Ignacio Morgado se ha lanzado a la ingente tarea de hacernos aprender sobre nosotros mismos, sobre el cerebro. “Porque, ¿qué somos si no un cerebro?”, se pregunta este catedrático de Psicobiología, profesor e investigador en la Universidad Autónoma de Barcelona. En su último libro, La Fábrica de las Ilusiones (Planeta), Morgado rompe mitos y aclara dudas sobre el cerebro. Por ejemplo, que no nos podemos engañar a nosotros mismos, que razón y emoción no son contrarios sino complementarios o que lo que percibimos no existe como tal sino que es una ilusión. Preguntado por su origen, de sí mismo dice: “A los no nacionalistas nos da igual de dónde somos. A la gente se le cataloga por sus actos, no por su origen”.
¿Cuánto conocemos del cerebro?
Conocemos mucho, pero nos queda mucho también. El cerebro es un órgano muy complejo, tiene 80.000 millones de neuronas interconectadas de manera extraordinariamente compleja. Y conocer todos los secretos funcionales de un órgano de estas características lleva tiempo, mucho trabajo y desarrollar técnicas muy complejas. Nos queda mucho por saber, pero hemos aprendido muchísimo desde que Ramón y Cajal puso de manifiesto que el cerebro está formado por células individuales (en este caso por neuronas). Algunas cosas puede que no estemos siquiera capacitados para entenderlas nunca. No hay que olvidar que estamos tratando de entender el cerebro con un cerebro. No es un órgano superior el que trata de conocer a un órgano inferior.
“Tengo mis dudas de que el cerebro pudiese entender el proceso por el que se crea el pensamiento”. ¿Es como la paradoja definitiva?
Pienso que podríamos no estar capacitados para entender cómo pensamos porque no somos capaces de elaborar una hipótesis siquiera. Si uno no sabe si hay vida exterior al menos lo puede imaginar cómo pudieran ser, aunque luego no tuvieran nada que ver. Pero en el caso del cerebro, cómo hace posible la subjetividad, la imaginación, la conciencia, el pensamiento, es que no tenemos ni siquiera esa idea a priori. Esa incapacidad para imaginar ni siquiera lo que pudiera ser me hace imaginar que el cerebro no tiene capacidad de entenderla al 100%. Hay quien no está de acuerdo con esa idea y piensa que es capaz de tiempo o técnicas.
Dice que vivimos en una ilusión. ¿No hay nada fuera de nuestro cerebro?
He titulado el libro La Fábrica de las Ilusiones en alusión al cerebro. El cerebro crea la mente humana, y en la mente humana no hay nada que tenga fuera de ella una correspondencia exacta, tal como lo vivimos mentalmente. La luz, el sonido, etc. sólo existe en nuestra mente, fuera de ella no hay luz ni sonido. Fuera hay energía electromagnética, movimiento de las partículas y los átomos. Pero nuestro cerebro no capta esas energías o partículas directamente, tal y como son. Recibe el impacto de ellas y gracias a su trabajo neuronal convierte ese impacto en ilusiones de luz, color, sonido, etc. Tú vas a una sala de conciertos, una orquesta sinfónica está interpretando una melodía y crees que la sala está llena de música, pero no es verdad. No hay música en la sala, sólo está en tu mente. Si no hubiera ningún cerebro en esa habitación sólo habría fluctuaciones complejas del aire. El cerebro tiene una forma particular, rica, bonita, de leer el mundo en el que vive. No es frustrante. Es la diferencia entre percibir el mundo en su tosquedad natural, percibir átomos, energía, fotos, o percibir luz, color, sabores, sensaciones, pensamientos. ¿No es más bonito?
Duda de que seamos libres para tomar decisiones...
Es un tema ancestral que no está del todo resuelto. Nadie ha llegado a una conclusión definitiva. La ciencia se inclina bastante por el hecho de que nuestra sensación de libertad no es más que ignorancia sobre lo que pasa en nuestro cerebro. Que si fuéramos más conscientes nos daríamos cuenta de que todo se está cociendo ahí. En lo que no hay que caer es en el error de pensar que uno es algo diferente a su cerebro. ¿Mi cerebro toma decisiones por mí antes de que yo las tome? ¿Pero quién eres tú si no tu cerebro? ¿Qué queda si te quito el cerebro? ¿La piel y los huesos? Es un problema mayor este. Uno tiene la sensación de que el pensamiento consciente es algo diferente del cuerpo, pero no es verdad.
