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La beligerancia de Madrid frente a la prudencia de Barcelona: los dos grandes focos de la epidemia siguen en fase 0

La desescalada avanza en España y alrededor del 70% de la población entrarán el lunes en fase 1. Solo faltan, además de buena parte de Castilla y León, los dos grandes núcleos urbanos del país, Madrid y Barcelona, que permanecen en una fase 0 un poco más permisiva. Ambas regiones comparten una incidencia reciente del coronavirus y una disponibilidad de camas de hospital parecida; también una movilidad semejante y de una intensidad que preocupa especialmente a las autoridades sanitarias. La principal diferencia radica en su estrategia para el desconfinamiento: mientras Madrid ha desplegado una actitud pública beligerante y exige desde hace días que toda la comunidad pase de fase, Barcelona se ha mostrado prudente y ha planteado progresos para áreas muy concretas.

Los 6,6 millones de madrileños y los 5 millones que viven en las tres regiones sanitarias barcelonesas –excepto las comarcas del Alt Penedès y Garraf, ahora disgregadas– aun no pueden visitar a familiares o ir a terrazas, dos aspectos propios de la fase 1 y que las autoridades sanitarias desaconsejan para ambos territorios en este momento.

Madrid y Barcelona suman más de la mitad de las 27.459 muertes y de los 230.183 positivos detectados en España. El 53,5 y el 52,7%, respectivamente, pese a que la población de las dos provincias supone poco más del 25%. “Por muy rápido que haya sido el descenso en estos territorios, el número bruto de casos sigue siendo mucho mayor que el de otras comunidades autónomas”, advertía este viernes el responsable del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), Fernando Simón.

La epidemia impactó con más virulencia inicialmente en Madrid y después creció más rápido en Barcelona, pero la encuesta del Ministerio de Sanidad ha encontrado más anticuerpos en la primera –11,3% de la población– que en la segunda –7,1%–, ambas por encima de la media. Aun así, ahora mismo la tasa de incidencia acumulada (IA) en los dos territorios es parecida. A fecha del 13 de mayo eran 38,7 y 43 casos por cada 100.000 habitantes en los 14 últimos días, respectivamente.

En cuanto a la ocupación de los hospitales, otro de los criterios a tener en cuenta en el camino hacia la llamada nueva normalidad, las dos áreas urbanas están también al mismo nivel. Barcelona (contando toda la provincia, incluida Catalunya Central, que está en fase 1) tiene un 25% de camas de UCI dedicadas a COVID-19 (268 pacientes) y Madrid, el 27% (358).

Dos estrategias opuestas

Con la fotografía que presentan ambas regiones, resultan llamativas las diferencias entre los respectivos gobiernos para encarar la desescalada. El Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso ha optado por exigir desde el primer día la entrada en fase 1 acentuando sus discrepancias con el Gobierno central, mientras que el Govern catalán, que al principio fue muy crítico con la centralización de competencias, ha suavizado su tono durante las últimas semanas.

Frente a la petición de Ayuso de hacer saltar toda la Comunidad de Madrid (es uniprovincial y zona única sanitaria) a la fase 1 sin contar con el aval de su directora general de Salud Pública, que dimitió por ello, en la Generalitat han considerado más ventajoso trabajar con un mapa de nueve regiones sanitarias que les ha permitido no solo solicitar fases diferenciadas, sino también consensuar propuestas con administraciones como el Ayuntamiento de Barcelona –con el que ha habido reuniones diarias– para pedir la actual fase 0 avanzada. El resultado ha sido el visto bueno del Ministerio.

“Se puede aplicar el bisturí para separar de forma más precisa algunas áreas si se quiere que pasen de fase; esta es una lógica muy interesante y se puede incluso bajar algún peldaño y que los municipios tengan cierta corresponsabilidad”, valora Fernando Benavides, catedrático de la UPF y expresidente de la Sociedad Española de Epidemiología, que considera más acertados los tiempos planteados desde Barcelona que desde Madrid. De igual forma se expresa Ángela Domínguez, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la UB e investigadora en Epidemiología y Enfermedades Transmisibles: “Para moverse de fase hay que sopesar muchos aspectos, y ante la duda, la actitud prudente es la preferible; precipitarse puede acarrear consecuencias muy negativas”.

Madrid empezó con mal pie sus encuentros con Sanidad para evaluar el avance en la desescalada. Entregó tarde y mal el primer informe, en el que no detallaba la estrategia de detección temprana de casos, rodeado del escándalo por la dimisión de la responsable que se había negado a avalarlo. Una semana después, también con algo de retraso, envió un documento en el que supuestamente subsanaba los agujeros señalados por Sanidad, pero salió disconforme del encuentro con Salvador Illa. La presidenta Isabel Díaz Ayuso criticó poco después al Ministerio en Twitter y fuentes de la Comunidad acusaban directamente de “agravio comparativo”, con el fondo de orquesta de las manifestaciones y las caceroladas en barrios acomodados de Madrid que la misma presidenta alentó en la Asamblea de Madrid.

