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El soberanismo no puede con la crisis

Exactamente lo contrario de lo que tenía previsto. Artur Mas se despeñó ayer al abismo soberanista que presentó a los electores como la solución a todos los problemas. No coló. Los electores catalanes tienen muy presente la crisis económica y quién ha dictado los drásticos recortes de servicios esenciales en los dos últimos años.

CiU acabó la noche en que iba a ser la reina de la fiesta del soberanismo hundida en sus 50 escaños, 12 menos que los que tenía antes de emprender este viaje suicida. El partido de Mas se hunde, pero el soberanismo que propugnó por primera vez sin complejos aguanta, aunque repartido con ERC y la nueva CUP-Alternativa d'Esquerras. ¿Será viable un Gobierno abocado a recortar aún más, sustentado en dos fuerzas que no quieren ni oír hablar de recortes, sólo de independencia?

Gran fracaso de CiU y de los sondeos. De todos. Ninguno atinó a prever que la “mayoría excepcional” que reclamaba Artur Mas se tornaría en una caída de este calibre. Para este viaje (unas elecciones a mitad de legislatura y en medio de una enorme crisis) no hacían falta alforjas. Alguno pedirá su cabeza esta misma noche.

Enorme decepción también para buena parte de los medios informativos catalanes, públicos y privados, que apostaron sin pudor por la aventura que Mas presentaba como un cuento de hadas, desoyendo el clamor de una ciudadanía asfixiada en la crisis y ávida de soluciones reales.

La derrota del 25N demuestra que los electores independentistas prefieren a quienes lo han sido siempre (ERC) y que los votantes de CiU, tradicionalmente representados como personas “de orden”, no responden a propuestas que se apartan de la moderación.

Más allá de la estrepitosa derrota, el nuevo Parlament surgido ayer de las urnas consolida las dos Catalunyas de siempre: la de izquierdas y la de derechas, prácticamente tan igualadas como la soberanista y la constitucionalista. Todos los pactos poselectorales son posibles, pero antes quien aspire a ser president deberá decidir si quiere seguir el viaje suicida o ponerse a gobernar la crisis. Las dos cosas a la vez, con este reparto de escaños, parecen inviables.

Fuera del batacazo de CiU, ERC logra un éxito enorme, al doblar sus resultados en votos y lograr más del doble de escaños (de 10 a 21) merced a una ley electoral que lo sitúa así como segunda fuerza política del Parlament pese a tener menos apoyos que PSC. Catalunya repite el dibujo que arrojó hace un mes el Parlamento Vasco, con Bildu como segunda fuerza tras el PNV.

La deriva descendente de la marca PSOE y las divisiones internas de los socialistas catalanes hacían prever un batacazo que no se ha producido. Pero el revolcón es considerable (de 28 a 20 escaños), pero todavía menor de la que temían los propios socialistas. El resultado permite salvar los muebles al líder de urgencia, Pere Navarro, y da un ligero respiro a Alfredo Pérez Rubalcaba, que le dio su bendición desde Ferraz.

Joan Herrera tiene motivos para estar satisfecho. Ha logrado que su formación pase de 10 a 13 diputados.

El partido liderado por Albert Rivera merecería crónica propia por haber triplicado sus resultados de hace dos años. El hastío con los grandes partidos y una campaña muy bien planificada, con la transparencia como máximo valor y mensajes claros y comprensibles, han elevado a Ciutadans a cotas impensables hace poco tiempo.

Por último, entra en escena CUP-Alternativa d'Esquerras con tres escaños. Una formación que deberá luchar duro para no ser abducida por la fuerza de ERC. El ejemplo de la volatilidad lo tiene en el partido que Joan Laporta llevó al Parlament (Solidaritat Catalana per la Independència) en 2010: 4 escaños que han durado sólo una legislatura, y corta.

Exactamente lo contrario de lo que tenía previsto. Artur Mas se despeñó ayer al abismo soberanista que presentó a los electores como la solución a todos los problemas. No coló. Los electores catalanes tienen muy presente la crisis económica y quién ha dictado los drásticos recortes de servicios esenciales en los dos últimos años.

CiU acabó la noche en que iba a ser la reina de la fiesta del soberanismo hundida en sus 50 escaños, 12 menos que los que tenía antes de emprender este viaje suicida. El partido de Mas se hunde, pero el soberanismo que propugnó por primera vez sin complejos aguanta, aunque repartido con ERC y la nueva CUP-Alternativa d'Esquerras. ¿Será viable un Gobierno abocado a recortar aún más, sustentado en dos fuerzas que no quieren ni oír hablar de recortes, sólo de independencia?