Un clásico. ¿Hay diferencias entre hombres y mujeres?
Sí, somos distintos. Se han detectado importantes diferencias estructurales y funcionales. Sabemos que el cerebro del hombre, por término medio, pesa unos cien gramos más que el femenino. Por otro lado, el cerebro femenino tiene mejor conectadas entre sí las dos mitades del cerebro. A nivel funcional las conexiones que tiene la amígdala (un órgano asociado a las emociones) con el resto del cerebro, en la mujer es diferente que el hombre. Hay diferencias en comportamiento también. El hombre generalmente es más violento, tiene más capacidad de percepción espacial. La mujer tiene más capacidad de ver el detalle, más capacidad de cálculo matemático, el hombre más capacidad de razonamiento matemático. Lo que no hemos podido establecer es la relación entre ambos tipos de diferencia. Es decir, el cerebro del hombre es mayor, pero no se ha podido demostrar que el hombre sea más inteligente que la mujer. No conocemos hoy por hoy, aunque constatamos diferencias, cómo estas diferencias hacen que nos comportemos de manera diferente.
La tecnología, que tanto influye en nuestro día a día, ¿nos está atrofiando el cerebro?
No es que lo atrofie, lo reconduce. Una de las ventajas modernas del proceso evolutivo es que ahora podemos condicionar el desarrollo evolutivo de nuestro cerebro. Lo que hagamos va a condicionar mucho cómo será el cerebro del futuro, qué capacidad tendrá, cuáles habrán mejorado, cuáles disminuido, qué capacidades nuevas han surgido. Anteriormente al desarrollo tecnológico industrial no influíamos tanto en nuestro propio desarrollo cerebral. Ahora, conforme desarrollamos la inteligencia, la tecnología, el conocimiento, cada vez podemos poner más medios que condicionen por dónde va a evolucionar el cerebro en el futuro. Si desarrollamos mucho la visión en los ordenadores la visión va a ser un sentido en evolución permanente. Si ciertos tipos de memoria no los desarrollamos tanto porque lo tenemos todo en el móvil u ordenador perderemos cierta capacidad de memoria que teníamos, pero ganaremos otro tipo de capacidades.
Viendo los precedentes de los humanos tomando decisiones, no sé si esto es una buena noticia o una mala...
Yo diría que no es buena ni mala. Es como la ciencia, que siempre tiene una doble aplicación. La energía atómica puede usarse para calentarse o para matar personas. Los condicionantes que pongamos al proceso evolutivo nos pueden beneficiar o perjudicar. De todas formas los procesos evolutivos son tremendamente lentos, para notar un cambio tienen que pasar millones de años.
A la hora de tomar decisiones se suele hablar de la razón contra la emoción. ¿Es una disyuntiva real?
Lo equivocado es creer que razón y emoción funcionan de manera independiente. Basta conocer el cerebro por dentro para ver que los circuitos implicados en los sentimientos están muy relacionados con los circuitos de la razón. En la práctica quiere decir que nuestros sentimientos están influidos por nuestra manera de pensar y razonar y al revés. Lo que la gente debe admitir es que no hay emoción pura ni razonamiento puro. Aunque no nos demos cuenta, a veces lo que decimos que es producto exclusivo de la razón está influenciado por los sentimientos.
¿Es posible olvidar algo a propósito?
No. Sabemos que se pueden hacer esfuerzos para no pensar en algo concreto durante unos minutos. Pero te va a venir otra vez. Olvidarlo definitivamente es casi imposible, sobre todo si son recuerdos ligados a emociones.
En el libro describe un experimento que se realizó sobre la inactividad del cerebro, en el que los voluntarios pasaban un rato realmente malo por estar menos de diez minutos sin hacer nada. ¿Es posible que cinco minutos sin actividad nos pareza insufrible?
Pruébelo, verá la sorpresa. ¿No te ha pasado nunca que se va la luz y te quedas sin ordenador? Imagine que si, además de perder el ordenador, no tenga periódico o un libro a mano. Se pasa mal. No nos damos cuenta de que somos adictos a la información. Vivimos en un mundo en el que continuamente nos llega información. El cerebro se acostumbra a trabajar con ese flujo de información, lo mismo que con la nicotina.