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El cambio climático empeora en el año de la pandemia, que no tendrá cumbre de la ONU por primera vez desde 1995

Raúl Rejón

1 de diciembre de 2020 22:41 h

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Hace justo un año comenzaba en Madrid la COP25, la Cumbre del Clima que a punto estuvo de esfumarse después de que Chile, el país organizador, anunciara que no podía albergar la cita por sus problemas internos. El Gobierno español montó el encuentro a toda prisa para “no perder el impulso” de cara a la crucial COP26 de 2020 donde los países debían presentar sus nuevos y más ambiciosos planes para atajar el cambio climático. La pandemia de COVID-19 se ha llevado por delante ese calendario.

Este año no habrá COP. En abril de 2020, en medio del golpe de la primera ola pandémica, la ONU decidió posponer la cumbre prevista en Glasgow (Escocia). Finalmente, no tendrá lugar hasta noviembre de 2021, 12 meses después de lo planeado. Ya la COP25 tuvo problemas para celebrarse (la activista sueca Greta Thunberg tuvo que cruzar el Atlántico en velero a toda prisa tras haber navegado a América para acudir a Chile). Pero el nuevo coronavirus ha apuntillado este encuentro internacional: será el primer año en el que no se realice desde que se inició, en 1995.

Pero el cambio climático de la Tierra, sus causas y consecuencias no se han pospuesto. Hace solo una semana, la Organización Meteorológica Mundial desvelaba que, a pesar del parón provocado por la COVID-19, “no se han recortado los niveles récord de gases de efecto invernadero que están atrapando calor en la atmósfera”. Esas concentraciones tan altas son las que, a la postre, incrementan las temperaturas, provocan episodios meteorológicos extremos, aumentan el nivel del mar y acidifican los mares.

Mientras la agenda climática internacional se ralentizaba, el recalentamiento del planeta escalaba sin detenerse.2020 se presenta como un año perdido: la ONU informaba al acabar octubre que solo 15 países, que cubren el 4,6% de las emisiones de gases de efecto invernadero, habían enviado planes mejorados contra el calentamiento global. Al posponerse el plazo límite del examen, se relajan las obligaciones.

El parón por la pandemia no es una solución

Así que, si en 2019 las mediciones de concentración de CO2 en la atmósfera rompieron el umbral de las 410 partes por millón (ppm), el crecimiento de este gas se ha mantenido en 2020. El frenazo de la economía de este año solo va a producir que el incremento vaya a ser un poco más pequeño, no que se rebaje el problema, explican los cálculos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). “En el corto plazo, el impacto de los confinamientos por la COVID-19 no pueden diferenciarse de una variación natural”, asegura el Boletín sobre Gases de Efecto Invernadero de la organización dependiente de la ONU.

Esta concentración de gases en la atmósfera provoca el calentamiento global, por lo que 2020 supone un paso más hacia los niveles considerados por los científicos como irreversibles. El Acuerdo de París contra el Cambio Climático busca limitar ese calentamiento a menos de 2ºC y lo más cerca de 1,5ºC para el año 2100. El efecto calentador que genera esa capa de gases acumulados ha subido un 45% desde 1990. “La última vez que la Tierra presentó una concentración comparable de CO2 fue hace 3 o 5 millones de año cuando la temperatura global era 2 o 3 ºC superior y el nivel del mar 10 o 20 metros por encima del actual”, advirtió el secretario general de la OMM Petteri Taalas al publicarse el boletín.

La costra invernadero que se está midiendo este 2020 es fruto de la acumulación de décadas de emisiones de gases. En la primera mitad de este año, las medidas casi sin precedente para afrontar la pandemia de COVID-19 hicieron que las emisiones se redujeran una media de 8,8% respecto al mismo periodo de 2019: 1.551 millones de toneladas, según el cálculo de un grupo de expertos publicado en Nature en octubre pasado. España lideró la caída en términos relativos con un 16%. Con las reactivaciones económicas del segundo semestre, la previsión es que esa caída gire en torno al 4-7% al final del curso. “A escala global, una reducción de esta magnitud no hará que la concentración de dióxido de carbono caiga”, han advertido los científicos.

El CO2 que llega hoy a la atmósfera se suma al que se emitió muchísimo tiempo atrás, ya que perdura siglos. Hay un 148% más de CO2 que en la era pre-industrial (1750). Un 260% más de metano o un 123% más de óxido nitroso.

Una teleconferencia para intentar salvar la inercia

Este año se cumplen cinco años del Acuerdo de París. Es la fecha marcada por el articulado para que los Estados firmantes presentaran planes climáticos lo más ambiciosos posible y que supusieran un progreso respecto a las intenciones declaradas en ese 2015. En esos documentos se traza a grandes rasgos qué pretende hacer cada uno para conseguir frenar el calentamiento del planeta. El análisis de los primeros planes daba como resultado que la Tierra sería 3,4 ºC más cálida al acabar el siglo XXI. Un nivel que escapa a los últimos análisis del Panel Internacional de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) que alertó sobre la diferencia en cuanto a impactos que supondría frenar el calentamiento en dos grados en lugar de 1,5. Hace poco más de un año, 11.000 científicos advirtieron del “sufrimiento indecible” que vaticina la crisis climática que ha llegado antes, más acelerada y con consecuencias más graves de las previstas.  

Por eso la COP26 había sido marcada como un momento clave: “Más ambición”, han pedido insistentemente grupos ambientalistas como Ecologistas en Acción o Greenpeace cada vez que se convocaba una COP. No todas son malas noticias, en todo caso. En los últimos tres meses, China, Japón y Corea del Sur han asegurado que llevarán sus emisiones netas de CO2 a cero en 2060 y 2050 respectivamente. El próximo presidente de EEUU, Joe Biden, afirma que alcanzar ese mismo objetivo está en los primeros lugares de sus prioridades. Con ese panorama, la organización Climate Action Tracker ha calculado este martes que la temperatura global al final del siglo llegaría a 2,1 grados por encima de la era pre-industrial.

Glasgow 2020 era el momento de concretar esa “ambición” sin mucho espacio para esquivarla, ya que el Acuerdo de París dice que “cada parte deberá comunicar una contribución (…) cada cinco años”. Sin cumbre hasta 2021, la ONU y el Gobierno británico han buscado alguna fórmula para intentar mantener la inercia. Que el ritmo de compromiso contra el cambio climático no decaiga demasiado. Así que el 12 de diciembre se ha montado una teleconferencia de jefes de Estado y gobierno que han titulado: “El esprint hacia Glasgow”. Solo habrá intervenciones que demuestren “progreso genuino”. Un intento para evitar los discursos vacíos a los que estos encuentros son tan propensos. Están anunciados en el cartel el presidente francés, Emmanuel Macron, el chino Xi Jinping, la cancillera alemana Angela Merkel e, incluso, algún enviado estadounidense tras las proclamas climáticas del presidente electo, Joe Biden.