La bomba de la Barceloneta, uno de los más de 6.000 explosivos de la Guerra Civil que han aparecido en los últimos 40 años

No tocar. Parecerá vieja o inservible, pero una bomba de la Guerra Civil –o de otra época– puede quedar activada con el movimiento. Y explotar. Es el primer consejo ante el hallazgo fortuito de artefactos explosivos. El segundo, llamar a las fuerzas policiales, como ha ocurrido hace solo unos días en una playa de Barcelona o en otros miles de casos en toda España. Aunque expertos aseguran que no es posible calcular el número de artefactos que aún puedan estar diseminados por el país, solo los Tedax de la Policía Nacional han neutralizado más de 6.000 proyectiles de la época en los últimos 40 años.

La localización de este tipo de artefactos es continua y suma decenas de casos cada año. Un reguero que salpica cualquier rincón del país bajo un mismo esquema: aparición, alerta y desactivación. La Casa de Campo de Madrid es una de las 'zonas calientes'. O la Ciudad Universitaria y Brunete, también en Madrid. Zaragoza es otro punto de hallazgos masivos y, en general, todas las zonas que vivieron batallas. Se trata de granadas, obuses o minas que salen a la luz en obras o movimientos de tierras, en mitad del campo o en antiguos búnkeres o trincheras.

Y en el mar. Hace unos días, a 25 metros de la playa de Sant Sebastià de Barcelona, un agente de la Guardia Civil divisó un enorme obús cargado con 70 kilos de trilita o TNT, dicen los especialistas. Artificieros de la Armada trasladaron mar adentro el objeto para explosionarlo de forma controlada.

La munición, testigo de los bombardeos contra Catalunya, disparó la atención sobre el suceso en mitad del agosto mediático. Pero España, más de ocho décadas después del final de la Guerra Civil, sigue sembrada de explosivos.

¿Cuántas bombas de la guerra quedan?

“Es imposible calcular el número de artefactos, sabiendo que se dice que en la Guerra Civil se usaron dieciséis millones de proyectiles de artillería”, detallaba a la Agencia EFE el oficial del grupo Técnico Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos (Tedax) de la Policía Nacional en Madrid, Javier Bermúdez de Castro.

El equipo Tedax suma más de 6.000 explosivos desactivados desde su fundación, hace 44 años. En 2019 las cifras se acercan al medio centenar de casos. Casi la mitad estaban en suelo aragonés o madrileño, otras cuatro llamadas de emergencia fueron en Murcia y el resto en otras provincias.

El Grupo Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos (Gedex) de la Guardia Civil asegura contar con números similares. La estadística de incidencias de hallazgos en el mar, como ejemplo, registró el año pasado varios casos calcados al de la bomba de la Barceloneta. Por ejemplo, un disparo completo para cañón de 50 milímetros de calibre apareció junto al acantilado de las Costas de Garraf, en Sitges, el 24 de agosto de 2018. Un obús de costa 'Ordoñez' modelo 1916 fue localizado días antes, el 19 de julio, en Illes Formigues de Palamós (Girona). Y tres proyectiles de artillería fueron desactivados en aguas próximas al Puerto de Barcelona el 4 de noviembre, según fuentes de la Benemérita.

Porque los datos no paran de crecer. Una recopilación de los Tedax muestra que en los últimos años se mantiene el ritmo anual de desactivaciones con 190 artefactos neutralizados en 2014, 143 en 2015, 203 en 2016, 135 en 2017 y 55 en 2018. De estos años, 259 de las desactivaciones corresponden solo a Madrid.

Explosivos y lugares comunes

Granadas universales o de tipo piña, obuses, minas contra carro, explosivos de mortero y proyectiles de artillería perforantes, antiaéreos, de metralla... La munición más común es la de calibre medio o pequeño, pero también aparecen artefactos de mayor tamaño, como bombas de aviación con decenas de kilos de carga.

Más grande no es sinónimo de más peligroso. Que se lo cuenten a las 'Diablo Rojo', unas granadas de mano de color rojizo y origen italiano que usaban los franquistas. La clave está en aquellos explosivos que tengan un sistema de activación más sencillo o con los medios de seguridad dañados. Ahí el riesgo se multiplica ante la más mínima manipulación.

Cuevas, grutas, antiguos búnkeres o trincheras pueden guardar bombas de la guerra civil. Las excavaciones en obras y reformas suelen ser lugares donde los hallazgos son frecuentes, como los movimientos de tierras por causas naturales. O bien en zonas boscosas “encontrados por excursionistas, buscadores de setas” y en campos de cultivo, “extraídas al labrar” la finca, especifica el manual de consejos de los Mossos d'Esquadra.

Los hallazgos fortuitos, como el caso de la playa de Barcelona, no son inusuales. En las zonas de costa con roca estos objetos están sometidos al arrastre del temporal marino o, alguna vez, son extraídos por redes de pescadores, como en el caso de minas antisubmarinas.

