ENTREVISTA Presidente de la Asociación Española de Vacunología

Amos García: “El efecto secundario más tremendo de la vacuna contra la COVID-19 sería no ponérsela”

Belén Remacha

31 de octubre de 2020 22:14 h

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El mundo vive pendiente como nunca antes de un proceso científico cuyos pasos hasta ahora la mayoría desconocía: el desarrollo de la vacuna contra la COVID-19, en apariencia lo único capaz de lograr que comencemos a salir de la crisis sanitaria que ha provocado la pandemia. El contador dice que hay ya 11 proyectos en fase 3, la última antes de la aprobación y distribución masiva, y la Unión Europea tiene acuerdos y preacuerdos con seis laboratorios.

En España se sigue especialmente la desarrollada por la Universidad de Oxford en colaboración con la farmacéutica AstraZeneca, por prometerse como la más avanzada, y la de Johnson & Johnson, que se prueba en nuestro país. El ministro de Sanidad, Salvador Illa, lleva desde verano deslizando que quizá en diciembre podrían recibirse las primeras dosis del suero británico, aunque la Agencia Europea del Medicamento ha rebajado las previsiones a la primavera que viene. Y mientras tanto, llegan constantes noticias sobre alteraciones en los distintos experimentos –la última, un voluntario que falleció en Brasil pero, se supo más tarde, tras recibir una dosis de placebo, es decir, no le fue administrada la vacuna en pruebas–. Hablamos con Amós García Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología –y jefe de epidemiología del Gobierno de Canarias– para despejar dudas y aclarar qué es realista esperar.

La Agencia Europea del Medicamento prevé una vacuna como pronto para primavera del año que viene, el Ministerio de Sanidad se mantenía hasta hace poco hablando de diciembre. ¿A quién hacemos caso? ¿Para cuándo podemos esperar de manera realista una vacuna?

Cuando desde el Ministerio hablan de diciembre, se refieren a recibir dosis, que no administrar. Es así según los contratos firmados, pero son vacunas de fase 3 a las que aún les queda camino. Una cosa es que empecemos a recibir vacunas y otra que tengamos capacidad de vacunar a toda la población diana, para eso se necesitan muchísimas dosis. Difícilmente se podrá antes del primer semestre y no tengo claro que se acabe entonces. Posiblemente es esto último lo que decía la Agencia y por ahí va la línea de la diferencia entre lo que dicen ellos y el Ministerio.

Yo soy incapaz de poner una fecha, sí intentaría poner un horizonte: el primer semestre de 2021. Su desarrollo en el tiempo depende de muchas cosas: el número de dosis que nos lleguen, la cantidad, y si van a necesitar un recuerdo, una doble dosis pasado un mes, algo que es bastante probable. Para cumplir el plazo de diciembre tienen que ir todos los procesos y estudios perfectos, en tiempo. Y encima es un mes complicado para vacunar, con las vacaciones de navidad, incluso aunque estas no sean como otros años.

Una vez haya suero disponible llega el reto de saber aplicarla...

La llegada de la vacuna frente a la COVID-19 va a abrir varios frentes. El primero, la priorización de a quién se vacuna. El segundo, la logística, tiene que haber un plan claro y consensuado con las comunidades. En todo ya se está trabajando, pero todo el proceso es complejo. La llegada de la vacuna te cambia el horizonte de la pandemia porque ya te llena de posibilidades, pero la vacunación no va a ser de un día para otro. No olvidemos tampoco que estamos hablando de una pandemia. No solo atañe a nuestro país, también al Sudesde Asiático, a África, que vivirán otro proceso para vacunarse. Y para solucionar del todo este problema tenemos que ver cómo se posibilita que llegue también a países en vías de desarrollo. 

¿Le preocupa que, al hablarse de estas fechas, se creen falsas expectativas?

En el contexto de una pandemia, la prudencia es una virtud. Pero entiendo también que haya que crear, porque el horizonte y los contratos firmados así lo permiten, espacios de optimismo a la ciudadanía. Pero yo personalmente, creo que mejor que dar fechas que se pueden cumplir o no es mejor hablar hablar de ese horizonte del primer semestre de 2021.

