Becky Francis se entusiasma –con moderación, es inglesa– cuando se entera de que en España hay un gran debate sobre el modelo educativo a cuenta del esfuerzo, la exigencia, la repetición, el currículo o las metodologías a raíz del desarrollo de la Lomloe. “Tengo que leer sobre esto”, se recuerda a sí misma en voz alta.
Francis es académica, fue directora del Instituto de Educación de la University College Londres y actualmente dirige la Education Endowment Foundation (EEF), una organización independiente que, grosso modo, se dedica a estudiar qué prácticas educativas funcionan en las aulas –con evidencia científica– y a colaborar con los colegios para que las implementen, con un ojo puesto especialmente en el alumnado más vulnerable y la brecha de rendimiento que se genera por esta exclusiva razón. El debate –de nicho, pero intenso– le toca de pleno.
“En Inglaterra estamos teniendo el mismo debate”, sonríe con el gesto de quien sabe de qué le hablan. “El Gobierno lleva muchos años priorizando un currículo basado en los contenidos [el que ha habido históricamente en España] y ahora se discute si este formato más clásico es el apropiado para el siglo XXI”, explica. “¿Debería haber más competencias?”, se pregunta, y advierte antes de elaborar su respuesta de que no conoce los detalles del caso español.
“Mi opinión personal es que hacen falta las dos, pero creo que una base de conocimiento es fundamental para levantar el edificio. Yo soy académica y he trabajado en una universidad, y para tener éxito en la educación superior los estudiantes necesitan un nivel de conocimientos sobre la materia, un conocimiento que luego les permitirá ser creativos en sus enfoques y empezar a usar otras habilidades, pero sin esos cimientos creo que los estudiantes están perdidos. Así que diría que necesitas ambas cosas, pero que no se pierdan los conocimientos”.
Francis está de visita en Madrid para renovar el convenio de colaboración que tiene EEF con La Caixa por el que la Fundación puede acceder a todos los materiales que genera EEF, como su kit de herramientas para clase realizado a partir de la evidencia que han recogido o generado sobre las diferentes metodologías, guías, incluso fondos para investigación, y aprovechando el viaje participa de unas jornadas organizadas por EduCaixa y se presta a esta entrevistas.
“Los conocimientos son importantes para el alumnado desaventajado”
La directora del EEF vuelve sobre el tema. “Los conocimientos son especialmente importantes para los alumnos más desaventajados porque lo normal es que no tengan otros medios, otros espacios, para adquirir esos conocimientos. Pienso por ejemplo en mis hijos cuando juegan a videojuegos. Están trabajando la resiliencia cuando les trolean o insultan, el trabajo en equipo, el liderazgo, hasta idiomas para comunicarse con otros jugadores. Pero, ¿van a aprender ecuaciones de física ahí? No, y no lo van a hacer en ningún otro sitio que no sea el colegio”, reflexiona.
Esta cuestión lleva indefectiblemente a hablar de la repetición, otro de los aspectos más debatidos de la reforma que está implementando el Gobierno. Con un 30% de los estudiantes de 15 años que han repetido alguna vez, el Ministerio de Educación ha optado por la vía de hacer de la repetición algo excepcional, casi por el método de prohibirla. “Esta es una de las 30 áreas sobre las que tenemos evidencia, y es una de las pocas en nuestro kit sobre la que está claro que tiene efectos negativos; ni neutros ni positivos”, arranca.
“Diría –siempre con la cautela de desconocer la casuística específica– que el Gobierno está haciendo lo correcto intentando reducir esta práctica, porque además imagino que normalmente son los alumnos más desaventajados los que repiten, y la evidencia sugiere que es especialmente dañino para ellos porque pierden la motivación o sienten que es estigmatizante”, argumenta. No se equivoca Francis: incluso en igualdad de condiciones, los alumnos de las familias sin recursos tienen tres veces más opciones de repetir que los que provienen de entornos adinerados. La investigación de EFF, continúa la experta, apunta a que los planes individualizados o los programas de tutorías, implementados por la Fundación en Inglaterra, son una mejor alternativa a la repetición para los alumnos que se quedan atrás.
De ratios y metodologías
Las ratios es otra de las cuestiones sobre las que hay evidencias suficientes como para sostener que una bajada de las mismas es beneficiosa para los alumnos, pero no de cualquier manera, explica Francis. “Es otro de los ejemplos claros y la evidencia lo establece con certeza. Si haces una reducción marginal de las ratios, por ejemplo de 30 a 25-26 alumnos, no hay impacto para los estudiantes, pero sí para los profesores en términos de carga de trabajo, y al menos en el Reino Unido tenemos un problema con la retención de profesores en el sistema, a menudo por las condiciones de trabajo. A veces, una mejora marginal puede ser beneficiosa también, aunque no mejore el rendimiento de los alumnos. Otra cosa es si cambias radicalmente las cifras, si dejas una clase de 30 alumnos en 15. Entonces sí ves un impacto muy significativo en el resultado de los estudiantes. Así que no puedes simplemente decir, bajemos las ratios, porque dependerá de cuánto si hablamos de impacto en los estudiantes”.
Una de las cuestiones en las que EEF pone más el foco es en discernir qué metodologías funcionan en el aula y cuáles no, una labor fundamental para Francis y de creciente importancia ante la proliferación de prácticas de enseñanza que se ponen de moda sin tener el respaldo de la ciencia respecto a su eficacia. La Fundación recoge evidencia –o la genera con sus propios medios cuando no existe– y la pone a disposición de los profesores. “Es una gran manera de saber qué es realmente innovador y funciona o qué no lo es y debemos abandonar. Le ahorra mucho tiempo a los profesores, que no tienen que ponerse a hacer prueba y error, y les evita caer en ideas que se vuelven la última moda y parecen estupendas, pero realmente están haciendo más mal que bien”, explica.
Pero la profesora advierte de que falta mucho trabajo por hacer en este campo, y no siempre es fácil. “Pero EEF tiene la ventaja de que es una organización muy independiente y tiene la credibilidad necesaria para publicar sin miedo a que te asocien a algún grupo que está apoyando una determinada metodología”, explica.
¿Tienen algo en común las metodologías que funcionan, aunque sea conceptual? “Es un campo en el que queremos trabajar más, es nuestro siguiente paso en la evidencia”, explica, para pasar a comentar que el primer paso en esa línea es la implementación de los programas que diseñan en función de los contextos en las clases. “A la hora de ayudar a los profesores a aplicar las metodologías en su aula es necesario extraer los elementos principales para ver cómo ajustarlos a cada realidad y donde uno quiere llegar. No se trata solo de decir, 'esto funciona, aplícalo'. ¿Cómo podemos asegurarnos que los profesores van a identificar las piezas claves de los proyectos? Por eso nos centramos cada vez más en la implementación y creo que según vamos sabiendo más sobre estas condiciones podremos tener más evidencia” acerca de qué funciona, cierra.