La confesión de un abuso sexual: “Pensé que si ella no me decía que no, yo podía seguir”

Luis (nombre ficticio) se lo negó durante meses, pero ahora ya lo tiene claro: hace cuatro años abusó sexualmente de una mujer. No tiene problema, además, en decirlo con esas palabras, aunque este reconocimiento le llevó tiempo. “Yo no tenía intención de hacerle daño a ella, pero he aceptado que se lo hice. Me costó bastante darme cuenta de que yo había sido tan hijo de puta”, dice Luis sin cortapisas.

La historia de abuso de Luis se remonta a hace cuatro años, cuando él tenía 18 y estaba empezando la facultad. Hay detalles –la ciudad, el lugar, la edad de ella, su nombre, la carrera que estudiaban– que no aparecerán en este artículo. Y no porque Luis no esté dispuesto a desgranar lo que sucedió aquella noche o cualquier otro dato que sirva para comprender cómo se convirtió en abusador y ella en abusada, sino porque su voluntad es la de sacar a la luz la parte que suele quedar oculta en este tipo de historias (lo que hacen los hombres) sin que este relato la interpele a ella hasta el punto de dañarla.

Era una noche cualquiera en la que Luis y su amiga decidieron dormir juntos. No era la primera vez que lo hacían, sin que pasara nada entre ellos más que compartir cama y sueño. Pero esta vez fue diferente. “Empecé a tocarla, la verdad es que ella estaba parada pero yo seguía. En ese momento no me di cuenta de lo que estaba haciendo, pensé que si no me decía que no yo podía seguir, que se trataba de avanzar hasta que ella dijera que no. Como no lo dijo, yo seguí”, recuerda. Después de un rato, Luis paró: “No llegué a penetrarla, paré precisamente porque la cosa estaba ya muy tensa”.

A la mañana siguiente, ella se mostró distante y fría. “Ni siquiera lo relacioné con eso, pensé que estaría así por otra cosa. Entonces me costaba aceptar que ella no quería lo que había pasado”, reconoce Luis. Días después, sin embargo, ella le mandó un mensaje. En unos cuantos caracteres le dijo lo mal que se sentía, que no deseaba lo que había sucedido y que no supo de qué manera parar esa situación. La chica pedía distancia, no quería verle.

El mensaje fue la primera señal de alarma para Luis. Lo comentó con un par de amigos de confianza. “Nadie me dijo que la había cagado. Alimentaron mi historia de que quizá ahora se arrepentía pero de que en ese momento seguro que quería y que, si no, no se hubiera metido conmigo a la cama”. Una amiga, sin embargo, sí le reprendió. “Ella me dijo que había hecho algo malo, no me dijo la palabra abuso, pero sí me puso en mi sitio”. Su proceso había comenzado.

La distancia que la chica le había pedido se convirtió en dos años sin verse. Mientras, él comenzó a sentir malestar al recordar aquella noche. “Poco a poco me fui dando cuenta. Pensé que si esa noche era algo que no me gustaba recordar era por algo. Fui consciente de los detalles y me daba vergüenza, sentía desazón, esa es la palabra. Empecé a sentirme muy mal”. Durante ese tiempo su malestar se reflejó en sus relaciones con otras chicas. “Me costaba intimar sin sentirme mal o inseguro, como si estuviera haciendo algo mal”.

Un día decidió sacar el tema con un amigo, abrirse, compartir. De nuevo, la reacción que encontró fue la de quitarle importancia. “Ahí de repente reaccioné. Le dijo no tío, no fue una tontería, fue abusar de alguien”. Esa frase, su propia voz reconociéndose como un hombre que había abusado de una mujer, le impactó y le liberó al mismo tiempo. “Lo vi claro y me dio por escribirlo”. Luis publicó su relato en un blog personal y lo compartió con gente conocida.

“Fóllatela”

Las reacciones que desde entonces ha recibido son variadas. Una, frecuente, es la que resta importancia a su relato. “Gente que me conoce y que me dice que es una tontería, que a cualquiera le podía pasar algo así a esa edad, incluso que ella no debía haber dormido conmigo”, dice Luis, ahora sorprendido por tanta complacencia. Sin embargo, muchas chicas han reaccionado a su historia compartiendo con él la suya propia, con parecidos o circunstancias similares. “También me ha escrito algún chico para decirme que él también hizo algo así y que nunca se ha atrevido a decirlo”. Otros amigos, dice Luis, nunca le han mencionado el tema. “Son esos que te dicen 'fóllatela' en cuando te ven con una chica, que se ríen de ti si quieres tener una amiga que solo sea amiga”.

Antes de publicar su relato, sin nombres, Luis le escribió a la chica para compartirlo con ella y preguntar si le incomodaba. “No me quiso dar su opinión, sí me dijo que si quería publicarlo de alguna forma, lo hiciera”. Alguna vez se han vuelto a ver, rodeados de más gente, y aunque el trato es cordial, la amistad nunca ha vuelto.

Luis asegura haber aprendido: “Ahora ya no veo a las mujeres como alguien con quien seguir intentando a ver si caen o hasta ver a dónde llego. Ahora pienso que si a los dos nos apetece pasar un buen rato bien y si no, no pasa nada. No entiendo cómo entonces me costó tanto verlo. No es muy difícil saber si a las dos personas les apetece lo que está pasando”.

Esta historia forma parte de la serie Rompiendo el Silencio, con la que eldiario.es quiere hablar de violencia y acoso sexual en todos los ámbitos a lo largo de 2018. Si quieres denunciar tu caso escríbenos al buzón seguro rompiendoelsilencio@eldiario.es. Rompiendo el Silencio