La bomba de la playa de Barcelona había pasado desapercibida durante décadas en una de las orillas más concurridas de la ciudad. Los buzos del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil inspeccionaron el explosivo y la Guardia Urbana acordonó un perímetro de protección.

La zona quedó cerrada al público hasta que artificieros de la Armada llegados desde Cartagena (Murcia) detonaron el proyectil. Los especialistas buscaron “un lugar seguro”. Trasladaron el objeto mar adentro mediante globos de elevación sumergidos, a una milla náutica sobre la vertical de la playa y a 45 metros de profundidad. Tras la explosión, la playa quedó reabierta.

Un arsenal en un acuífero

El reguero de artefactos explosivos de la Guerra Civil española no para. Y Madrid sigue siendo uno de los paradigmas del hallazgo de estos testigos sin detonar de la contienda. Este año han aparecido sendos obuses encontrados por trabajadores en obras en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid y en la Casa de Campo.

Los Tedax también detonaron munición en la carretera de Boadilla del Monte a su paso por la zona de La Cañada de Pozuelo de Alarcón. La calle Calvario de este municipio quedó marcada con otra cruz. En 2018 quedó registrado un caso llamativo con la retirada de un artefacto de artillería del tejado de un hotel de la calle Alcalá de Madrid.

Otras zonas del país tampoco se libran. Tres explosivos fueron hallados en dos corrales de un pueblo de León. Otras 60 bombas en una antigua fundición de Alcoi en 2018 y, un año antes, un arsenal tirado en un acuífero de Teruel.

“Ante cualquier artefacto sospechoso, lo primero es avisar de forma inmediata a la policía para que intervengan los grupos especializados”, advierte el antropólogo forense Francisco Etxeberria. “Un ejemplo sorprendente fue la localización de centenares de artefactos militares en la recién inaugurada playa de La Zurriola en San Sebastián”, recuerda.

En España, tras la Guerra Civil, hubo un plan para localizar estos artefactos “recuperando muchísimas armas y explosivos”, apunta Etxeberria, miembro de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. “Desde entonces han sido frecuentes los hallazgos con accidentes graves”, lamenta.

Al hilo, su homólogo Juan Manuel Guijo, también especializado en fosas comunes del franquismo, recomienda sendos protocolos útiles en arqueología del conflicto: el 'Manual de seguridad sobre minas terrestres, restos explosivos de guerra y artefactos explosivos improvisados', del Servicio de Acción contra las Minas de las Naciones Unidas, y 'Restos explosivos de guerra. El legado letal de los conflictos armados modernos', del Comité Internacional de la Cruz Roja.

Interés en artefactos de guerra

Los hallazgos de bombas de la Guerra Civil son episodios que suscitan gran atención. No solo de lectores, radioyentes, telespectadores y coleccionistas, sino también de historiadores y expertos. Como ejemplo, un hilo abierto en un grupo titulado 'Investigadores/as Guerra Civil Española' con más de 4.000 miembros en Facebook.

En unos minutos, ya hay varias respuestas. “Artefactos a centenares cada año por toda España”, resume Florentino González. En la zona norte de Córdoba “aparecen de forma recurrente, al haber sido zona de guerra casi durante los tres años de conflicto”, apunta la historiadora Carmen Jiménez. En 2018 apareció una bomba en un instituto de secundaria de Pozoblanco, durante unas obras, recuerda.

“Antes de iniciar la excavación, aviso a los TEDAX y al cuartel de la Guardia Civil más cercano, que estén prevenidos”, escribe el arqueólogo Víctor Bejega. “He excavado muchas trincheras de la Guardia Civil de ambos bandos, en Zaragoza y Huesca. El protocolo es llamar al cuartel de la Guardia Civil más cercano y dar parte”, coincide la usuaria Diana. “Pero siempre precaución y prevención”, recomiendan.

¿Qué hacer si aparece una bomba?

Primer paso: no tocar. El peligro es doble, que la carga esté intacta y el sistema que activa la bomba, deteriorado. Un mínimo movimiento puede hacerla estallar. El aspecto no elimina el riesgo, aunque la munición parezca inservible, obsoleta o inofensiva.

Segundo consejo: llamar a Policía Nacional, Guardia Civil o dar aviso en el teléfono de emergencias 112. Tomarán el mando de la situación.

El protocolo arranca acordonando la zona y desplegando las medidas de seguridad necesarias. El objetivo final es recoger y destruir la munición. Los grupos de élite especializados en desactivación de explosivos analizan la bomba y su estado de conservación. Valoran el traslado a dependencias militares para su neutralización o la explosión controlada in situ.

Ojo: hay heridos por explosión de este tipo de artefactos, con frecuencia aficionados y coleccionistas de material de guerra. Quien custodie este tipo de armamento se enfrenta además una posible sanción y, si está activo, a un delito de tenencia de explosivos.