Todo el rato pensamos en la vacuna de Oxford, al menos aquí en España. Realmente, ¿puede llegar antes otra de las que están en fase 3?

La de Oxford parece la gran esperanza blanca, sí. Puede llegar antes primero otra, todas las que están más avanzadas tienen esa posibilidad. Esta próxima la de Oxford, pero también la de Pfizer. Incluso la china. Así que es probable que en el primer semestre de 2021 no tengamos solo una, sino más de una. Y será bueno si las prestaciones de unas y otras se complementan. Es deseable que lleguen varias, y conforme se vayan produciendo y sean aprobadas por organismos, eso puede suceder.

Entiendo que es bastante posible que en 2021 tengamos una vacuna –por ejemplo, la de AstraZeneca– pero en 2022 se sustituya por otra que sea mejor.

Todos los escenarios son posibles. Un escenario posible es que haya que revacunarse todos los años. Todavía hay muchas incertidumbres y conforme vayan llegando vacunas podremos ir arbitrando medidas de colaboración entre ellas, y es posible que una ocupe el espacio favorable de otras al año siguiente y así sucesivamente. Pero todavía hay demasiadas incertidumbres.

¿Cómo y por qué se ha conseguido acelerar tanto? Incluso en el peor escenario, si la vacuna llega en 2021 será la vacuna más rápida de la historia.

Va a ser la más rápida de la historia, sí. Es verdad  que en el proceso de producción de una vacuna los plazos suelen durar bastante tiempo, para una vacuna nueva normal mínimo cuatro años. Pero no estamos en una situación normal, sino en el contexto de una pandemia. Todo el trabajo se ha focalizado en una vacuna contra la COVID-19. Y todos los procedimientos, que son fase preclínica, fase 1, 2, 3, elaboración del dossier, se están cumpliendo igual, pero acelerando. La diferencia es que antes se hacían una detrás de otra, y con esta estás en fase 1 pero empezando ya la 2. Pero no obviando ninguna de las fases de producción que deben garantizar los dos elementos clave de una vacuna: eficacia y seguridad. Tanto es así que, cuando alguna vacuna, como la de Oxford, ha tenido accidentes espontáneos, que han obligado a paralizar el proceso, todos nos hemos enterado. Eso es así porque todo está siendo transparente. Así sabemos que es seguro, que lo que prima es la seguridad. La situación de salud pública requiere rapidez, pero no significa que se obvien ninguno de los mecanismos de ninguna fase.

La respuesta ciudadana para participar como voluntarios también ha sido muy buena, de diferentes perfiles en los estudios. Seguramente la situación ha hecho posible que pase, a lo mejor para otra no habría habido tanto plantel. Había mucho deseo de participación.

Los ciudadanos no están acostumbrados a seguir al día el proceso de una vacuna, conocemos casi en tiempo real cómo va, cuándo se paraliza... ¿es bueno esto? ¿Debería ir acompañado de algún tipo de pedagogía?

Desde luego lo adecuado en una pandemia sería la prudencia, eso es lo que debería marcar la línea de intervención. Pero es imposible no transparentar lo que ocurre con la vacuna, está en el foco de atención y sí creo que tiene bondades: la ciudadanía ve que ante la más mínima duda que sucede, como un accidente que no es raro y es muy usual que pase, se prima la seguridad. Eso da la garantía, cuando llegue la aprobación, de que ha pasado todas las fases. Creo que la transparencia debe ir acompañada de que traslademos ese mensaje a la ciudadanía, en positivo: si te estás enterando, es porque prima la seguridad.

¿Se renunciará antes a cierto grado de efectividad que a la seguridad? Es decir, ¿puede que las primeras vacunas no tengan demasiada efectividad, pero lo que es seguro es que no serán perjudiciales?

