Hay quienes “estaban muy a gusto bajo la memoria abrumadora del franquismo”. Por eso surge “una corriente contra la recuperación muy clara en todas las sociedades que han sufrido estos episodios violentos” de la mano de “periodistas y propagandistas de la derecha que contraprograman el relato”. Y de ahí, en España, “ha irrumpido con fuerza el uso político de la dictadura de Franco con Vox”.
El análisis es de Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, al calor del Congreso de la Asociación de Historiadores de la Comunicación AsHisCom 2023 celebrado en Lisboa (Portugal). La propaganda se encargó de crear un “arsenal mitológico” generado desde la propia Guerra Civil. Una conquista que perdura en el “franquismo sociológico”, señala la historiadora Concha Langa de la Universidad de Sevilla. La continuidad del relato revisionista se cuela por las rendijas de la Transición, enlaza con el “peso social” de casi “40 años” de dictadura, y revela que “el franquismo está muy vivo”, insiste Casanova.
Los rojos y la anti España
Los “rojos” son la “anti España”, Franco un “caudillo de la paz”, el golpe un “Alzamiento Nacional” y la guerra una “cruzada religiosa de liberación”. La resistencia de estos “mitos franquistas” está atada al auge de la ultraderecha y el uso político de las dictaduras. Esta propaganda que alimenta la memoria “nostálgica” tiene un hito en el único viaje de Estado del dictador español Francisco Franco al extranjero, a Portugal en 1949.
La visita oficial de Francisco Franco al país vecino tenía un objetivo: mejorar su imagen y romper el aislamiento internacional. La ruta estaba diseñada como un acontecimiento propagandístico que vende al golpista –en el estreno de la Guerra Fría– como un “adelantado” en la lucha contra el comunismo. La prensa sumisa buscaba un titular claro: “Franco tenía razón”.
Hasta las citas con su homólogo luso António de Oliveira Salazar estuvieron marcadas al milímetro. La red periodística ponía en valor el muro que levantaba el “fascismo ibérico” contra el supuesto “terror rojo”, explican las investigadoras Clara Sanz (Universidad de Extremadura) y Ana Cabrera (Universidade Nova de Lisboa) y las portadas recuperan ese mito.
El plan resultó un “éxito”, resumen las expertas tras analizar dos diarios españoles, ABC y Arriba, y dos portugueses, Diário de Notícias y Diário da Manhã. El trasiego de Franco en Portugal –del 22 al 27 de octubre de 1949– sumó “352 piezas informativas: 195 publicadas en la prensa portuguesa y 157 en la española”, apuntan durante el encuentro científico.
Guerra de propaganda
“Leído un periódico, leídos todos”, abrevia Clara Sanz sobre el “estrecha” vigilancia a “la prensa de los dos países”. Con “censura previa, consignas o el control de las fuentes, periodistas” y de la propiedad de los medios de comunicación para trazar “la visión más totalitaria” de los periódicos “que nunca hubo en el país”. Franco florece en esos textos como “estadista militar, guerrero invencible y caudillo de la paz”, un “adelantado” que ya en 1936 frena al “terror rojo” y evita su expansión en España y Portugal.
El viaje resultó –si se atiende a las informaciones– “una operación hábilmente montada para destacar, en el contexto propiciado por la Guerra Fría, el trascendental papel y la utilidad que el Bloque Ibérico podría desempeñar en el Tratado del Atlántico Norte como baluarte de resistencia frente al avance del comunismo”, dicen Cabrera y Sanz. Incluso las visitas tuvieron un corte simbólico al usar “lugares de memoria”, desde la Universidad de Coimbra, donde el golpista recibe el honoris causa a la imagen de Franco “arrodillado a los pies de la Virgen de Fátima”.
