- La rebelión contra el obispo de San Sebastián, al que los feligreses acusan de transformar la diócesis “en un negocio hotelero” ha llegado a los más pequeños
- Hace apenas un mes, otros feligreses cerraron con candado la parroquia de la Sagrada Familia para evitar la entrada del nuevo cura nombrado por el obispo
Habrá muy pocas comuniones en la parroquia donostiarra del Espíritu Santo, después de la marejada provocada por el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla. El ultraconservador responsable de la diócesis donostiarra ha desatado una verdadera rebelión de los feligreses, que lo acusan de poner los intereses económicos por delante de los religiosos. Esta vez ha sido la decisión de expulsar al cura de la parroquia del Espíritu Santo para colocar a un clérigo del Opus Dei la que ocasionó la dimisión en pleno de los catequistas y el 'boicot' de los niños.
Nueve de cada diez menores que se preparaban para recibir la Primera Comunión se han borrado de las catequesis en el Espíritu Santo. De 71 niños que asistieron hasta el final del pasado curso a primero de Catequesis (son dos cursos antes de tomar el sacramento), solo siete siguen en la parroquia.
Y no es que ya no quieran hacer la comunión. Es que se han cambiado de parroquia, al igual que sus familias. “Es una estampida”, confirman a este diario los antiguos catequistas.
Así, 57 de los niños se han apuntado a catequesis en la vecina parroquia de Nuestra Señora del Carmen, donde imparte catequesis el párroco destituido, Luis Aranalde. Otros cinco se han matriculado en Dios Nuestro Padre, mientras que otro lo ha hecho en la parroquia de San Sebastián Mártir. Sólo uno de los chiquillos ha abandonado la catequesis.
La forma de actuar de José Martín Porgueres, el párroco impuesto por Munilla, ha sido el detonante: Impulsa “un modelo catequético parroquial-familiar claramente preconciliar”. En otras palabras, no concuerdan con las ideas ultraconservadoras de Munilla y el religioso que el obispo designó.
Los excatequistas denuncian que no sólo se trata de los niños, sino de una salida “silenciosa” de los feligreses de la parroquia del Espíritu Santo. “La gente se siente marginada y engañada por el nuevo párroco, y está dejando de acudir a las celebraciones y dándose de baja en las cuotas parroquiales”, afirman. Seguramente, pensando en que no quieren que su dinero lo administre el obispo Munilla, al que llaman “tiburón de las finanzas” y acusan de hacer negocio con las propiedades de la diócesis, aún a costa de sus feligreses.
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