo el legado familiar, utiliza leña de encina para calentar unas calderas que son un símbolo de la labor artesanal de sus licores y que fueron nombradas Patrimonio Inmaterial de Andalucía en 1978. 

Una ventana al pasado

Anís La Violetera toma el nombre de la película homónima que interpretó Sara Montiel. Fue la propia actriz quien autorizó el uso de su imagen para la etiqueta que sigue embelleciendo actualmente sus botellas. Posteriormente la empresa absorbió marcas tan emblemáticas como El Abuelo y Padre Benito, ambas proveedoras de la Real Casa, y todavía comercializa esta última. “Fíjate, en el país de la Inquisición, un fraile da de beber a una folclórica”.

García, gran conocedora de las industrias de anisados, disfruta contando la historia de su empresa, creada por su padre en 1961, y está empeñada en seguir revalorizando Constantina. Por ello, en sus instalaciones de la calle Mentidero 2, cuenta con una colección de botellas antiguas, publicidad, cartelería y distintos enseres que repasan la trayectoria de las distintas industrias de anisados, su desarrollo y eclosión. Es un homenaje a las extintas marcas del municipio como La Gitana, Celestial, Luisa Ortega, María Guerrero, Flores-Caracol, Wilson, Anís El Mosquito… “Es un espacio para recorrer la historia del anís y realzar a mi pueblo”. 

“El anís corre por nuestras venas. Hemos dormido en sacos de matalauva”, dice Nieto. Su familia lleva destilando anís en Estepa desde finales del siglo XIX, pero no fue hasta 1928 cuando en el pueblo empezó a comercializarse “el aguardiente de Ignacio” bajo la marca de Anís Bravío. Años después, Ignacio Nieto Luque adquirió un alambique de cobre e instaló su destilería en el centro del pueblo donde estuvo hasta su traslado al Polígono Sierra Sur en 1997. 

Los Nieto cuentan con otro proyecto empresarial que sustenta sus economías y mantienen la empresa de destilados por un “toque romántico”. Para seguir “haciendo patria” en 1997 inauguraron el Museo del Anís, que es un espacio expositor donde además de conocer el proceso de destilado sirve como lugar de cata. “Es un sitio muy bonito y que se ha hecho con mucho gusto”, dice Nieto en otro paso más para ganarse a la clientela. 

También en el Polígono Industrial La Aurora, las puertas de Flor de Utrera están abiertas para conocer la historia de la destilería y disfrutar de los procesos de destilación y embotellado del anís. 

Se acerca la Navidad y la afluencia de visitantes a estas empresas aumenta en consonancia con las ventas. “El anís era un producto para todo el año, pero ahora el 80% se vende en la campaña de Navidad”, dicen en Nieto. Esta época también es frenética para Anís La Violetera que aglutina un 70% de transacciones mientras que Muñoz calcula que el invierno concentra un 50% de sus ventas. Y vuelve a insuflar ánimos: “Antes cerraba en julio y agosto, pero ahora seguimos produciendo”.

Pese a la difícil situación de la industria de los anisados en la provicina de Sevilla, estos negocios familiares ponen en el mercado unos productos que obtienen premios en certámenes nacionales e internacionales. Estos reconocimientos invitan a seguir con la tradición. “Estamos contentos, orgullosos; estamos haciendo las cosas bien”, resalta Muñoz. Preocupada por el futuro de su empresa y el vínculo del anís con Constantina, García reivindica su herencia familiar: “Mantengo el legado sin perder calidad ni categoría y a ver si algún día suena la flauta. La empresa es un diamante y el que busca encuentra”.

“En Constantina había 16 destilerías de anís, 5 bodegas de vino y 2 fábricas de alcohol”, recuerda Mª Amparo García, titular de la empresa Anís La Violetera. Esta es la radiografía de cómo las “ricas aguas” de este municipio de la Sierra Morena sevillana acogieron en la primera mitad del siglo XX a una industria de vinos y licores que por entonces producía casi 300.000 litros anuales de anís. 

“Antes había una decena de destilerías de anisados en Estepa y todas, menos nosotros, han desaparecido”, cuenta Ignacio Nieto quien, junto a su hermano José Luis, continúa al frente de Anís Bravío que fundó su abuelo en 1928.