La ANECA cambia el perfil del profesor universitario: la investigación pesará menos y se pedirán otras actividades
Enfrascada en una especie de cruzada para darle la vuelta a lo que quiere que sea y haga el profesorado universitario y el personal de investigación, la Aneca (la agencia gubernamental responsable de la calidad del sistema) ha presentado su propuesta de criterios de evaluación y requisitos mínimos de los méritos y competencias requeridos para obtener la acreditación. En román paladín: qué se pide a quien quiera optar a ser profesor o catedrático de universidad y qué tiene que hacer para llegar hasta ahí.
Como ya pasó con los sexenios de investigación, el organismo que dirige Pilar Paneque ha cambiado las reglas de juego, para disgusto de algunas personas que llevaban años acumulando los méritos que el sistema antiguo (vigente en principio hasta el 1 de abril) les pedía. La intención de la Aneca, explica Paneque, es abrir el perfil de profesor. “El sistema actual ha posibilitado solo un tipo de profesor universitario [centrado en la investigación] y eso ha generado problemas”, argumenta. Ahora se van a pedir más méritos en investigación, gestión, transferencia, liderazgo, docencia...
La nueva propuesta de la Aneca tiene cuatro ejes, desgrana Paneque: equilibrar méritos para “dignificar y reconocer el conjunto de tareas que hacemos los profesores”; adecuarlos a la duración teórica de la primera etapa de la carrera universitaria (seis años, diez contando la tesis) y recortar el tiempo para la estabilización laboral, que ahora se da entre los 40-45; centrarse en la calidad y el impacto de los méritos que se aportan y no en la cantidad; y aumentar la agilidad del proceso eludiendo la maraña de documentos que se exigen para certificar lo que los candidatos dicen haber hecho. Se establece el “principio de veracidad” por el que la administración confiará en lo que los aspirantes dicen haber hecho sin necesidad de documentarlo todo.
Otra de las principales novedades es la apertura de un proceso de participación pública para que la comunidad universitaria opine. Un proceso, insiste Paneque, que se da por primera vez en el sector (“hasta ahora esto te lo encontrabas ya publicado en el BOE”) y que investigadores como Isidro Aguillo, del CSIC, o Carmen Corona Sobrino, de la Universitat de València, valoran muy positivamente por el cambio de paradigma que supone. Este proceso permitirá a quien tenga interés no solo aportar ideas: la web creada ad hoc ha habilitado un sistema para fomentar el intercambio de opiniones entre ciudadanos y también deja votar los cambios propuestos, de manera que la Aneca podrá constatar cuánto apoyo tiene cada uno de ellos.
Pero todos los cambios, especialmente los que son tan relevantes como este porque marca el desarrollo profesional de quien está en la academia, suelen implicar críticas y esta propuesta de la Aneca no es la excepción, sobre todo en la parte que afecta a los catedráticos.
Hay docentes que lamentan que el modelo planteado es demasiado rígido porque pide méritos en muchos apartados, pero no premia sobresalir en ninguno; que puede castigar la conciliación con medidas como exigir un mínimo de dos estancias de tres meses al año en otra universidad; o que perjudicará a investigadores de áreas menos populares o universidades más pequeñas, entre otras, porque obliga a acumular tiempo como Investigador Principal de un proyecto (IP) cuando la tarta no da siempre, o no necesariamente, de sí. Varias de estas quejas y algunas más se han juntado en un decálogo en forma de carta abierta que han enviado a la Aneca y colgado en Change.org para presionar a la agencia.
Paneque, que presta atención al debate público en redes y mira con interés todo lo que va entrando en la web, recuerda que de momento el documento no pasa de propuesta, subraya el valor del proceso participativo público abierto y señala que entiende muchas críticas, aunque cree que en ocasiones parten de la situación personal de cada uno pero su misión es velar por el conjunto del sistema.
Variedad de perfiles o un perfil diverso
La nueva propuesta de la Aneca establece una serie de méritos mínimos y máximos en varias categorías (investigación, transferencia, docencia, gestión) que los aspirantes a profesor o catedrático deben cumplir. Paneque explica que la idea detrás de esta medida es ampliar los perfiles del PDI (Personal Docente Investigador) universitario, porque hasta ahora básicamente con tener resultados en investigación era suficiente para acreditarse. Si alguien había publicado unos determinados artículos en determinadas revistas bien consideradas (en base a su factor de impacto) y cierta docencia, era suficiente. Ya no. Como se hizo con los sexenios, la idea es alejarse de los rankings de las publicaciones científicas, un sector dominado por las grandes editoras que en los últimos años tiene mucha contestación por parte de muchos investigadores.
Pero para al menos parte de la comunidad universitaria esta exigencia se traduce en un exceso de rigidez, especialmente en el caso de los catedráticos. “La filosofía, ampliar el número de perfiles, es buena, pero la ejecución no parece la mejor”, opina Ramón Feenstra, profesor de Ética en la Universitat Jaume I de Castellón. “Confunde variedad de perfiles con un perfil muy diverso. Todos los criterios tienen sentido, el problema es que sean obligatorios todos a la vez”, argumenta, porque hay que alcanzar los mínimos que exige la Aneca en todos, no se puede compensar un campo flojo con otro en el que se vaya mejor como sí podía hacerse con el sistema antiguo (aún vigente). En la carta abierta destinada a la Aneca, respaldada de momento por 1.500 personas, los autores sostienen que con este sistema “la excelencia no es un objetivo atractivo ni premiado”.
