Valeriano Ruíz Hernández ha sido una persona ilustre y reconocida, sus muchos méritos han sido reseñado estos días. A mí me gustaría contar algo de su papel como amigo y compañero de activismo por el clima en sus últimos años en Sevilla.
Valeriano era ingeniero y yo bióloga, yo no tengo ni una ínfima fracción de sus conocimientos o méritos, pero nos hicimos amigos debatiendo sobre cambio climático y discutiendo mucho, a veces demasiado -por ambas partes- y siempre desde la sonrisa y un cariño profundo. Siempre decía que en estos tiempos de medio-jubilado uno de sus lujos preferidos era charlar y discutir sobre cómo cambiar el mundo. Eso hicimos muchos afortunados junto a él, amigos y voluntarios de la Red Sevilla por el Clima, de la que fue miembro fundador. Él, además, siempre brillante, transformaba esos debates en escritos sobre planes de acción, con propuestas concretas y didácticas de lo que hay que hacer.
Valeriano fue muy activo en los movimientos ciudadanos y debates sociales y ecologistas de Sevilla. Para una parte de estos círculos, en los últimos años, Valeriano estaba pesimista. Creo que una de las virtudes únicas de Valeriano era decir siempre la verdad sobre la ciencia del clima, que traducía de forma brillante, sencilla y contundente, sin dejarse endulzar por promesas políticas o por egos poderosos. Él conocía esa verdad con mucho detalle y por eso a veces era incómodo y estaba pesimista. “Los números no fallan”, solía decir, “las toneladas de CO2 son las que son, y ya están en la atmósfera, así que ahora nos queda apechugar”.
Los que veíamos en su pesimismo la falta de esperanza nos equivocamos.
Valeriano fue un maestro en eso de apechugar. Fue científico ilustre, catedrático y profesor universitario, político, alcalde de su pueblo, empresario pionero en energías renovables, y desde siempre, activista. Para ser activista hace falta creer que se pueden cambiar las cosas. Valeriano cambió muchas cosas. También escribía muchísimo. He revisado estos días muchos de sus emails, casi siempre compartiendo textos de sus últimas ideas o pensamientos. Era un científico tremendamente práctico y con gran sentido de la Política (con mayúsculas) y algo de resignación y decepción ante la política (con minúscula). En sus escritos, aunque fueran visionarios y de largo plazo, suele haber una conclusión o propuesta concreta, práctica, de cómo empezar a revertir la crisis climática.
Los que veíamos en su pesimismo la falta de esperanza nos equivocamos. Valeriano había perdido el optimismo que hay en pensar que otro ente ajeno, sea responsables políticos o alguna magia desconocida, harían lo que hay que hacer. Ese optimismo es, tristemente, el que nos ha traído a este momento de crisis planetaria que vivimos. Valeriano también estaba convencido de que la esperanza estaba en las personas y el conocimiento. Si suficientes personas tuviésemos la información veraz necesaria, eso sería el motor imparable de los cambios políticos, sociales y económicos que hay que acometer.
Uno de sus escritos recientes sobre su postura ante el cambio climático termina con estas seis palabras: Resumen: Comunicación, sistema energético y árboles.
Parece sencillo pero es sublime y sofisticado. Tras una dedicación al estudio científico de décadas, en esas seis palabras Valeriano resumió la esperanza de este planeta. Con esas seis palabras también le regaló a cualquier persona con responsabilidad política, alcalde, presidenta, consejero o ministra, el punto de partida para sus estrategias y planes de acción por el clima.
Comunicación: Comunicar la verdad científica sobre el clima a escala de medios de comunicación de masas.
Sistema energético: Abandonar los combustibles fósiles (ayer) e ir a un futuro renovable (hoy).
Árboles: Proteger y restaurar los bosques, transformar la agricultura para dejar espacio a la naturaleza.
Este es un problema de todos, de los casi 8.000 millones de personas que habitamos el planeta. Así que también es algo que podemos, y debemos, solucionar entre todos. “Pero, claro, unos tienen más responsabilidad que otros...” Así solía explicarlo Valeriano, con su característica sonrisa y brillo pícaro en los ojos.
Hasta sus últimos días siguió haciendo su particular llamamiento a la acción política: menos hablar y más hacer.
Quizás esta es la arenga positiva y esperanzada que necesitamos hoy: aún estamos a tiempo, es mucho mejor hacer un poquito, una acción modesta, cada uno de nosotros, que llenarnos la boca o los oídos de discursos grandilocuentes.
Se puede ser pesimista y seguir luchando hasta el último aliento. Que este recuerdo de Valeriano, creyente en el humano, positivo, valiente, sincero, nos acompañe siempre.