Los expertos están hoy en primera fila del discurso político. Pedro Sánchez apoya todas sus decisiones sobre la crisis del coronavirus en su criterio. Beatriz González López-Valcárcel (Vigo, 1957) es una de ellos. Profesora titular de Métodos Cuantitativos en Economía en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria e investigadora en Economía de la Salud, forma parte del comité de expertos sobre la COVID-19 del Ministerio de Ciencia e Innovación, también del comité que asesora al Gobierno canario.
¿Qué piensa cuando ve a Donald Trump, el presidente del país más poderoso de la Tierra, decir, ante el asombro de su asesora en temas de salud, que la solución contra el virus es que inyecten desinfectante a los pacientes?cuando ve a Donald Trump
Es un insulto. Nos ha tocado la pandemia en un momento políticamente tremendo, en el que el país que era nuestro guía en Occidente está en manos de gente como Trump. Y lo peor es que hay personas que tienen adoración por él, y si le escuchan decir eso, a lo mejor hasta hacen lo que dice.
¿Cómo está funcionando en España ese equilibrio entre expertos y políticos? ¿Hay tensiones? Imagino que en algunos momentos los intereses pueden ser diferentes.
Así como la separación de poderes entre legislativo, ejecutivo y judicial es lo que fundamenta la democracia, que los expertos puedan tener juicios independientes, no teñidos por intereses partidistas o políticos, es algo muy positivo y muy necesario para que podamos trabajar y generar confianza. Nuestro comité se creó hace una semana y hemos empezado a trabajar muy duro. En la única reunión que hemos tenido con los ministros nos encargaron que les ayudemos a responder preguntas para reducir la incertidumbre y aumentar el conocimiento sobre el virus, la enfermedad y sus consecuencias. Para este trabajo la independencia y la utilización del método científico son fundamentales.
A la vista de algunas polémicas que ha habido por decisiones del Gobierno, ¿no cree que se ha tardado demasiado en poner en marcha estos comités de expertos?
Esta es una comisión muy específica, científica, en el sentido de desvelar incógnitas sobre el conocimiento del virus. No es una comisión de acción, de recomendar políticas de forma inmediata sobre cuándo hay que confinar o empezar a sacar a los niños a la calle.
¿Y cuáles son las preguntas que va a ayudar a responder su comité?
Las primeras son sobre el comportamiento del virus. ¿Tendrá comportamiento estacional? Es decir, si condiciones ambientales de altas temperaturas o humedad relativa hacen que el virus se esconda o mitigue su virulencia, pensando en si nos dará tregua en verano. Es una pregunta fundamental, de ciencia natural, no relacionada con políticas. O, por ejemplo, cómo es la contagiosidad del virus en distintos ambientes y a diferentes distancias. Todo lo relacionado con las microgotas, con si el aire acondicionado puede influir…
¿Y tienen ya respuestas para algunas de esas preguntas?
¡Acabamos de empezar! Los virólogos de la comisión están planteando hacer experimentos de laboratorio para buscar estas respuestas. Otras preguntas tendrán que ver con patrones de expansión de la epidemia, con distintas hipótesis del comportamiento del virus, pero también con distintas medidas de confinamiento o de aislamiento físico entre las personas. Ahí es donde podríamos tener más contacto con la parte política.
¿El tema de los niños no se les consultó?
No, no, no, no, no…
Hubo mucha polémica con cómo se anunció, al principio parecía una ocurrencia…
Sí, parecía una broma. ¡A quién se le ocurre mandar a los niños al supermercado y a la farmacia sabiendo cómo son los niños!
Como especialista en temas de Economía de la Salud, con todo lo que eso representa justo en este momento, ¿qué ha fallado en nuestro sistema público cuando, por ejemplo, tenemos el mayor índice de contagios entre los profesionales?
El virus emergió con una velocidad impensable en apenas una semana. A finales de febrero, en Madrid, por ejemplo. Nadie sospechaba que muchos de los pacientes que llegaban pudieran tener esta enfermedad. Entonces no se sabía tampoco su contagiosidad. Lo que falló fueron los equipos de protección individual, conseguir el distanciamiento adecuado con el paciente para no contagiarse. El problema del cuello de botella de los suministros de equipos fue fundamental. Creo que el sistema sanitario aprendió muy rápidamente, y esto es algo muy bueno, a cómo reorganizarse para hacer un circuito Covid y otro No Covid, para diferenciar zonas posiblemente infectadas y otras que no. En fin, hemos aprendido mucho y hemos cambiado muchísimo los procedimientos. Por ejemplo, dentro de los hospitales, la separación rígida que había entre especialistas de distintas especialidades se ha roto. Los neumólogos, los infectólogos, los internistas tratan conjuntamente a los pacientes de COVID-19. Se ha cambiado la forma de trabajar, en Atención Primaria en particular.