Tiene que haber un equilibrio entre seguridad y efectividad. La seguridad tiene que estar garantizada al 100%, teniendo en cuenta que es un producto biológico que no puede estar exento de efectos secundarios leves, como que te duela el brazo. Pero no indeseables. Pero también tiene que haber la garantía de que es un producto adecuado, si no para qué. Es verdad que las primeras vacunas no tendrán una efectividad del 100% o 90%, pero con que haya una efectividad razonable será un golpe fuerte a la pandemia, sobre todo a su cara más amarga: los fallecimientos e ingresos en UCI. Si se nota así, protegiendo a personas con patologías base, mayores, los más afectados por eso… ya será una disminución tremendamente importante.

¿A cuánta efectividad es aceptable renunciar? ¿Deberán proteger al 30%, al 50%, que se las pongan, para que merezcan la pena?

Vamos a esperar a ver qué nos dicen los estudios. Si es menos de un 30%, de cada 10 casos graves, podrías salvar a 3, pero ¿es razonable movilizar a toda la estructura sanitaria y todo lo que implica para esa eficacia? Las coberturas que considero razonables para que tengan cierto impacto sobre la inmunidad colectiva y sobre los enfermos graves es de 60% para arriba. Aunque asumiría algo inferior bajo determinadas condiciones. Y mucho mejor por encima de 60%. 

¿Aboga usted entonces por que se priorice a los grupos de riesgo a la hora de vacunarse? Parece que es el plan del Ministerio según han anunciado, pero hay científicos que plantean otras estrategias.

 Vamos a esperar a ver cómo son las características de la vacuna, y luego se priorizará. Mi opinión personal es que se debe evitar esa cara amarga que afecta a los vulnerables. Tenemos que tener claro que este microorganismo va a quedarse y lo que tenemos que hacer es modular su presencia, y eso se hace evitando todo su perfil más siniestro, el colapso del sistema sanitario y los cuadros graves. No es tan problemático que permanezca en casos leves y asintomáticos si tenemos protegidos a los vulnerables y a los sanitarios, que son la barrera de intervención. Los asintomáticos también me agobian, pero porque actúan como transmisores de los vulnerables.

Hay que hacerse a la idea de que tendremos que convivir con el virus. Una vacuna no lo eliminará del todo, tampoco a la pandemia, será un proceso. Siempre me preguntan ¿cuando llegue la vacuna nos podremos quitar la mascarilla? La respuesta es no. Pero iremos combinando las medidas de intervención hasta que tengamos una cobertura que nos permita estar razonablemente tranquilos.

¿Solo nos salvará la vacuna? ¿Podría llegar antes y más fácil un tratamiento eficaz contra la COVID-19 que palie la pandemia?

Un tratamiento también sería bueno para la gente afectada, pero la diferencia es que un tratamiento repara el daño. La vacuna previene el daño, el estrés, el colapso sanitario, la enfermedad… todo.

¿Por qué cree que un 40% de españoles, según el CIS, no está dispuesto a vacunarse en cuanto salga la vacuna? Tal y como lo pregunta la encuesta, en ese grupo parece haber gente que no es que esté en contra de la vacuna, sino que le da miedo ser el primero.

Como ejercicio de reflexión, me preocupa porque significa  que no hemos conseguido transmitir el mensaje a la ciudadanía de que si eres vulnerable la única posibilidad, o la más potente, de luchar contra esto es con la vacuna. Me preocupa mucho que no seamos capaces de hacer llegar ese mensaje y que lleguen más otros, no basados en la ciencia.

A quien tenga dudas le diría en primer lugar que este producto que tiene aquí delante está autorizado por organismos de regulación que no tienen deseo alguno de producirle un daño. Si está autorizado, es porque ha cumplido los requisitos seguridad. En segundo lugar, que el efecto secundario más tremendo sería no ponerse la vacuna. Si usted es vulnerable, la infección puede llevarle a la UCI. La vacuna, con todos los controles, no. Si tenemos la más mínima duda de la seguridad, no saldrá. 

¿Lo entiende? Porque por un lado está el miedo, pero por otro, solo la vacuna nos sacará de esta.