“Muchos de los mínimos son excluyentes y no reconocen la diversidad de carreras”, coincide Isidro Aguillo, responsable del Laboratorio de Cibermetría del Instituto de Bienes y Políticas Públicas (IPP-CSIC). “Es positivo que se pidan liderazgo o capacidad o excelencia en varias áreas, pero es exagerado. Llama la atención que se exija simultáneamente una fuerte participación en la docencia y en la gestión. Uno no puede estar en todo, y además algunas cosas son incompatibles entre sí”, añade.
Carmen Corona Sobrino, ayudante doctora en el departamento de Sociología y Antropología Social en la Universitad de València, valora que la Aneca rebaje la docencia mínima exigida para ser profesor, lo que abrirá la acreditación a perfiles más investigadores, profesionales que pueden estar trabajando por ejemplo en el CSIC, donde no es obligatorio impartir docencia, y que con el sistema antiguo tenían casi imposible sumar las horas de clase exigidas (que se han rebajado a 120 para los contratos pre y postdoctorales, 240 para el resto de figuras y 1.600 para catedráticos), pero también entiende que a mucha gente le han cambiado las reglas de juego a mitad de partida y esté molesta.
¿Y la conciliación?
Uno de los aspectos más criticados de la propuesta de la Aneca es que exige estancias en otras universidades de al menos medio año (para ser profesor) o un año entero (para catedrático), computables solo con periodos mínimos de tres meses al año. “Las estancias antes eran méritos voluntarios, ahora son obligatorios”, explica Corona Sobrino. “Y para determinados perfiles puede ser complicado. Las estancias son positivas, todo el mundo estará de acuerdo en esto, pero imponerlas puede generar problemas. Hay que tener en cuenta circunstancias personales, de cuidado, crianza, etc. que puede generar problemas a futuro porque al final somos las mujeres las que nos ocupamos de esto”, resume una queja que se repite por la comunidad universitaria.
Paneque es consciente de esto y explica que en el propio borrador de méritos se ha incluido una frase que esconde una posible solución a este problema. “La Directora de Aneca aprobará una resolución específica para incorporar criterios que garanticen que la igualdad, la conciliación y la inclusión sean efectivas”, se lee en la primera página del texto. Explica que esto quiere decir que la Aneca está trabajando en una disposición que permitirá a quien pueda verse afectado por estas cuestiones eludir algunos requisitos para la acreditación. Falta articular el cómo en detalle, pero la directora de la Aneca avanza que se concederán “exenciones totales o parciales” de los méritos requeridos.
Investigación y gestión
Algunos de los requisitos de investigación para obtener la acreditación como catedrático también han recibido críticas. La Aneca va a pedir a las personas candidatas que hayan sido Investigadores Principales (IP) de un proyecto, una cuestión que puede no estar al alcance de todos.
“Se puede hacer investigación de calidad sin dirigir un grupo”, apunta Feenstra, de la UJI. “¿Qué mensajes lanzamos a la comunidad investigadora? ¿Tenemos que dividir más todavía los grupos para cumplir?” Esta última es una cuestión que preocupa a más profesionales. “En ciertas áreas es absurdo, no se puede dividir tanto los grupos. En otras multidisciplinares no tiene sentido”, coincide Aguillo.
Corona Sobrino lamenta que algunos méritos no dependan de la persona. Pasa, en parte, con este aspecto de los IPs. “Tú puedes pedir proyectos de investigación, pero si no los has dirigido no te los dan, es una pescadilla que se muerde la cola. Y tampoco contamos con fondos tan amplios como para estar exigiendo que todo el mundo sea IP”, asegura. Algo similar sucede con que se exijan tres años de vinculación a un proyecto de investigación, cuando muchos de los contratos que se otorgan (Juan de la Cierva, Marie Curie, algunos Margarita Salas y María Zambrano, etc.) se limitan a dos.
Una situación extrapolable en espíritu a los requisitos de gestión. Para ser catedrático, la Aneca va a valorar “el trabajo realizado en la dirección y gestión universitaria o científica a través de cargos unipersonales. Se requerirá como mínimo una actividad acreditada de 4 años”, se lee en el borrador. “La universidad es muy jerárquica y va a depender de las redes personales, estructuras montadas, etc. Que ocupar puestos unipersonales sea un requisito obligatorio es complejo, puede no depender de ti”, advierte.
Más allá de las cuestiones concretas, los investigadores y profesores consultados valoran muy positivamente el proceso participativo implementado por la Aneca. Aguillo cree que “lo que más mejora es el proceso” y se muestra convencido “con toda seguridad, como pasó con los sexenios”, de que “va a haber cambios”. Corona Sobrino coincide en alabar la apertura y destaca también la “nueva cultura” que implica el giro dado por la Aneca: ya no va a exigir la acreditación de cada mérito que se aporte, como hasta ahora. Se partirá de un punto de buena fe, de confianza en el candidato, y la administración lo comprobará por sus propios medios si lo considera necesario. “No vamos a pedir papeles que ya tenemos”, resume Paneque.
La directora de la Aneca cierra recordando que el texto es un borrador susceptible de ser cambiado, asegura que lee y considera las críticas que llegan y cierra con una reflexión general. “Aneca evaluó el año pasado unas 4.000 solicitudes”, expone. “Diseñar un estándar que aplique de manera justa a 4.000 personas no es fácil. Es más fácil contextualizar en las plazas que convocan las universidades, en la segunda fase”, sostiene.
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