En muchos sitios, Primaria lo dio todo y está cambiando la forma de trabajar hacia una más racional, más teletrabajo con más proactividad. Es el médico el que llama a su paciente. El que explora los contactos posibles cuando hay un caso sospechoso y da las normas para que se aíslen rápidamente todos. Creo que la crisis nos ha enseñado a cambiar rápidamente la organización y para mejor. Espero que esto se quede. Claro que el que haya tantos sanitarios infectados es una noticia malísima.
Da la sensación de que en un mundo tan globalizado y sobre todo en el de la ciencia y la medicina, en el que se comparten los avances en tiempo real, esta situación nos ha pillado con la guardia baja.
Sí, sí, absolutamente. Cuando llegue la segunda oleada, que llegará, estaremos tan preparados como estaban en Hong Kong, en Singapur o Corea del Sur, porque tuvieron el SARS. Es verdad que tuvimos una visión muy corta, que pensábamos, de alguna manera, que esto era un virus chino. Pero claro, es que también en descargo de Occidente, digamos que la comunidad científica está convencida de que el número de fallecidos en China no era el real. Cuando nosotros veíamos esos datos y un número de fallecidos tan pequeño para un número tan grande de casos pensábamos que esto era como una gripe. Pero mira lo que le ha pasado a Singapur, estaba en el podio de los mejores resultados y en dos semanas saltó de unos pocos casos a diez mil y esto pasó porque tenía una masa de trabajadores inmigrantes que vivían en grandes zonas compartiendo habitación, se contagió uno y el virus corrió como la pólvora. Este virus es tan sibilino y peligroso que incluso en los países que nos parecen modélicos ocurre esto.
Como lo que ha pasado aquí con las residencias de ancianos.
Sí. Lo de los sanitarios es tremendo, pero creo que lo peor es el panorama con las residencias, cosa que también ocurrió en otros países. No somos los únicos. La gente mayor vive junta, tiene contactos y ,por tanto, el número básico reproductivo dentro de una residencia es muy alto porque se comparten muchos espacios.
Antes de la pandemia ya había una polémica sobre si las residencias deberían estar medicalizadas y la fotografía que percibimos con lo que ha ocurrido es que eran casi almacenes de personas mayores.
En esto hemos aprendido también. Yo creo que en parte lo de las residencias en España es como un efecto secundario de la Ley de Dependencia, que se aprobó con muchas ganas, pero se quedó un poco frustrada porque no había fondos. Nos pilló en pleno principio de la crisis de 2008. Las residencias, muchas de ellas, cobran una cantidad asequible para las familias, porque hay poca financiación pública, pero dan unos servicios de hostelería. Y no tenían un mínimo de dotación o de asistencia de tipo sanitario. Las residencias van a tener que cambiar y para siempre. Tendrán que ser más sanitarias, deberán tener más inspección, y los médicos de familia se deberán ocupar de los residentes.
Qué opina sobre la capacidad de reacción de un sistema público de salud versus un sistema muy privatizado como es el de las residencias de ancianos.
Que una organización tenga fines lucrativos, en principio, lo que indica es que su creación de valor es el conseguir beneficios y, por tanto, si es una sociedad anónima lo hará bien si crea valor para los accionistas. Pero este no es el objetivo de un sistema de bienestar social, que sería el bienestar de las personas, la salud de las personas. En este sentido, el que las residencias sean privadas no es el problema. El problema es que las residencias deberán tener un control más cercano, cumplir unos requisitos mínimos, igual que tienen los hospitales privados, que tienen unos mínimos para ser acreditados y para funcionar y están sujetos a una inspección real.
En el caso de las residencias, como están en una especie de control compartido entre las comunidades autónomas, las diputaciones o los ayuntamientos, quizá haya una dilución de responsabilidades en algunos sitios. Y claro, es algo que sí que hay que abordar, esto lo hemos aprendido en esta crisis.
Y en cuanto al sistema público de salud, ¿cree que esta crisis también ayudará a despejar algunas polémicas y a reforzarlo?
Yo espero que sí. Estoy convencida de que eso va a ocurrir. Esta crisis ha puesto en valor el sistema público de salud.
Y de cara al inmediato futuro, lo que empezamos a llamar nueva realidad, ¿cómo ve el ritmo de la desescalada? ¿Qué negocios serán los primeros en poder funcionar?
En el comité científico multidisciplinar aún no hemos tocado este tema.
¿Pero usted qué opina?