Lo entiendo, a la ciudadanía le producen miedo estas situaciones. La pandemia ha provocado una situación anormal, que nos ha trastocado la vida personal y profesional, todo. Y al mismo tiempo que vivimos la tensión de las muertes y del virus nos enteramos del proceso de la vacuna, el desarrollo del producto, de los accidentes espontáneos… se une al temor y a la tensión. Es normal que la gente vaya con pies de plomo frente a todo, incluso para protegerse de la vacuna. Pero la única manera posible de que todo esto acabe es vacunarse.

Al margen de las personas que tengan miedo, ¿le preocupan los grupos antivacunas y negacionistas de la pandemia que han surgido en España?

Francamente, no me preocupan los grupos antivacunas. En nuestro país son residuales. Las coberturas de vacunación en el primer año de vida son superiores al 95%. Esos colectivos tienen escasa presencia. Y hay que decir que no son homogéneos. Por un lado hay padres y madres que tienen dudas sobre vacunar a sus hijos sobre enfermedades que no ven como la polio o el sarampión, no quieren hacerlo porque para qué. Con esos padres y madres hay que empatizar, hablar, comprender, y hacerles ver que frente a enfermedades transmisibles nunca se puede bajar la guardia porque en contextos globales, aunque no las veamos, las acabamos viendo de vuelta, ha pasado. Normalmente acaban entendiéndolo y vacunando.

También hay personas que viven en bolsas de marginalidad, que no es que no se quieran vacunar sino que no tienen acceso al sistema. Y un tercer grupo, que por propia convicción, defienden que el mundo de las vacunas y sus numerosas prestaciones son dañinas y antinaturales. Con estas personas es con las que es más difícil la línea de debate. Solo se me ocurre argumentarles que el conocimiento científico es lo único que nos hace avanzar en el ámbito de la salud, cualquier otra cosa nos hace retroceder. Y la vacuna es clave ahora para avanzar. ¿Por qué no hacer uso de lo que el conocimiento científico te ha puesto sobre la mesa? ¿Por qué acabar viendo a tu hijo sufrir por una enfermedad que se le podría haber evitado, enfermar, incluso fallecer? Eso es lo verdaderamente antinatural, evitar lo que el sistema facilita.

Las grupos de personas negacionistas de la propia pandemia son muy ruidosos, se nutren entre ellos, pero en estos momentos –no sé cómo evolucionará la situación– no los veo como un factor importante por lo endeble de sus argumentos. Hay formas más fáciles de controlar a la ciudadanía que con la vacuna, la vacuna es para controlar al virus, es absurdo.

La vacuna de la gripe sí que la tenemos, y de hecho se adelantó la vacunación en todas las comunidades, ¿cómo va de momento? ¿por qué es tan importante?

Este año tenemos una posibilidad bastante importante de darle un golpe fuerte a la gripe, como han hecho en Australia. Que mantengamos la mascarilla, la distancia y el lavado de manos ya va a intervenir contra ese virus, pero si añadimos la vacuna, podemos conseguir prácticamente un invierno sin gripe. Se está trabajando para la buena implementación y todo indica que se está consiguiendo. Doy los datos de Canarias, los que conozco: el año pasado, en la primera semana de vacunación, se pusieron 40.000 dosis. Este año, en la primera, cerca de 75.000, casi hemos doblado. La percepción es que la recomendación de vacunarse que hacen Ministerio y comunidades se está recibiendo muy bien por parte de la ciudadanía.

El objetivo es que no haya doble colapso. En los grupos vulnerables clásicos, los mayores de 60 o 65 años, normalmente tenemos unas coberturas de la vacuna entre el 54 y el 75%. Y con esas coberturas todos los años hay ingresos hospitalarios, UCI, y fallecimientos de personas que no se han vacunado. Súmale fallecimientos por SARS-CoV-2 y diagnósticos diferenciales entre gripe y COVID-19. Y la posibilidad de coinfectarte de las dos a la vez y que la capacidad de resolver tu cuadro clínico sea más complicada. Es un escenario muy poco apetecible. Pero sumando medidas y vacunación, podemos conseguir lo de Australia.