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“La libertad me quitaron pensando en ti”: la historia de Blasa La Letrada, alcaldesa republicana en la guerra y presa política de Franco

A Blasa le arrancaron los pezones en la cárcel. Los golpistas la sometieron a torturas. Hasta su muerte. Blasa Jiménez Chaparro era una presa política de Franco. Porque Blasa, alias La Letrada, había roto el esquema patriarcal: formó parte de la primera generación de mujeres que participaba en la política española. Y fue alcaldesa republicana en un pequeño pueblo, Alhambra, la primera en el mundo rural en Ciudad Real (Castilla-La Mancha).

Blasa era una de las pioneras en quebrar el segundo plano social destinado a la mujer. Regidora y máxima dirigente local del Partido Comunista (PC) en 1938. Concejal y consejera del Socorro Rojo Internacional durante la guerra civil española. Los fascistas acabaron con su vida y, de paso, con la de su marido, Andrés Orejón, y su hijo mayor, Severiano.

La España de la conspiración golpista nunca perdonó que ellas rompieran las reglas de juego. Los rebeldes aplicaron la violencia extrema contra las mujeres como venganza contra el feminismo naciente de la II República. La represión especial de género parte del terror caliente durante la guerra civil: secuestro, vejaciones, tortura y asesinato.

Luego, la dictadura de Francisco Franco diseñó un modelo único de mujer atada al sumisa y devota del nacionalcatolicismo. La posguerra ya sirvió de laboratorio. La intervención política en la República dejaba paso a la obediencia cotidiana. A un nuevo orden social que viviría atado al aura fascista de la Sección Femenina de Falange Española.

Activismo político feminista en el mundo rural

“Es un caso peculiar porque en el mundo rural, en la época, no solía haber mujeres con ese grado de actividad política”, explica a eldiario.es Luis Ángel Gómez Santos, que ha escrito la microbiografía de Blasa Jiménez Chaparro para el libro Para hacerte saber mil cosas nuevas. Ciudad Real 1939.

El 3 de junio de 1938, La Letrada será nombrada alcaldesa. Durante toda la guerra de España será concejal y ocupó “papeles tan importantes” como depositaria de los fondos municipales e integrante de varios comités, como representante del Comité Local del Socorro Rojo. O consejera de propaganda del Ayuntamiento de Alhambra. En su primera intervención logra una ayuda para un refugiado.

Blasa era “máximo dirigente del PC en el 38 en el pueblo”. Su marido, Andrés Orejón, había fundado el partido en Alhambra. Estuvo afiliada hasta marzo de 1939. En esa fecha presenta su dimisión, en desacuerdo con la sublevación organizada contra la Junta de Defensa de Madrid.

Blasa era una excepción. Porque, pese a los “avances feministas durante la II República, la mujer rural solía desempeñar un papel más tradicional, ajeno a la implicación política de lleno”.

“En las ciudades sí era algo más común –el activismo político de la mujer–, pero en pueblos era complicado”, subraya. “Y en un momento de auge de la lucha del feminismo creo que es importante recordar los antecedentes, como este caso”, considera el autor. Por eso, dice, “todos los casos son importantes pero este es muy peculiar”.

La defensa de mujeres falangistas en el juicio

“Ser mujer e involucrada en la República” era, para los franquistas, un “doble delito”. Así quedó reseñado en el juicio al que La Letrada fue sometida tras la entrada de las tropas golpistas en el pueblo. Detenida por las nuevas autoridades franquistas locales, será llevada a la prisión de Villanueva de los Infantes y sometida a un juicio sumarísimo de urgencia en el verano del 39.

A Blasa los golpistas “la acusan de instigar asesinatos”. Ella lo niega. Algunos testigos no dudan en señalar en el juicio a la mujer. La culpan “no de cometer el delito, sino de alentar”. De influir en “los extremistas”. Otro ejemplo, chivan: estaba “siempre dispuesta para capitanear a las masas para incendiar imágenes de esta parroquia y cometer saqueos en casas de vecinos de esta localidad”.

En la causa “se hace hincapié en que es la primera alcaldesa y da más gravedad al asunto”, apunta Gómez Santos. Pero otras declaraciones la exculpan. “Es curioso como hay dos mujeres de la Sección Femenina de Falange de Alhambra, y algún hombre, que la defienden, que dicen que en su etapa de alcaldesa no cometió ningún atropello contra gente de derechas”, narra Luis Gómez. Testimonios “favorables” a la alcaldesa republicana que contradecían “los informes realizados por las autoridades franquistas locales y el Servicio de Información de Falange de Alhambra”.

