“Me han puesto muy nerviosa y no me dejaban en paz por mucho que yo se lo pedía”, “me han hecho sentir como una asesina, me han dicho que iba a ir al infierno, que estaba matando a mi hijo (el niño venía mal), horrible, no sé si esto es legal”, “se ponían delante y no me dejaban tranquila”. Son testimonios reales de mujeres que se han visto increpadas por los grupos antiabortistas que se sitúan a las puertas de algunas clínicas cuando entran para interrumpir voluntariamente su embarazo. Una realidad que varios centros llevan años denunciando y sobre lo que, por primera vez, una investigación arroja luz.
Aprovechando el Día en Defensa de los Derechos Sexuales y Reproductivos, la Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo (ACAI), que se celebra este 28 de septiembre, ha elaborado un estudio pionero para el que, durante todo un año, ha entrevistado a 300 mujeres que acudieron a abortar entre el verano de 2017 y este de 2018 a diferentes clínicas: dos de Málaga, una de Albacete, Algeciras, Córdoba y dos de Madrid. El informe pretende poner sobre la mesa cuál es la percepción de las mujeres que interrumpen su embarazo frente “al hostigamiento” de los grupos antielección.
Un fenómeno “recurrente” que se repite en otras clínicas de la geografía española, como en Barcelona o Ciudad Real, donde pequeños grupos se colocan, en unos casos con periodicidad diaria y en otros semanal, para abordar a las mujeres, rosario en mano, e intentar convencerlas de que no entren a los centros “Podemos afirmar que miles de mujeres se han visto increpadas, insultadas, coaccionadas o amenazadas de algún modo”, explica ACAI en el estudio.
El 66% se sintió amenazada
Los tres centenares de mujeres que componen la muestra fueron preguntadas en los centros acreditados tras ser abordadas por los manifestantes antiabortistas. La gran mayoría, un 73%, se sintió muy molesta y un 10% se mostró indiferente ante ello. Un porcentaje que, afirma ACAI, “llama la atención”, pero que “responde a un perfil de mujer muy segura de su decisión, a quien las posiciones de estos grupos no consiguen alterar, si bien las desaprueban”.
A la pregunta de si se han sentido acosadas y amenazadas, un 89% y un 66%, respectivamente, responde afirmativamente, y casi un 40% asegura que lo han experimentado de varias formas: verbalmente, con entrega de folletos, obstruyéndoles el paso...“Generalmente lo que hacen es ponerse en la acera, traen pancartas y les empiezan a repartir folletos con información sesgada y supuestas consecuencias que no existen. En algunos sitios incluso las cogen de la ropa o del brazo”, explica Eva Rodríguez, directora médica del grupo Ginesur, al que pertenecen varias de estas clínicas.
Aunque este tipo de grupos siempre han enmarcado sus acciones en una campaña de información y prestación de ayuda, solo el 1% de las entrevistadas consideró de utilidad su presencia. De hecho, todas las mujeres mantuvieron su decisión y realizaron la interrupción voluntaria de su gestación, tal y como habían decidido. “Las mujeres insisten mayoritariamente en que el contacto con estos grupos ha sido desagradable, molesto, calificándolo como una violación de su intimidad”, explica la investigación.
De hecho, a excepción de una minoría de testimonios de mujeres que aluden a que lo que acaban de vivir a las puertas de la clínica, les es indiferente, la mayoría apuntan a la incomodidad que les provoca: “Es muy desagradable encontrarte con estas personas en un momento de vulnerabilidad”, dice una. “He llegado a la clínica muy nerviosa porque abortar no es fácil, pero para mí lo peor ha sido el acoso (...) He querido llorar y marcharme a mi casa”, cuenta otra.
Exposición de su privacidad
En este sentido, las mujeres consideran que se trata de una intromisión en su espacio íntimo que vulnerada su privacidad y se sienten expuestas ante el ejercicio de un derecho al que siguen accediendo mayoritariamente en silencio. “La mayoría están en una situación complicada, aunque tengan la decisión muy clara. Hay mujeres a las que incluso hay que darles medicación cuando entran en la clínica y ayudarlas con técnicas de relajación para que se calmen”, sostiene Rodríguez, que también es vicepresidenta de ACAI.
