Las ayudas del Ministerio de Ciencia que hacen a Evelina elegir entre cuidar a su hija prematura o acabar su investigación

Marta Borraz

2 de diciembre de 2021 22:18 h

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780 gramos, 25 semanas y seis días. La hija de Evelina Leivada nació antes de tiempo. “Cabía en una mano”, asegura. Tras sufrir un aborto terapéutico anterior al borde de las 20 semanas de gestación porque su vida corría peligro, la mujer dio a luz el pasado 1 de mayo a una bebé prematura afectada de un trastorno pulmonar crónico. Este miércoles termina su baja de maternidad, que ha sido más larga de lo habitual por esta circunstancia, pero tendrá que incorporarse al trabajo a tiempo completo a pesar de que querría acogerse a una reducción de jornada. “Me hacen elegir entre cuidar de mi hija y mi carrera de investigación”, lamenta.

Evelina investiga sobre los efectos cognitivos del bilingüismo en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, y lo hace como contratada doctora gracias a las ayudas a la contratación Ramón y Cajal, una de las más prestigiosas del Ministerio de Ciencia e Innovación. La duración es de cinco años y solo puede prorrogarse en determinadas circunstancias como el tiempo de baja por maternidad o adopción, pero no si las o los investigadores requieren acogerse a una reducción del tiempo de trabajo u otros derechos disponibles en la legislación para conciliar, como es su caso.

La cuestión es que si acepta la reducción de jornada durante al menos unos meses, las horas que no trabaje se perderán y sí o sí la ayuda finalizará a los cinco años. “Eso implicará que no terminaré el proyecto de investigación. Si el cómputo de trabajo es finalmente de tres o cuatro años, al restar las horas de la reducción de jornada, no lo podré conseguir”, asegura. No es algo inocuo para ella ni su carrera: “Una vez acabado el contrato se prevé lograr una plaza permanente, y un currículum competitivo maximiza las posibilidades, pero ¿cómo lo voy a hacer si no tengo las mismas posibilidades de tener méritos que otros?”, se cuestiona.

El caso de Evelina es particular, de hecho, en el Ministerio de Ciencia e Innovación nunca se habían encontrado con una situación análoga, pero revela la brecha que sigue separando a los cuidados del trabajo productivo en general y en especial en el mundo de la ciencia, basado en un sistema que con mucha frecuencia da la espalda a la crianza. “Has trabajado tan tan duro durante tantos años, que en ese momento piensas que se va a entender que si necesitas un tiempo ahora es porque tu hija realmente lo necesita, pero no es así”, afirma a sus 37 años.

Una portavoz del departamento dirigido por Diana Morant confirma que la convocatoria de las Ramón y Cajal “no contempla ahora mismo” la reducción de jornada como causa para prorrogar el contrato, pero se abre a modificarla: “La situación de esta investigadora nos obliga a replantearnos las circunstancias. Estamos estudiándolo”. Antes de conocer el caso, asegura la misma portavoz, el Ministerio “ya estaba evaluando cómo reforzar las garantías de igualdad vigentes en las convocatorias” y esta situación “nos demuestra que tenemos que replantearlo”.

Perder el contrato tras años de dedicación

La primera opción de la familia fue que Evelina fuera quien se acogiera a la reducción de sus horas de trabajo, aunque ahora están reconsiderando que sea su marido. Aún así, ella reivindica “el derecho a estar con mi hija como lo tienen otras profesionales”. La ley especifica que las y los progenitores de hijos o hijas con enfermedades graves menores de 18 años, como es su caso, pueden acogerse a la rebaja de entre el 50% y el 99% de su jornada.

La delicada situación de su hija le obliga a acudir a citas médicas y sesiones de fisioterapia cada semana. Casi cualquier infección que sería inocente para otros niños y niñas de su edad, a ella puede causarle un grave problema de salud. “De momento los médicos nos han dicho que no podemos quedar con amigos o amigas ni otros niños. Tampoco puede ir a la guardería porque implica un riesgo muy alto. Ahora nos necesita más que nunca, pero no sabemos qué vamos a hacer...”, asegura su madre.

La encrucijada en la que está Evelina no es un caso aislado. Son muchas las científicas que en los últimos años han puesto el foco en las trabas con las que se topan en sus carreras científicas al ser madres, algo que además no ocurre de igual manera con los hombres. Hacer compatible el exigente ámbito de la investigación con la conciliación está aún pendiente. Para Evelina es “frustrante” haber dedicado años a la ciencia y arriesgarse ahora “a perder la oportunidad de construir un currículum competitivo solo por querer tener el derecho fundamental de cuidar a mi bebé”.

“Trabajé duro incluso cuando estaba perdiendo a mi bebé”

Y es que ella ha seguido dedicándose a su proyecto incluso en los momentos más difíciles. También tras el aborto médico que sufrió antes de dar a luz a su hija. Fue a principios de 2020, poco antes de que la pandemia de COVID estallara en España. Su vida corría peligro por la corioamnionitis, una infección del embarazo, que sufría. “Despertar sin mi hija fue el momento más difícil de mi vida”, afirma. Estuvo de baja diez días porque la interrupción del embarazo le provocó otra infección, pero no tenía derecho a ninguna prestación por la pérdida de su hija.

“Trabajé duro, publiqué mucho, recluté a dos estudiantes de doctorado, avancé en el proyecto...Había estado activa incluso cuando estaba perdiendo a mi bebé, incluso justo después de haberlo perdido”, señala. Contarlo ahora, asegura, es una forma “de romper el silencio” porque “he recibido muchísimos casos de mujeres en esta misma situación” tras contar su historia en su blog. Lo que reivindica es un cambio en la legislación para que las muertes fetales puedan ser motivo de baja por maternidad. Es algo que actualmente se concede si el tiempo de gestación es superior a las 26 semanas de embarazo. En su caso, fueron 20.

“No dejaré mi trabajo. No dejaré de cuidar a mi hija. Mientras las circunstancias (también conocidas como la ayuda invaluable de la abuela) me lo permitan, haré ambas cosas, trabajando tanto como pueda. Espero que después de años de arduo trabajo, esto sea suficiente para conseguir una plaza estable al final del contrato Ramón y Cajal. Si no es así, me convertiré en una estadística, sucumbiendo a la pena de maternidad”, reclama.