Pero Blasa Jiménez acabó en la cárcel. El tribunal franquista dicta una primera condena a pena de muerte, conmutada por 30 años de reclusión mayor. La ficha carcelaria de La Letrada indica un traslado a la prisión de mujeres de Amorebieta (Vizcaya). “Una de las cárceles femeninas más duras de la España dictatorial”.

Como presa política de Franco sufre “terribles torturas”. Como la 'gota china'. Vejaciones. Condiciones insalubres, “estaba rellenita y se quedó en los huesos”, cuenta. O mutilación: “le arrancaron los pezones”. La ejecución de su compañero, Andrés, de un hijo y el encarcelamiento de otros dos “la van consumiendo”. Y muere entre rejas a finales del año 40. El cuerpo sigue en paradero desconocido. Su familia nunca supo dónde está enterrada.

“La libertad me quitaron pensando en ti”

“Hoy te mando esa postal que mis manos han bordado con lágrimas en los ojos recordando que hace tiempo la libertad me quitaron pensando en ti y en tu madre, hijas de mi corazón. Y a vuestro padre querido jamás lo olvidaré yo”, escribió La Letrada desde tierra vasca. Corre septiembre de 1940. Es la última noticia que su familia atesora de Blasa. “Te abraza tu abuelita, para mi nieta Pepita”.

“No duró más de diez meses en la cárcel de Amorebieta”, dice Gómez Santos. Blasa integra un listado de más de 4.000 víctimas mortales de la represión franquista en Ciudad Real, según el estudio Mapas de Memoria. Todos muertos “después de la guerra”, fruto de “una represión pura y dura, sistemática”, en una provincia “siempre en retaguardia”.

La cifras en Castilla-La Mancha ascienden a, al menos, 20.072 personas, según la base de datos 'Víctimas de la dictadura'. Ciudad Real es una de las zonas donde la violencia de posguerra fue más intensa. “En proporción de la población es de las más represaliadas, más que Madrid o Barcelona y superada solo por Sevilla o Huelva, por ejemplo”, especifica el investigador.

Alhambra, el pueblo de Blasa, suma 19 nombres a este registro, “más otros tres de una pedanía, Pozo de la Serna”, matiza. Por el contrario, los izquierdistas mataron “a tres al principio de la guerra, el jefe de Falange y su hijo, y otro derechista más en una checa en Madrid”. A La Letrada, “y a casi todos los enjuiciados”, les achacaron estas muertes.

Mujeres pioneras en la política española

Blasa cargó con la culpa, penando en la cárcel como presa política de Franco hasta la muerte. La alhambreña era un ejemplo de mujer incorporada al relato social. Una “excepción” en el mundo rural. Blasa, que sabía leer y escribir y daba clases a sus paisanos “en pueblos donde las tasas de analfabetismo eran muy altas”.

Como la primera mujer en estar al frente de una alcaldía, María Domínguez: periodista, poetisa, feminista, maestra, socialista y alcaldesa republicana de Gallur (Zaragoza) desde el 29 de julio de 1932 al 6 de febrero del 33. O Natividad Yarza, docente y política, regidora de Bellprat (Barcelona) como candidata de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) tras las elecciones de enero del 34. Y Julia Mayoral, otra maestra de la República, que en Alange (Badajoz) fue “elegida alcalde” (sic) en enero del 33, como informaba entonces el Heraldo Extremeño.

Mayoral se jubiló como maestra en el colegio Federico García Lorca de Mérida, conocido antaño como El Calvario. Yarza acabó exiliada en Francia. Y Domínguez fue ejecutada por los franquistas al inicio de la guerra. Muerta, como La Letrada, por ser modelos del incipiente feminismo.

Blasa era una “mujer comprometida, atrevida y combativa en el difícil contexto en el que le tocó vivir”. Una alcaldesa republicana, “un caso singular en el mundo rural”. La memoria de Blasa, sin embargo, “ha quedado relegada al olvido”, afea Luis Ángel Gómez. “Nunca hubo ningún homenaje en el pueblo, nada”.