Yo también estoy en el Comité Científico de Canarias y asesoramos al Gobierno canario y hemos sacado un plan de desconfinamiento muy detallado con cuatro fases.
Pero el Gobierno se lo ha frenado.
Sí, nos lo ha frenado. Yo estaba optimista con que se iba a aprobar, pero no. En la primera fase del plan, que nosotros creemos que estamos preparados para ella, se incluye la apertura de comercios en general. Podría ser una ferretería, una tienda de ropa; no centros comerciales. Solo comercios en la calle. Y también peluquerías. Pero solo se podría salir en días alternos. El objetivo sería mantener la distancia de dos metros y todo el mundo con mascarilla. Mantener la distancia y que no se unan en ningún momento personas de núcleos familiares distintos. El tema es que si hay un contagio, que el número de contactos sea mínimo para que no se expanda el virus. En este sentido, que se mantenga el 50% del aforo, por ejemplo, cuando llegue el momento de abrir las terrazas, aunque aún no ha llegado ese momento.
¿Y las personas mayores?
Podrían salir en un horario determinado en el que la calle de alguna manera sea suya. Saldrían todos los días en ese horario con la tranquilidad de que nadie más va a estar, y minimizar así los contagios. Los niños podrían salir en otro horario, los que van a hacer deporte en otro, quizá más temprano, etcétera. De momento nos han dicho que no, pero creo que por ahí van a ir las cosas.
Entiendo que está totalmente a favor de la desescalada por territorios.
En el territorio continuo peninsular hay lo que los economistas llamamos externalidades. Es decir, si tú desconfinas en un territorio prematuramente, las personas de ese territorio pueden infectar a otro. Y por tanto, yo sí que entiendo que ahí, en este territorio continuo, tú necesites ciertas normas comunes, porque hay externalidades, pero en Canarias no, porque estamos aislados. No dejamos entrar a nadie por el aeropuerto.
Está claro que Canarias, Baleares, por la insularidad, son especiales.
Claro. No hacemos daño a nadie saliendo nosotros a la calle a tomar el sol. Tenemos cerrados los aeropuertos, salvo vuelos de emergencia con circunstancias muy concretas.
De cara a la movilidad, cuando se vaya normalizando la situación, el transporte público colectivo plantea un problema enorme por la facilidad del contagio.
Sí, creo que hay bastante evidencia ya de que el metro ha sido uno de los mayores vectores de contagio en las grandes ciudades. Si tú ves la evolución de Nueva York comparada con otras otras zonas de Estados Unidos, ya hay algún artículo científico que dice que ha sido el metro. Es un espacio muy reducido donde hay mucha gente y muy próxima, donde lo de los dos metros de distancia de seguridad no se cumple.
Evidentemente, no vamos a poder seguir como estábamos. En el metro no vamos a poder viajar de pie, apiñados como hasta ahora. Habrá que viajar con mascarillas y quizá un tercio del aforo. Cómo se resuelve esto, no lo sé, porque claro, en Madrid la gente se mueve en metro para ir a trabajar. Este va a ser uno de los grandes problemas a resolver. Metro, autobuses, trenes de Cercanías, esta va a ser una de las tareas fundamentales que vamos a abordar en el comité científico. Es un reto enorme, no puedes abrir la economía y resetear el país, que es lo que vamos a hacer, si no tienes resuelto este problema.
¿Cuáles son esas cuatro o cinco cuestiones fundamentales para poder abrir la economía de un país como España?
Las condiciones que puso el Ministerio respecto a condiciones del sistema sanitario y de situación epidemiológica me parecen muy razonables. El Ministerio dice que no se va a poder abrir más la economía –que significa desconfinar, abrir los negocios, que la gente vaya a trabajar– mientras no tengamos los recursos suficientes. Suficientes respiradores de reserva, una reserva estratégica de EPIS, que el número de camas ocupadas no supere en los hospitales y en UCI un cierto porcentaje de las camas totales.
Estas condiciones previas me parecen razonables, pero hay condiciones previas no sanitarias que aún no se han abordado para garantizar que podamos mantener la distancia física entre las personas, que no la distancia social. Tenemos que apartar el concepto de distancia social, que es erróneo, y cambiarlo por distancia física. Si algo nos hace falta más que nunca el acortar las distancias sociales, relacionarnos con los demás, pero no físicamente, claro. Los abuelos no pueden abrazar a sus nietos, pero pueden hablar y verlos por Zoom.
Mantener la distancia física es uno de los grandes retos y se complica en la movilidad, el transporte. Creo que vamos a tener que seguir con el teletrabajo en todas aquellas ocupaciones que lo permitan durante bastante tiempo. Y esto ya quita bastante de uso de transporte público, pero con todo es un reto. No hay duda.