Ayuso ha defendido que la región debía poder ya reactivar su extenso entramado comercial y productivo, y ha acusado públicamente al Gobierno de empobrecer a los madrileños con sus restricciones. Sobre la amenaza de posibles rebrotes, que según los epidemiólogos pueden ser especialmente explosivos en zonas de alta concentración poblacional y alta incidencia, como Madrid, Ayuso llegó a minimizarlo con la polémica frase: “Todos los días hay atropellos y no por eso prohíbes los coches”.

Los datos del estudio serológico del Ministerio de Sanidad permiten valorar también la capacidad de ambas regiones para detectar con PCR u otros tests los positivos por coronavirus. En este caso, Madrid sale peor parada que la provincia de Barcelona. En la primera se habrían diagnosticado el 9,4% de los casos, mientras que en la segunda serían el 12,5%. La capacidad de detección rápida, aislamiento y seguimiento de casos es “el gran secreto” de la desescalada, según Joan Ramon Villalbí, presidente de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS).

Según este médico, ambas regiones están lejos de poder diagnosticar todos los casos en 24 horas, tal y como exige el Ministerio, debido en parte a que sus sistemas de Atención Primaria son los que más sufrieron los recortes y menos se han recuperado. En cuanto a los equipos de vigilancia epidemiológica, que han de liderar las tareas de rastreo de casos, Catalunya ha anunciado la contratación de 200 profesionales –de los que de momento solo se han incorporado 60–, mientras que Madrid ha prometido 650, aunque públicamente no ha detallado mucho más.

Con todo, Fernando Simón ha elogiado este viernes el “esfuerzo enorme” de Madrid en los últimos dos o tres días para aumentar la capacidad de detectar casos, y ha apuntado que este sistema, que ha sido implementado en los últimos dos o tres días, debe consolidarse durante un tiempo mínimo. “En muy pocos días probablemente Madrid estará en una situación mucho mejor”, zanjó el director del CCAES en la rueda de prensa en la que explicaba la evolución por territorios de la desescalada.

Movilidad y densidad, debilidades de ambas

Todos los expertos consultados coinciden en que, más allá de indicadores de evolución del virus y de las capacidades de rastreo o de hospitalización, lo que más preocupa en estas dos regiones es la movilidad de los millones de habitantes que se desplazan hacia las grandes ciudades para trabajar, estudiar o por actividades de ocio. Son 15,8 millones de desplazamientos diarios en la Comunidad de Madrid (7,7 en la ciudad) y cerca de 10,5 millones en la extensa corona metropolitana barcelonesa (los municipios que forman el Sistema Tarifario Integrado).

De la ciudad de Barcelona entran y salen cada día 2 millones de personas, según la encuesta anual de movilidad Instituto de Estudios Regionales y Metropolitanos de Barcelona (IERMB), razón por la cual las autoridades catalanas han descartado hacer avanzar las regiones Metropolitana Norte y Sur pese a que tenían unos índices acumulados de contagios muy inferiores a los de la capital y parecidos a los de otras regiones, como Catalunya Central, que sí han pasado de fase. “Los trenes han ido siempre llenos, y mientras esto sea así no se puede desligar una ciudad de su área metropolitana, hay que plantear una continuidad”, argumenta Benavides.

Algo parecido ocurre con la densidad de población, muy superior en Madrid y sobre todo Barcelona que en el resto de urbes españolas e incluso europeas. No se ha cansado Ada Colau de repetirlo para justificar la permanencia en fase 0 de su ciudad. Por provincias la primera tiene 7.271 habitantes por kilómetro cuadrado y la segunda, 9.476, pero un estudio más detallado de la Universidad de Sheffield en 2018 muestra que hasta 20 de las 33 áreas más densas de Europa se reparten entre estas dos ciudades, según publicó El País. 16 en Barcelona y cuatro en Madrid. La Torrassa, en l'Hospitalet, es el barrio más denso del continente con 56.000 habitantes por km2.

El cóctel de alta densidad y movilidad junto con los contagios de un primer brote que todavía colea es lo que echa para atrás a los especialistas. Sobre todo, advierten, porque un rebrote de la epidemia sería de nuevo prácticamente incontrolable, a diferencia de otras regiones más manejables. Lo resumía Simón en una de sus respuestas referida a Madrid durante la rueda de prensa: “Como nodo central de movilidad de todo el país, se incrementa el riesgo de propagación de la enfermedad a municipios colindantes; la alta movilidad llama a la prudencia, al ser una de las principales vías de transmisión”.

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