Hacinados, sin ropa de abrigo, sin agua caliente, sin calefacción, en pésimas condiciones higiénicas, mal alimentados, sin apenas acceso a medicinas, en una situación judicial incierta y sometidos a vejaciones y palizas ocasionales.
Son las condiciones en las que Grecia mantiene a varios miles de inmigrantes y refugiados indocumentados, en los llamados “centros de detención para extranjeros”, que resultan tan degradantes que los internos de uno de ellos, el de Corinto, lo llaman irónicamente con el mismo nombre de la tristemente famosa base estadounidense: Guantánamo.
“Nos mantienen encerrados como animales. No tenemos derechos”, se queja Ali Hasan, un afgano huido de su país y que permanece detenido desde hace dos meses junto a otras 800 personas en el centro de Corinto, un antiguo cuartel militar.
Todos proceden de las redadas que ha ordenado el gobierno griego en los últimos meses en el marco de la operación Zeus Xenios contra la inmigración irregular en el país heleno, convertido en la principal puerta de entrada de los 'sin papeles' en Europa.
Según datos de la policía, durante dicha operación se han arrestado a 4.092 extranjeros.
“El supuesto objetivo de detener a todas esas personas es preparar los documentos necesarios para su repatriación, pero ¿cómo van a hacerlo si en estos centros ni siquiera hay traductores? El único objetivo es hacerlos desaparecer de la vista pública”, critica el abogado Spyros Kulojeris.
De acuerdo a este letrado, en algunos centros se mantienen encerrados en las mismas celdas a adultos y a menores, lo que supone una violación de la Convención sobre los Derechos del Niño de 1989.
El ministro del Interior, Nikos Dendias, aseguró recientemente en el Parlamento que el centro de Corinto fue elegido por “el excelente estado de sus dormitorios, salas de convalecencia y comedores”.
“Las instalaciones poseen calefacción y agua, y han sido compradas las mantas y toallas necesarias. El respeto de las reglas de higiene y de seguridad es primordial para el ministerio”, añadió.
Esta semana, al visitar el centro de detención de Corinto junto a una delegación parlamentaria, Efe pudo comprobar cómo los extranjeros son obligados a permanecer encerrados por grupos de entre 60 y 80 personas en dormitorios de unos 120 metros cuadrados.
Las habitaciones están cerradas con barrotes y los refugiados sólo pueden salir de ellas, al patio, durante un máximo de una hora al día (durante tres horas según la dirección del centro).
No existe dispensario y la comida -de muy mala calidad según los inmigrantes y abogados consultados por Efe- se les sirve a través de las rejas sin que existan mesas para comer.
“Mira lo que nos han dado de desayuno”, se queja Hassan, un bangladeshí que muestra un trozo de pan seco y un vaso de leche diluido en agua.
Tampoco hay calefacción ni agua caliente, debido, según el director policial al mando, Vassilios Stavropulos, a la “falta de fondos”. Como todo abrigo, se les ofrece una fina manta y una sábana a pesar de que las temperaturas han descendido por debajo de los 10 grados centígrados.
La mayoría lleva entre dos y cuatro meses con la misma ropa de verano y sin más calzado que unas chancletas, ya que en el momento de su detención no se les permitió recoger sus pertenencias.
En las últimas semanas, tres centros de detención han vivido protestas y huelgas de hambre para reclamar agua caliente y comida decente.
En el caso del de Corinto, fueron reprimidas con la intervención de antidisturbios y el uso de gases lacrimógenos dentro de los edificios, según reconoció Stavropulos alegando que los inmigrantes “iban a comerse” a los policías.
El relator especial de la ONU para los derechos humanos de los migrantes, François Crepeau, concluyó esta semana una visita a Grecia en la que denunció que las condiciones de detención son “espeluznantes” y que los centros griegos son “lugares donde uno no querría pasar más de una hora”.
Sólo este año, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha condenado en tres ocasiones a Grecia por violar el artículo 3 del Convenio Europeo de Derechos Humanos que prohíbe “la tortura” y las “penas o tratos inhumanos o degradantes” en las condiciones de detención.
Pero el gobierno griego, denuncia Kulojeris, “no se preocupa por los derechos humanos de estas personas ni por las convenciones internacionales”.
Fauzi muestra un moratón en su pierna: “Es de la última vez que los policías entraron en nuestra celda a pegarnos mientras rezábamos”.
Enfrente, encerrado en otra celda abarrotada, el tunecino Mohamed se lamenta: “Se supone que esto es Europa, pero he visto cosas terribles en este lugar”.
Andrés Mourenza