La UE se ha quedado atrás en la normativa sobre la utilización de ácidos grasos trans artificiales en la industria alimentaria. Han pasado más de cuatro años desde que el Parlamento Europeo pidió a la Comisión Europea que realizara un informe sobre este tipo de grasas que, según todos los estudios, aumentan gravemente el riesgo de problemas de corazón. Ante la pasividad de las instituciones europeas, algunos países de la Unión han establecido marcos regulatorios que limitan el uso de este tipo de grasas en alimentos procesados.
Los ácidos grasos trans (AGT) son un tipo particular de grasas insaturadas que se encuentra de forma natural en algunos alimentos, pero que también se emplea artificialmente para tratar algunos productos. Entre los más utilizados a nivel industrial están los que se conocen como aceites vegetales parcialmente hidrogenados, que constituyen la principal fuente de grasas trans en los alimentos procesados. Son baratos, duraderos, fáciles de manejar y, además, añaden textura y sabor a diferentes productos alimenticios, como la comida rápida, ciertos tipos de margarinas, bollería industrial, etc.
Aunque estos ácidos grasos son unos nutrientes esenciales e imprescindibles, las pruebas científicas acumuladas en las últimas décadas muestran el peligro que conlleva para la salud cardiovascular un consumo elevado. Según un informe emitido por la Red Europea del Corazón, el riesgo de morir de por alguna cardiopatía es hasta un 25% mayor cuando el 2% de la ingesta diaria de energía procede de AGT en lugar de proceder del equivalente energético en hidratos de carbono u otros tipos de ácidos grasos.
La contundencia de los datos llevó a esta organización a recomendar a la Comisión Europea que adoptara “un límite superior obligatorio de ácidos grasos trans producidos industrialmente”, para “asegurar que no lleguen al mercado alimentos con niveles demasiado altos de ácidos grasos trans artificiales”.
Cuatro años para realizar el informe
Con el objetivo de establecer un marco regulatorio para este tipo de grasas, en 2011 el Parlamento Europeo determinó que la Comisión debía presentar un informe sobre la presencia de grasas trans en los alimentos y en la dieta de la población de la UE. Dicho informe, que se publicó con un año de retraso el pasado mes de diciembre, establece, que “una elevada ingesta de AGT aumenta gravemente el riesgo de cardiopatías, más que cualquier otro nutriente por unidad de calorías”.
La propia Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) recomienda que “la ingesta de AGT debe ser tan baja como sea posible en el contexto de una dieta adecuada desde un punto de vista nutricional”. Sin embargo, la actual normativa comunitaria no obliga a los fabricantes a informar en las etiquetas sobre la cantidad de grasas trans que contienen los productos y se basa en que los consumidores pueden deducir del etiquetado si un producto contiene AGT industriales. Algo que desmonta el propio informe de la Comisión, que destaca que aunque “se sabe poco sobre el nivel de conocimientos de los consumidores europeos en cuanto a los AGT”, la información disponible sugiere que “la mayoría de los europeos no sabe nada sobre este tipo de grasas”.
Entre la prohibición y las medidas voluntarias
Los planteamientos posibles para limitar los niveles de AGT en los alimentos se dividen, en líneas generales, en medidas legislativas o voluntarias. Las legislativas pueden consistir en establecer límites de los AGT en los productos alimenticios o hacer obligatoria la mención del contenido en la información nutricional, mientras que las voluntarias dejan a las empresas alimentarias la opción de decidir si informan o no sobre los AGT a los consumidores.
Para la Organización Mundial de la Salud, la prohibición de las AGT en la elaboración de alimentos es “uno de los métodos más eficaces para prevenir algunas de las enfermedades letales más importantes del mundo”. Según un estudio publicado en el Boletín de la OMS, aquellos países que han optado por la limitación de estos ácidos grasos, como Brasil, Dinamarca o Canadá, han demostrado que esta estrategia resulta eficaz.
EEUU, un paso por delante de la UE
Si bien es cierto que varios países europeos, como Dinamarca, han sido los primeros en tomar medidas de regulación de los AGT, parece la UE está tomándose las cosas con calma. Cada vez son más países los que se interesan por este asunto y el último de ellos ha sido EEUU, que ha dado un plazo de tres años a los fabricantes de alimentos para eliminar los aceites parcialmente hidrogenados de sus productos. Aunque la medida fue adoptada el pasado mes de junio, ya en 2006 las autoridades estadounidenses exigieron a los fabricantes comenzar a incluir información sobre el contenido de AGT en la etiqueta de los alimentos.
El informe de la Comisión finalmente concluye que establecer un límite legal sobre los AGT industriales “sería la medida más eficaz en lo que respecta a la salud pública, la protección de los consumidores y la compatibilidad con el mercado interior”. Sin embargo, no hay fechas para la implementación, si así se decide, de las posibles medidas comunitarias. Mientras tanto, el mercado europeo seguirá produciendo alimentos que pueden perjudicar gravemente la salud.