Los acuerdos firmados entre las universidades españolas y el CSIC con cuatro editoriales científicas para unificar el gasto de los centros en leer y publicar artículos académicos no cubren el 90% de los papers que se publican en España cada año. Las editoriales reciben 45 millones de euros al año e incluyen en el precio la publicación de unos 12.000 artículos cada ejercicio. La producción española de 2021 fue de 136.808 artículos, según Web of Science (WoS), el gran repositorio mundial.
Además, el 76% de las revistas incluidas en estos acuerdos son de un segundo escalón cualitativo en el sector. Tres de cada cuatro revistas son Q2 o inferior, y un 37% no tienen índice de calidad, según cuentas del catedrático de la Universidad Complutense Luis González, lo que quiere decir que su nivel de impacto –lecturas, citas– es muy bajo y no sirve para satisfacer una de las necesidades de los investigadores: publicar en revistas de alto impacto para poder pedir después sexenios o mejorar en la carrera laboral académica.
45 millones al año
Los acuerdos con las editoriales Elsevier, Springer, Wiley y ACS se cerraron con la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE), en representación de las 50 universidades públicas y alguna privada, y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). En total, 170 millones de euros (45 al año de media) que cubren de 2021 a 2024, ambos inclusive. Su objetivo es ahorrar costes a los investigadores y pasarlos a las instituciones, a la vez que se garantiza el acceso universal para “transformar” el sector y el modo en que se publica y accede al producto escrito de las investigaciones científicas.
¿Cómo y qué se quiere transformar? El negocio de las publicaciones científicas es redondo para las editoriales en los dos modelos con los que se manejan. En el primero cobran por leer: los investigadores envían sus artículos de manera gratuita y quien quiera leerlos debe pagar una suscripción. En el segundo, se cobra por publicar: es el conocido como método APC, en el que el investigador en cuestión paga de media 2.600 euros a cambio de que se publique su artículo, que luego se cuelga con acceso abierto para todos. También pueden moverse en un modelo intermedio: el híbrido, por el que el investigador puede elegir bajo qué modelo quiere publicar. De hecho, todas las incluidas en los acuerdos CRUE-CSIC-editoriales responden a este modelo, lo cual a su vez genera otro problema, dicen los expertos: cuando venzan los pactos, en 2024, habrá que volver a suscribirse a las revistas.
Ambos modelos presentan problemas, explican los investigadores, derivados del hecho de que implican pagar: el modelo por suscripción no cuesta dinero al científico, pero tiene un acceso restringido; el APC lo sustenta el investigador, habitualmente con parte de los fondos de la investigación, y tiende a generar desigualdad con quienes no pueden costearse la publicación. “Se generan disfunciones”, explica el profesor González: “si tengo prestigio puedo pagar por publicar, me aseguro visibilidad y citas. Y al contrario. Esto está generando una dinámica perversa de elitismo científico no justificado por la calidad de la ciencia que hagas, sino por el dinero que tengas”.
La idea, impulsada desde instituciones de todo tipo como la UE o el Ministerio de Ciencia, es evolucionar del más tradicional modelo de pago por suscripción al APC para hacer efectivo este “open access” que propugnan las administraciones: que todo el mundo pueda tener acceso a los resultados de la investigación científica, que habitualmente se pagan con fondos públicos (al menos en España). Y, además, que sean las instituciones, a través de sus bibliotecas habitualmente, las que asuman el coste. En última instancia, esto supone que lo asume el contribuyente: los fondos universitarios salen de los presupuestos de las comunidades autónomas. Transformación hecha: de un sistema en el que o se pagaba por leer o el investigador ponía dinero a uno en el que lo paga el centro y el acceso es para todos.
Faltan 310 millones de euros
Así, el acuerdo de las instituciones españolas con las editoriales afecta solo a las revistas híbridas, con la idea de transitar de aquel modelo de suscripción al de pago por publicar y acceso abierto. Mediante estos acuerdos, a cambio del dinero pactado –45 millones al año–, las editoriales publicarán sin más coste un total de 47.118 artículos en esos años: 8.253 en 2021; 12.105 en 2022; 12.786 este 2023; y 13.974 el siguiente. El problema, según las cuentas que ha echado el catedrático de la UCM Luis González, es que en 2021 en todo el país se publicaron 136.808 artículos. Los documentos firmados con las editoriales contemplaban para ese año la publicación de 8.253 textos. La cifra supone apenas un 6%, aunque mejora con los años, como se ha visto. El cálculo grueso dice que los acuerdos transformativos cubrirán aproximadamente el 10% de las publicaciones anuales.
El catedrático echa cuentas: incluir toda la producción anual para lograr esa “transformación” hacia la ciencia abierta le costaría al Estado, siguiendo la política de precios pactada para estos cuatro años (un coste medio de 2.600 euros), un total de 355 millones de euros. Harían falta, pues, 310 millones de euros adicionales para que los acuerdos cubriesen a la totalidad de los investigadores, solo para publicar y leer artículos. A modo comparativo, explica el profesor, todo el presupuesto nacional de proyectos de Generación del Conocimiento en Investigación Orientada y no Orientada en 2021 (el principal programa de ciencia básica que hay en España) es de 452 millones al año.
El segundo elemento que le chirría al catedrático del acuerdo es que, de todas las revistas incluidas en el acuerdo (cada editorial publica cientos de revistas, miles incluso, y no todas han entrado en los pactos), un 76% no están en el primer cuartil (Q1), el indicador de mayor calidad en forma de repercusión y citas de las revistas. Más aún: una de cada tres ni siquiera está indexada, no tiene valoración cualitativa.
La clasificación de una revista, explican los investigadores, no es un sistema perfecto, pero es el que hay para medir la calidad de una publicación. El problema es que también genera disfunciones y ha pasado a convertirse de facto y por extensión en el indicador de la calidad de los artículos más que el aporte concreto de cada artículo. ¿Publicas en una revista Q1 (el más alto)? Tu investigación es automáticamente Q1, viene a ser el razonamiento.
“Estamos sufragando la ciencia buena y la mala con los acuerdos transformativos. Y estamos financiando más la mala”, opina el catedrático. “Veo una mala gestión de la CRUE, una mala negociación”.
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