“Me hacen sentir vulnerable, ya que pierdo totalmente mi privacidad al verme expuesta de este modo”, recoge como testimonio el informe. “Es una decisión difícil y encontrar gente con carteles, cruces y abordándote en la entrada no es un plato de buen gusto. Si ya venimos nerviosas, esto lo aumenta”, comenta otra de las mujeres.
A la clínica ginecológica Ginecenter (Málaga), una de las que ha participado en el estudio, estos grupos acuden unas tres veces a la semana, dice su director Alberto Stolzemburg. “Les enseñan fotografías de fetos de una avanzada gestación y otras espeluznantes de fetos destrozados. Les dicen que son unas asesinas y que van a matar a su bebé. Nosotros salimos y nos enfrentamos a ellos, se apartan un poco y al rato vuelven. Llevamos muchos años denunciando esto...”, reflexiona con cierto desánimo.
En algunos de los folletos que reparten aluden a “el Holocausto ocultado del aborto”, muestran imágenes de fetos de hasta 22 semanas y de supuestos abortos y aseguran que la interrupción voluntaria del embarazo tiene consecuencias inmutables como depresión, baja autoestima o incluso cáncer de mama. Otros aluden a que “las consecuencias del aborto no se borran nunca. Estás tú sola y tu aborto para toda tu vida”.
Demandan protección institucional
Aunque las clínicas admiten que no se trata de amplias mayorías sociales, de hecho son grupos pequeños, sí inciden en la molestia que les causa a las propias mujeres y a los profesionales que trabajan en los centros. “Principalmente les afecta a ellas, pero también a los profesionales y el personal –personas que limpian, atienden el teléfono...– que trabaja con nosotros”, matiza Stolzemburg, que hace referencia a que el recrudecimiento de este tipo de acciones se produjo a raíz de la aprobación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en 2010, que estableció el sistema de plazos.
Los centros denuncian la “inacción” institucional y policial y alertan de que “se está produciendo este acoso con total impunidad”. “Las pocas denuncias que han sido interpuestas por algunas mujeres y por algunos/as profesionales médicos han sido o bien archivadas o bien permanecen aún suspendidas en algún momento del procedimiento judicial”, esgrime el informe, que incide en las bajas probabilidades de que una mujer “que ante todo quiere preservar su intimidad” y “huir del estigma asociado al aborto” denuncie este tipo de hostigamiento.
Sobre si estas acciones deberían estar prohibidas en España, también han sido preguntadas las mujeres, de las que una gran mayoría (el 95%) responde afirmativamente. En esta línea, un 91% cree que deberían recibir protección pública frente al acoso, mientras que un 8% no la desea o no se pronuncia. Dentro de este porcentaje hay mujeres que “manifiestan su temor a que dicha protección implique de un modo u otro hacer pública su identidad”.
Ante esta situación, las clínicas demandan protección y exigen “con carácter de urgencia” que sea tratado como un “problema de orden público” con la consiguiente investigación de las denuncias presentadas, la actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y el cumplimiento de “la normativa municipal sobre utilización de espacios públicos”. Eso mientras se da luz verde a la ley que, piden, sea aprobada en el Congreso a imagen de la normativa francesa, que sanciona estas acciones en el marco de un delito “de obstaculización” al aborto.
“Las mujeres que interrumpen su embarazo lo hacen en base a un derecho que se les ha reconocido y el ejercicio de ese derecho debe ser protegido cuando es obstaculizado. Estas mujeres a las que no se protege son víctimas, están siendo estigmatizadas (...) Desde ACAI siempre nos hemos preguntado si este nivel de tolerancia sería el mismo si las concentraciones se produjeran en las inmediaciones de cualquier otro centro sanitario”, concluye el estudio.