Pese a que se ha convertido en una “necesidad imperiosa”, el 2019 pasará a la historia por ser el “annus horribilis” para la inmigración con el auge de gobiernos y partidos populistas que, como Vox, propagan una visión negativa que puede generar actitudes de rechazo donde antes no las había.
Es una de las principales conclusiones a las que han llegado los directores científicos del Anuario de la Inmigración 2019 de Cidob, que ha sido presentado este jueves bajo el nombre “Inmigración, Elecciones y Comportamiento Político”.
Un año que ha estado marcado por la “radical ofensiva” de Donald Trump contra inmigrantes y solicitantes de asilo, la polarización y la hiperpolitización en Europa del fenómeno migratorio, el cierre de puertos en el Mediterráneo central o la externalización y blindaje de las fronteras de la UE.
Asuntos sobre los que el PP y el PSOE tienen pocas diferencias, salvo algunas en el discurso y en las políticas de acogida, ha censurado la coordinadora de investigación de Cidob, Blanca Garcés.
“Lo más terrible” es que esa estrategia, que se está imponiendo de forma “brutal” en Estados Unidos pero que también se está aplicando en Europa y en España, es que está siendo eficaz, ha añadido Joaquín Arango, catedrático emérito de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
No en vano, las entradas irregulares de inmigrantes en nuestro país se redujeron a la mitad en 2019 al pasar de las 64.298 en 2018 (57.498 de ellas por vía marítima) a 32.500, de las que 26.168 fueron por las costas.
Sin embargo, son cifras residuales respecto al resto de la UE, pues apenas representaron el 5%. Pero en España se ha puesto el foco mediático en la frontera sur porque “es un reto de nuestros gobernantes”, ha censurado David Moya, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona.
Los solicitantes de asilo, por el contrario, se duplicaron, y de los 54.060 de 2018 se superaron los 117.000 en 2019, en su inmensa mayoría ciudadanos de Venezuela, Colombia y países centroamericanos. Pero hay un “escasísimo esfuerzo -critica Moya- por conseguir una política completa de asilo” y el sistema no ha sabido dar respuesta a ese incremento.
Como tampoco se han explorado las vías legales y seguras de entradas de inmigrantes. “Si vamos a ser muy duros y exigentes en las fronteras, tenemos que tener mecanismos legales de acceso”, ha zanjado.
Mientras todo eso ocurría, irrumpió en la escena política Vox, que aunque en las elecciones de abril no logró los resultados esperados, los mejoró en las de noviembre.
El voto a este partido, ha explicado Arango, “tiene más de voto de protesta que de antiinmigración, aunque los votantes de Vox son más proclives a tener opiniones hostiles a este colectivo.
Lo que ocurre con su discurso es que puede contribuir a alterar sentimientos de una parte de la población y levantar actitudes de rechazo donde no las había antes: “hay un riesgo de que en España, que era claramente contraria a la xenofobia, se naturalice”.
A lo que se añade que partidos como este, que “capitalizan una visión negativa de la inmigración, la propagan y se aprovechan de ella, no reciben una respuesta política adecuada”.
Uno de los artículos del anuario pone de manifiesto cómo la recuperación económica está siendo liderada en buena parte por la población extranjera, que supone el 16% del total de trabajadores. La inmigración ha permitido además que España alcance su máximo histórico de población y ya supone el 11% del total.
“Hay que insistir en que cada vez más, la inmigración va a ser una necesidad imperiosa, y hay que presentarla como un activo, un recurso y una inversión”, ha concluido Arango.