“Paladín contra el comunismo” y “centinela de Occidente”… son conceptos que han alargado su eco como si las “redes de propaganda” del “fascismo ibérico” calaran hasta hoy, sugiere el profesor Alberto Pena de la Universidad de Vigo. La contraprogramación democrática penetra en la calle en tiempos de aumento de los discursos de odio en medio mundo. “La Guerra Civil es la primera gran guerra de propaganda” y en la que cobra protagonismo en “uso de la desinformación” como herramienta contra el enemigo, destaca.
El Gobierno luso de Salazar “luchaba a favor de la nueva España del general Franco” y “financió libros y panfletos” con “noticias falsas” fabricadas desde Lisboa para combatir a la democracia republicana, desde un imaginario “genocidio rojo” al “supuesto plan revolucionario de Azaña” para la península. La “agitación propagandística” cobra un triple valor para el franquismo: “Legitimación internacional, captación de recursos y alistamiento de voluntarios”, enumera Pena. “Para el bando insurgente, Portugal era una segura retaguardia”, afina.
Franquismo revisitado
Ahora “se pone de moda el 'no mires al pasado, mira al futuro”’, cuando “la Historia es el espejo retrovisor, hay que seguir adelante pero si no miramos atrás podemos tener un accidente”, dice Julián Casanova. El “éxito” de estos discursos, expone, se basa en “que hay una amplia base social que demuestra que el franquismo está muy vivo”. Que la “sombra alargada” de la dictadura sugiere que “para mucha gente su cordón umbilical está muy unido” con ese periodo.
Este “uso político por parte de la nueva derecha en los últimos años, que tiene también apoyo historiográfico”, busca una “equiparación moral” entre golpistas y víctimas y reducir a “las emociones” la Historia. “A Vox le molesta la represión franquista, la Memoria, que se busquen las fosas… pero el gran salto es que considera que el franquismo fue una gran época en la Historia de España, en un plano muy similar al que usa Orbán en Hungría”, según el catedrático.
Casanova cita como ejemplo la nueva Ley de Memoria que “se aprueba (año 2022) con discusiones más intensas que la anterior (de 2007) porque la división es mayor”. Una clave de esta memoria “nostálgica” es el uso sistémico de la prensa española en la Transición. “Los primeros años después de Franco la presencia del franquismo es enorme” en las rotativas, aplica la historiadora Concha Langa.
“Los periódicos conservadores en los primeros años venden una imagen positiva” de la dictadura y la “pervivencia del franquismo sociológico” tiene mimbres en aquel proceso mediático. De aquellos polvos, estos lodos. Con ejemplos claros, como “un ABC nostálgico”, y alguno “muy crítico” con el renqueante régimen franquista, caso de Diario 16.
“Cuando en el año 1976 se están poniendo las bases de la construcción del régimen democrático todavía hay enormes concentraciones de hasta 250.000 personas recordando y alabando al dictador, con gritos contra el Gobierno de Adolfo Suárez y pidiendo que viniera otro Franco”, recuerda la también presidenta de AsHisCom. “Queremos vender que somos un país nuevo, pero esos 40 años tienen un peso social”, esgrime Langa.
“¿Hemos superado todo eso?”, cuestiona, porque “la aparición de un partido político de ultraderecha como Vox” señala el camino contrario. La exhumación de Franco ejemplifica el paradigma “con un Gobierno que decide sacarlo y el discurso de la derecha sobre qué necesidad había, que es remover el pasado, dividirnos, abrir heridas o imponer una lectura de la Historia”, añade.
“El discurso es no miremos atrás, miremos al futuro, no pasa nada… pero en Alemania no habría un mausoleo a Hitler”, en palabras de la historiadora. La muestra está en la memoria “nostálgica”, recapitula el congreso desarrollado en Lisboa para “debatir las múltiples formas de articulación entre Comunicación, Historia y Memoria en el espacio iberoamericano” en un espacio de “diálogos” comparados desde España, Portugal, Argentina, Colombia, Chile, Brasil, Costa Rica, Perú y México.