Verano en la ciudad para “valientes” sin vacaciones y con ola de calor: “Parece que trabajas el doble”

Sara Rojas

8 de agosto de 2023 22:17 h

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Cuando llega el verano, Sevilla se transforma. Entonces, se produce un fenómeno similar al que experimentan otras ciudades del interior peninsular, donde las calles se vacían y la actividad en el exterior se reduce, pasando a concentrarse en las primeras y últimas horas del día. “Todo el que puede se escapa”, diagnostica al respecto Fernando, un taxista sevillano convertido ahora en uno de esos “valientes” que “se quedan porque no tienen la suerte de tener vacaciones” y tienen que enfrentarse al aumento del nivel de “peligrosidad” por las altas temperaturas.

Precisamente, lo peor de pasar la temporada estival en Sevilla es “la calor”, en palabras de quienes la sufren por trabajo o por estudios. Sobre todo, cuando se dan episodios tan extremos como el que atraviesa la provincia esta segunda quincena de agosto, fruto de la tercera ola de calor de este 2023. Con máximas que rozan los 44 grados y noches tórridas en las que los termómetros no bajarán de 24, se hace especialmente difícil lidiar con la “resignación” de renunciar al ocio y la desconexión que cabría esperar del periodo vacacional por excelencia.

Buena cuenta de ello da Israel, quien como profesional de la hostelería describe un mes de agosto en Sevilla como una experiencia “insufrible”. Aunque reconoce que “la afluencia de público es menor” por las vacaciones, explica que el día a día como camarero “es bastante duro”. “Este calor te agota ya no solo físicamente, que se nota mucho, sino psicológicamente porque te cansas”, explica. “Pero bueno, se sobrelleva como uno puede, refugiándose mucho, bebiendo mucha agua y durmiendo un poquito de siesta”, recomienda mientras ultima las tareas de la mañana en el bar de Triana donde trabaja actualmente.

Trabajar cuando otros descansan

Esta es la situación en la que se encuentran quienes se dedican al sector del turismo, pues aunque los locales desaparecen en cuanto tienen ocasión, como apunta Israel, “contra todo pronóstico” en las calles “quedan los turistas”, según indica el taxista, segundos antes de abandonar la sombra para volver al vehículo tras la llegada de nuevos clientes.

Es lo mismo que aseguran Daniel, Jose y Laura, tres guías turísticos de la empresa Oway tours, que están a punto de acompañar a un nutrido grupo de visitantes por los lugares más emblemáticos de la ciudad durante cerca de dos horas. La constante demanda que recibe la ciudad durante todo el año les exige trabajar sin descanso vacacional, incluso cuando aprieta el calor y el resto está de vacaciones. “Se lleva mal, pero se lleva”, reconoce Daniel a los pies de la estatua que preside la plaza del Salvador, con el gesto afirmativo de sus colegas.

Quedarse porque no salen las cuentas

Junto al punto de encuentro del tour, aparca su moto Leocadio, un repartidor que asegura que trabajar durante el mes de agosto en la ciudad es “una tortura”. Lo dice alegando que “la calor cansa demasiado”. Tanto que parece que “trabajas el doble” y cuando vuelves a casa sólo apetece “una ducha de agua fría y tumbarme al aire acondicionado”.

Estos testimonios desmienten que los sevillanos puedan llegar a acostumbrarse al calor. Pero tales condiciones meteorológicas resultan aún más tormentosas para quienes proceden de otros lugares del norte. Es el caso de Patricia, de Barcelona, que trabaja como dependienta de ropa en la capital andaluza desde hace año y medio y admite que lleva “fatal” trabajar en pleno verano porque desde primera hora “ya hace calor”. Lo cuenta mientras se dirige a la plaza del Duque, media hora antes de abrir la tienda, cuando los termómetros rondan ya los 30 grados bajo aviso naranja.

Más allá del centro, la realidad del verano en los barrios humildes es todavía más complicada. José Luis, vecino de Su Eminencia, se reivindica como uno de esos “valientes” que se quedan, aunque solo sea porque “no tienen otra alternativa”. Lo cierto es que lleva “muchos años” sin poderse ir de vacaciones con su familia en época estival porque “no me salen las cuentas”. De ahí que se quede todo julio y agosto en el barrio, al frente de su carnicería.

Con todo, se siente afortunado porque al menos este verano los constantes fallos en el suministro eléctrico que sufrió el año pasado, tanto en su vivienda como en su negocio, parecen haberle dado una tregua. “Por lo menos, ahora tenemos luz y podemos estar con el aire cuando volvemos del trabajo, pero hay que encerrarse rápido porque es imposible ir a ningún sitio”, cuenta, solidarizándose con otros vecinos que continúan siendo víctimas de los apagones.

Desde el otro lado del mostrador, observa cómo muchos de sus vecinos que están “todo el día trabajando” se privan también de disfrutar de un respiro vacacional porque, como a él, “no les da el presupuesto” para quitarse del calor en temporada alta.

Moreno socorrista

El calor del que se quejan (con razón) quienes tienen que compatibilizar su rutina diaria con temperaturas extremas como las que se registran estos días se va a prolongar hasta las puertas del fin de semana, con temperaturas diurnas y nocturnas superiores a los umbrales de riesgo, según informa a SevillaelDiario.es Juan de Dios del Pino, delegado territorial de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) en Andalucía.

Además de la capital, el naranja que tiñe la península ibérica de avisos de la AEMET con temperaturas que superan los 40 grados alcanza también a la campiña sevillana. Tanto es así que esta nueva ola de calor —bautizada como Wenceslao por el proyecto ProMeteo Sevilla— registró el récord de Andalucía en su primera jornada con 43,2 grados en Carmona.

Cerca de allí, en la localidad vecina de Marchena, se encuentra Cristina, una joven de 28 años que luce morenazo “sin haber pisado la playa” todavía este año. El motivo, según explica ella misma, es que trabaja como socorrista en un club social y pasa más de cinco horas al día vigilando a niños y mayores junto a la piscina. El tiempo que dedica a esta labor le sirve para “desconectar” de las oposiciones para Policía Local que prepara durante el resto de la jornada.

Aunque admite que se hace muy duro trabajar en las horas centrales del día, cuando se intensifica el calor, confiesa que “no me apetece bañarme”. Tal vez porque lo asocia con ocio y su atención en esos momentos está puesta en velar por la seguridad de los usuarios. En cualquier caso, su cuerpo le pide “estar hidratada” y por eso procura refrescarse en la ducha y beber mucha agua durante toda la jornada.

Al igual que el resto, Cristina nota cómo durante los episodios de temperaturas extremas, “el cuerpo se cansa antes”, lo que afecta también a su rendimiento en el estudio. Eso es lo que tiene por delante, al menos hasta este sábado, cuando se espera que empiece a remitir la masa de aire africano que se ha extendido por todo la península, provocando la virulenta ola de calor. De modo que a aquellos que tienen que quedarse les toca buscar la motivación en la rutina, el descanso en la medida de lo posible y, en definitiva, la manera de “llevarlo lo mejor que puedas”.

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