El abono para el éxito de la movilización ya rezumaba sobre el asfalto. Las redes se entretejían como una telaraña cada vez más sólida al calor de la primavera árabe y de una crisis económica que, entre otras facturas, abrió una brecha entre política y ciudadanía. La Puerta del Sol de Madrid, el brasero del 15M, se convirtió en el punto de encuentro de muchos. La mayoría no se conocía, pero tenía claro que algo debía cambiar. Nunca fue un movimiento unitario, sino más bien un clima, un estado de ánimo que explotó como un solo grito aquel 15 de mayo de 2011.
Han pasado tres mayos y el 15M parece diluirse, o extenderse, como la acuarela en el agua. Queda poco rastro de esas manifestaciones masivas en los medios, pero mucho sedimento por todas partes. “Parece que, si no hay multitud, no hay 15M. Y esto es una idea equivocada”, asegura Gonzalo, de la Asamblea 15M de Lavapiés (Madrid). “La movilización–explica– estalló con tanta fuerza que fue leída como un movimiento de masas, pero lo cierto es que ahora, viendo las cosas con perspectiva, los debates con tantas personas eran imposibles de mantener. Nos llegamos a juntar 800 en una misma asamblea, imagínate”.
“La gente, después de tres años, se queda en lo práctico y se mueve para conseguir victorias reales, victorias que puedan palparse”, apunta Gonzalo. En la actualidad hay más de 50 nodos activos del 15M en Madrid, lo que hace pensar, según Lucía Lois, una activista que pelea en el trinchera de la vivienda, que “el movimiento sigue muy vivo”.
“En el tema de vivienda, los barrios estamos más potentes que nunca. Lo que ocurre, que es lo de siempre, es que solo son visibles las paralizaciones de desahucios o los realojos. El resto de trabajo está por debajo”, se queja Lois al otro lado del teléfono. Acaba de salir de la asamblea semanal de Vivienda Centro, un grupo de trabajo creado a partir de las sinergias entre los nodos del 15M de los barrios de Malasaña, Austrias, Letras y Lavapiés. Desde septiembre, cuando unieron sus fuerzas, han recuperado en Madrid tres bloques. El último realojo, hace solo unos días, fue en la Calle Toledo.
¿La clave del éxito? Lucía está convencida de que las pequeñas victorias son capaces de aplastar al virus contagioso del desánimo. “Nos mantienen fuertes y las celebramos por todo lo alto. Son pasitos que certifican que, juntas, sí se puede”, dice.
Aquel estímulo de 2011, tan diverso, no se ha mantenido siempre inmutable y, en muchos casos, se ha transformado para generar nuevos núcleos de acción social, política y cultural. Son grupos que utilizan la red de la que se sirvió el movimiento ciudadano –pero casi siempre rehúsan usar su nombre– y que pretenden sentar el rostro del descontento de la población en una silla de Estrasburgo.
Se trata, también, de partidos políticos. Para Marisa Pérez, coordinadora de la Fundación de los Comunes, “no es casual que surjan opciones que apuntan a lo electoral”. “Es una vía inventada y una buena forma de presionar para que las instituciones vuelvan a las personas y se rompa con el bipartidismo crónico”, defiende. Pero puntualiza: “Estas propuestas solo serán potentes en la medida en que no caigan en el peligro de la representación”.
Hay activistas del 15M que ya antes, durante o después de la eclosión del movimiento se acercaron a los partidos para usar aquella energía para mejorarlos. También ocurrió en ONG o proyectos culturales. Y nuevos hijos salieron de algunas de las muchas sensibilidades incluidas en aquellas plazas. “Nuestra forma de funcionar es mucho más parecida a la de cualquier dispositivo del 15-M que a la de un partido político tradicional”, señala Sergio Salgado, uno de los candidatos en las elecciones europeas de uno de esos nuevos partidos, el Partido X. Entrar en política, dice, no es nada nuevo para ellos porque siempre lo han estado. “Esto es más bien introducirnos en el búnker de la partitocracia”.
Para este partido recién nacido, que ha trabajado durante dos años con vistas a las próximas elecciones, la decisión de presentar su candidatura no es “ni una aventura inconsciente ni una fractura” con respecto a su trayectoria anterior. “Ha llegado el momento de escalar la ola y lo afrontamos como la continuación de un trabajo y con el mismo espíritu con el que acudimos a las plazas. Porque intentar volver a repetir algo que tuvo éxito es la mejor garantía de fracaso”, dice Salgado.
Volver al epicentro de la protesta
El 15M es hoy un árbol con muchas ramas. “Si hay algo que marcó el 15M –relata Marisa Pérez–fue el fin de la soledad de los que luchamos. Hasta entonces, el activismo no salía a duras penas a la superficie y el debate estaba muy circunscrito a núcleos concretos. Desde el 15 de mayo de 2011, la discusión política irrumpió como un ciclón en la sociedad. Estaba en la cola del pan, en el trabajo, en el grupo de amigos, en las familias... Fue el efecto mágico que aún pervive en el imaginario colectivo”.
Ese espíritu de colectividad se volverá a invocar el próximo jueves en el epicentro de la protesta con la celebración de una asamblea en el 'kilómetro cero' arropada por los lemas de “Participar no es solo votar cada cuatro años y ”15M, seguimos en las calles“. Las actividades programadas se extenderán durante toda la jornada, con una actuación teatral y un micro abierto que cerrarán la tarde. Previsiblemente no serán masivas, aunque dentro de la programación prevista para estos días está la convocatoria de una manifestación el sábado por la tarde con el lema ”Ni fronteras, ni deuda, ni miedo“.