Su cuerpo estaba flotando en el agua, con las heridas de los disparos bien visibles. Un lince del programa de recuperación de la especie muerto por un cazador fue encontrado hace tres días en el entorno de Doñana en Huelva. Hace solo unas semanas hallaron en Córdoba el radio-collar de Kot, un macho reintroducido hace solo un año. En enero, otro dispositivo avisó de la baja de Pajarón, también en Córdoba. Tres linces desaparecidos. La caza ilegal sigue acosando a esta especie, que hace muy poco consiguió salir del peligro extremo de extinción, y cuya salvación cuesta millones de euros públicos.
“Hay un problema con el furtivismo y el lince. Es la segunda causa de mortandad de la especie”, explica Ramón Pérez de Ayala, experto de WWF. Pérez de Ayala explica que la caza ilegal supone el 5% de las muertes conocidas de linces cada año. “Y eso solo de los ejemplares controlados con radiotransmisor”. Implica una treintena de animales matados a propósito provenientes del programa de cría en cautividad, que capta un gran esfuerzo presupuestario y de fondos europeos: más de 70 millones de euros.
La población oficial de lince ibérico en el mundo ronda los 850 ejemplares. La cifra, aunque sea mucho mayor que los 270 confirmados en 2009, hace que la especie siga calificada como “en peligro de extinción”. Solo dejó el estado “crítico” en 2015. ¿Se matan más linces porque hay más población? “Se trata más bien de que se ha extendido a más zonas y no se da abasto para controlar todo el territorio”, opina Pérez de Ayala. El programa de recuperación ha liberado unos 248 ejemplares en una década.
“A pesar de la tendencia al alza de la población de lince ibérico, los eventos de mortalidad, ya sea natural o no natural, se convierten en variables muy significativas que podrían condicionar la eficaz recuperación de la especie, por lo que estos sucesos deben ser enfocadas desde la absoluta intolerancia, además, ahí subyacen elementos económicos y de apuesta social que elevan la empresa de conservación de la especie a un estatus superior”, analiza el portavoz de la Asociacion Española de Agentes Forestales y Medioambientales (AEFMA) Enrique Arles.
“Más allá de lo que crean algunos, el lince no goza de buena imagen en el campo. Todavía arrastra el estigma de alimaña y más donde hay cotos de caza”, explica el biólogo Francisco Martín. “Si caza un conejo, es un conejo menos que tengo. Ese es el pensamiento”, remata el investigador. Y añade otro elemento reciente: “El ambiente y la polémica que se ha creado con el asunto de la protección del lobo ha aumentado la presión contra el lince”.
Se refiere al plan del Gobierno para declarar al lobo especie de interés general que impedirá su caza generalizada y que ha desatado la oposición frontal las comunidades de Asturias, Cantabria, Castilla y León y Galicia por considerar que agrede al sector ganadero.
Pérez de Ayala admite que “existe preocupación con este asunto porque, si bien la primera causa de muerte no natural sigue siendo, por poco, los atropellos [un 6%], esas muertes no dejan de ser un accidente. Se conocen las causas y pueden abordarse. El furtivismo es algo premeditado para hacer un daño. Y se esconde muy fácilmente. Puedes encontrar un radio-collar e intuir que han matado un lince, pero localizar al autor es muy difícil”.
“Es un auténtico delito”, subraya Francisco Martín. Un delito difícil de perseguir. El presidente de los agentes medioambientales en Andalucía, José Miguel Bellido, cuenta que “en el momento que se detecta un cadáver se levanta y remite al laboratorio para establecer la causas, pero cuando se trata de una muerte con munición de cartuchos [como la utilizada para matar al ejemplar hallado en Doñana] es mucho más difícil de determinar el autor”. Enrique Arles explica que trata de “delitos de extrema complejidad técnica que hacen preciso articular investigaciones multidisciplinares y con la tecnología de vanguardia más eficaz, así con la voluntad convencida de las administraciones, pero no gozan de absoluta impunidad como muchas veces subyacen en la mente de los criminales”.
Además, “los linces con el radio collar tienen que exponerse más para cazar, así que son más vulnerables. Esa idea de animal misterioso y oculto en el monte es falsa: es una especie fácilmente localizable con saber un par de cosas sobre su forma de moverse. Fácil para hacerle fotos…. o para cazarlo”, abunda el biólogo Martín, que es crítico con la manera de gestionar la especie una vez se colocan los linces criados en el campo: “Si no se prohíbe la caza en las zonas linceras se retroalimenta un ciclo negativo: los cotos reciben subvenciones por albergar linces, se hacen sueltas de conejos, pero tienen pocos problemas si aparece un ejemplar muerto”.